El origen del templo de Debod, el regalo de Egipto a España que llegó piedra a piedra desde el Nilo

El templo, levantado en la región histórica de Nubia (actual Asuán, Egipto), permaneció siglos abandonado hasta que las presas de Asuán amenazaron con sumergirlo. Tras su rescate y traslado, el monumento se erige hoy en el Parque del Oeste de Madrid

Guardar
El templo de Debod, en
El templo de Debod, en Madrid (Adobe Stock).

En el Parque del Oeste de Madrid, un monumento antiguo convive con el ritmo de la ciudad: el templo de Debod. Esta construcción, originaria de Nubia y con más de dos mil años de historia, llegó a la capital española a finales del siglo XX como resultado de una campaña internacional para rescatar el patrimonio amenazado la presa de Asuán. La cesión de este templo por parte de Egipto fue una manera de reconocer la implicación científica y económica de España en ese proyecto global.

Los orígenes del templo se remontan al Reino Nuevo, cuando en la localidad de Ta Hut (que significa “la ciudad del templo” y se asume es el origen de Debod, ubicada en la actual Asuán, en Egipto, a orillas del río Nilo) existía un santuario dedicado a Amón, dios central del antiguo Egipto. Con el tiempo, sobre esos cimientos, el rey Adijalamani de Meroe edificó a comienzos del siglo II a.C. una capilla para los dioses Amón de Debod e Isis de Filé.

La construcción fue ampliada posteriormente por Ptolomeo VI y Ptolomeo VIII, quienes sumaron más capillas, un pilono y una terraza. Bajo el dominio romano hubo nuevas transformaciones: se añadieron relieves del emperador Augusto y se incorporaron pilonos y una vía procesional. El abandono llegó en el año 635, con el cierre de los templos paganos, y Debod quedó sumido en el olvido.

La historia moderna de Debod comenzó con la llegada de viajeros europeos en el siglo XVIII. Frederik Norden, Johann Ludwig Burckhardt y otros exploradores documentaron el templo. El siglo XIX fue testigo de su deterioro: colapsos de estructuras y saqueos de piezas como el naos de Ptolomeo VIII. Durante décadas, Debod permaneció a merced de las crecidas del Nilo y, desde 1907, bajo riesgo de la presa de Asuán, lo que llevó al primer intento internacional de salvamento arqueológico.

El templo de Debod, en
El templo de Debod, en Madrid (Wikimedia Commons)

La amenaza de las presas egipcias y la llegada a Madrid

El cambio radical llegó a finales del siglo XIX, cuando la primera presa de Asuán comenzó a sumergir durante meses templos y yacimientos de la Baja Nubia, y los relieves originales perdieron sus colores por la acción del agua. En 1954, la noticia del lago Nasser (resultado de la construcción de la presa de Asuán) precipitó la intervención internacional coordinada por la UNESCO: sólo había unos años para salvar los templos más emblemáticos. El de Debod fue el primero en ser desmontado, y no todo pudo rescatarse: varias estructuras clave quedaron bajo las aguas; pero los bloques salvados permanecieron en la isla de Elefantina esperando su destino.

Egipto decidió recompensar entonces a los países que apoyaron las tareas de salvamento con la donación de varios templos. España postuló varias ciudades para acoger Debod, pero finalmente fue Madrid la que logró la custodia tras asumir los gastos del traslado. En 1969, todos los bloques del templo viajaron desde Egipto a Valencia, y después a la capital, donde fueron reconstruidos junto a los jardines del Parque del Oeste.

Durante el traslado y montaje del templo de Debod en Madrid, el equipo de arqueología español -dirigido por Martín Almagro - afrontó una reconstrucción compleja. El Servicio de Antigüedades de Egipto únicamente facilitó un plano, un croquis del alzado del monumento y algunas fotografías sin referencias detalladas. Entre las 2.300 piezas que debían ensamblarse, más de un centenar de bloques no contaban con numeración y numerosos fragmentos incluían marcas que no se correspondían con el plano recibido.

Tras diferentes intentos y pruebas, el equipo optó finalmente por un proceso de anastilosis: un método utilizado por expertos para reconstruir un edificio antiguo utilizando sus piezas originales. Consiste en juntar y volver a colocar en su lugar los fragmentos que todavía se conservan, como si se tratara de un gran puzle, e intentando usar la mayor cantidad posible de materiales originales. Si faltan algunas partes, se pueden añadir piezas nuevas, pero siempre diferenciándolas claramente de las auténticas. Esto hizo posible reconstituir la fachada hipóstila, desaparecida desde el siglo XIX, y cerrar el mammisi (una capilla anexa a los templos egipcios, donde se celebraba el nacimiento simbólico del hijo de la divinidad principal) por el lado este, devolviendo al templo parte de su configuración histórica. Finalmente, el 20 de julio de 1972 el templo fue inaugurado al público.

El templo de Debod, en
El templo de Debod, en Madrid (Adobe Stock).

Debate sobre su conservación y futuro

El de Debod es el único entre los templos donados por Egipto que no se encuentra protegido en el interior de un museo, situación que es objeto de amplio debate. En 2020, Zahi Hawass declaró a El País que “si no se cubre y se protege, habría que devolver el templo”. El entonces ministro egipcio de Antigüedades y Turismo comentó: “Me parecería inconcebible que un país como España, de una gran cultura y civilización, no protegiese el Templo de Debod de su destrucción”. En 2022, sin embargo, un estudio concluyó que no existía peligro inminente y se propuso celebrar un congreso de expertos, aunque nunca llegó a cumplirse. La directora general de Patrimonio Cultural reiteró en febrero de este 2025 que se descarta, de momento, instalar una cubierta sobre el monumento.

Víctor Antona, miembro de Hispania Nostra (una asociación no lucrativa, declarada de utilidad pública, cuyo objetivo es la defensa, salvaguarda y puesta en valor del patrimonio cultural), sostuvo en conversación con El País que “la manera de conservarlo a largo plazo es cubrirlo. Debería estar protegido, no solo porque ahora no tenga ningún problema. Antes o después los tendrá”.

Sobre la gestión, añade: “No es un regalo al Ayuntamiento de Madrid, que es algo que yo nunca he entendido. Una cosa es que tú lo instales en Madrid y otra que de repente un regalo que se hace al Gobierno y al pueblo español pase a ser propiedad de un Ayuntamiento. Es verdad que en el decreto se le encarga que lo instale y lo monte, pero también se dice que bajo la supervisión de la Dirección General de Bellas Artes, que no se puede escabullir de una responsabilidad que también le corresponde. Si en algún momento hay un problema para la conservación del templo, la Dirección General de Bellas Artes debería estar implicada. No es algo que se pueda dejar en manos exclusivamente del Ayuntamiento porque no es el titular”, valoraba.

Más de 2.000 años ha de su construcción en Nubia, este templo se alza hoy en Madrid, integrando la memoria del antiguo Egipto en el día a día de la ciudad y manteniendo vivo el recuerdo de su travesía, piedra a piedra, desde las orillas del Nilo