El diablo no siempre viste de Prada: la realidad de la industria de la moda vista a través de los ojos de dos becarias

El estreno de la secuela de la famosa película es uno de los más esperados el próximo año. Veinte años después de la primera película, cabe preguntarse hasta qué punto volverán a cruzarse la realidad y la ficción

Guardar
La secuela se estrenará el
La secuela se estrenará el 1 de mayo de 2026. (20th Century Studios)

Claudia llega a la cafetería donde ha quedado con Infobae España un poco tarde, ajetreada, pero con el outfit impecable, el pelo bien recogido y accesorios que combinan a la perfección. Hace un año y medio que no trabaja en la redacción de una revista de moda, pero sigue irradiando elegancia y una energía que refleja ese brillo especial del mundo del glamour: “A mí siempre me han gustado mucho los desfiles”, comparte mientras toma un sorbo de su taza de café con leche.

Blanca es muy distinta a Claudia: su estilo es distinto al que se suele ver en las páginas de moda: “Yo fui una persona que iba a trabajar con su camiseta oversize de fútbol, sus pantalones oversize de fútbol y sus zapatillas”.

Ambas jóvenes, cuyos nombres hemos mantenido en el anonimato, consiguieron puestos de prácticas en dos revistas de moda que marcan tendencias en España y a nivel mundial. Y ambas vivieron una experiencia que recuerda a la protagonista de la película El diablo viste de Prada, que fue un éxito incuestionable de taquilla en 2006, recaudando 326.7 millones de dólares (281.7 millones de euros) con un presupuesto de 35 millones (30 millones de euros).

La próxima primavera volverá en la pantalla grande el mundo glamouroso de los tacones, los desfiles de moda y los outfits brillantes con el estreno de la secuela. Se trata de una de las películas más esperadas del año, en la que Meryl Streep retomará los tacones rojos icónicos de Miranda Priestly, en uno de sus papeles más emblemáticos que le valió una nominación al Óscar.

Existen especulaciones sobre la persona que sirvió de inspiración para crear a Miranda. Según muchos, podría tratarse de Anna Wintour, que durante años fue editora en jefe de la prestigiosa revista Vogue. Wintour ha sido interrogada durante años sobre las simlitudes entre ella y Pirestly. De hecho, en una entrevista con la BBC en 2024, afirmó: “Es responsabilidad del público y de la gente con la que trabajo decidir si hay similitudes entre Miranda Priestly y yo”.

Dos décadas después del estreno de la primera película de la saga, sigue suscitando la pregunta hasta qué punto la realidad y la ficción se cruzan y cómo ha evolucionado la moda en 20 años. ¿Sigue habiendo Andys y Mirandas en el mundo contemporáneo de la moda y cómo es la relación entre ellas? “La realidad siempre supera a la ficción”, declara Blanca al principio de la entrevista. “Miranda Prietly era mi estilista”.

Un trabajo ‘de película’

Claudia aún recuerda el esfuerzo que tuvo que poner para conseguir sus prácticas: “Les peté el correo con e-mails, les mandé como seis, y al séptimo me contestaron.” Cuenta que llegó a la redacción el primer día con una serie de expectativas sobre su puesto y la industria en general: “Yo me imaginaba que todo eso iba a ser, ‘Ah, qué divertido, me van a dar un montón de ropa, voy a poder participar, haciendo las fotos o coordinando las modelos’. Tenía esa imagen de la industria de totalmente fashion, cool, brillantinas, tacones…”

Y aunque admite que su puesto de redactora no la ponía en el centro de todo este caos glamoroso, su trabajo, que consistía en hacer entrevistas, asistir a eventos, y escribir sobre las últimas tendencias en la industria, le permitió adentrarse en un mundo que hasta ese momento había considerado inaccesible: “Les tengo muchísimo cariño a toda la gente de la redacción Yo iba como con bastante miedo, pero me trataron súper bien, se sentaron conmigo, me lo enseñaron todo, luego me fueron guiando durante los cinco meses que estuve con ellas.”

La realidad terminó superando sus
La realidad terminó superando sus expectativas. (Captura de pantalla/20th Century Studios)

En el almacén de la otra revista, mientras tanto, estaba Blanca, otra novata en el mundo de la moda. Una vez que consiguió prácticas, se encontró en una situación muy parecida a la de Andy: “No tenía ni idea de quién era Isabel Marant (diseñadora francesa con nombre muy reconocido en la industria), no tenía ni idea de cuál fue la última pasarela de Givenchy, no tenía ni idea de nada. Era una paleta en el mundo de la moda femenina.”

Desde el primer día, Blanca se vio rodeada de “mujeres buenísimas, rubias, ideales de la muerte” y ahora comparte que encontrarse entre todas ellas le causó el “síndrome impostor”. Pasaba todos los días en su pequeño escondite, sintiendo una “libertad en la sombra”. Lejos de los ojos exigentes de sus compañeras, no se sentía tan fuera de lugar, pero, sin darse cuenta, acabó siendo, “el centro neurológico de todo. Todo el mundo pasaba por donde yo estaba porque acabé gestionando el almacén de todas las revistas."

Desde el almacen, Blanca organizaba toda la ropa necesaria para las sesiones de foto durante la semana, la planchaba, ayudaba a las modelos a vestirse, asistía a las estilistas, y cuidaba el orden dentro del caos: “Lo voy a enlazar con otra con otra referencia filmográfica... yo era Magüi de Paquita Salas,”

La moda ‘desde dentro’

Antes de adentrarnos, junto a las dos becarias, en el mundo de la moda y su realidad contada desde dentro, cabe destacar que se trata de una industria cuya importancia va mucho más allá de la estética: en el caso de las revistas, se trata de publicaciones que tienen gran impacto a la hora de marcar tendencias.

Su importancia actualmente va mucho más allá de las ediciones impresas, abriendo las puertas al mundo de la moda y democratzando lai industria con transmisiones en directo de eventos, o propuestas más accesibles de prendas de ropa que imitan looks emblemáticos.

Su impacto es notable sobre
Su impacto es notable sobre todo en sus plataformas digitales y las redes sociales. (Canva)

Las redes sociales han cambiado el paradigma por completo, convirtiendo este mundo del glamour en un espacio abierto a todos: la revista Vogue, por ejemplo, acumula más de 60 millones de visitas mensuales en su página web, y unos 50 millones de seguidores en Instagram, según datos del grupo Condé Nast.

Historias como las de Claudia y Blanca son solo dos ejemplos del impacto que tiene este campo, y de la importancia de la representación que se le da con películas como El diablo viste de Prada.

Blanca confiesa que desde su primer día como becaria reconoció a Miranda Priestly en una de sus jefas, destacando que se trata de su película favorita: “Yo le caí en gracia porque yo sí soy muy abierta, muy graciosa estéticamente, que estoy todo el rato sonriendo. Creo que a ella le chocó tanto como verme, porque era difícil llegar a ella.”

La define como “típico novio tóxico al que odias, pero estás superenamorado de él y dices, ‘Es que no le puedo dejar y encima quiero que me quiera’”. Recuerda que durante sus primeras semanas se atrevió a dar su opinión sobre cómo le quedaba un vestido a una conocida periodista y modelo española: “Por decirle que le quedaba bien me empezó a decir, ‘Aquí tú no estás para dar tu opinión, tú aquí estás para callarte y no decir nada’”.

En la revista, Blanca se encontró con “dos bestias que han vivido la moda desde los años 80, estuvieron en París en los desfiles de los 80, los 90 y los 2000, que se han recorrido medio mundo, que saben que aprendieron expresamente francés porque era el idioma de la moda”: eran sus dos jefas. Reconoce que, en todo este ajetreo, se sentía perdida: “Yo era una persona ingenua. No tenía ni idea de ninguna marca. No sabía lo que era un alfiler, era una estúpida, era una ignorante en el mundo de la moda.”

Blanca resume su experiencia con otro ejemplo de la película: “Hay una escena cuando Andy va como con los cafés, los abrigos, los pañuelos de Hermés, que va de un lado a otro, que no puede más con su vida. Llega con los cafés y luego nadie le hace ni caso, porque la meten tanta urgencia, pero luego realmente nadie está agobiado. Solo está agobiada ella”.

Misiones secretas desde las páginas del horóscopo

Claudia mira a ambos lados antes de asomarse por encima de la mesa y susurrar con una sonrisa confidencial: “Yo era bruja”. “¿Cómo que bruja?”, la preguntamos entre risas: “En 2015, se contrató a tres brujas para que les hicieran el horóscopo de todo ese año. Ese horóscopo se metió en un Excel que cada año se remodela a raíz de lo que las brujas predijeron en el 2015. Yo hacía el horóscopo a raíz de lo que las brujas predijeron en el 2015. Entonces, ¡yo soy bruja!”.

Las experiencias de Claudia y Blanca son muy distintas, pero, a la vez, muy similares. Ambas comparten su asombro ante la realidad de un mundo que, hasta entonces, les había parecido lejano y difícil de acceder. Pero una vez dentro, vivieron momentos inolvidables.

La sombra del ‘glamour’: toxicidad y prejuicios

Las dos admiten que en el mundo de la moda hay una clara jerarquía, donde a veces los prejuicios sobre el aspecto físico pueden ser muy dañinos. Claudia comparte la reacción de sus jefas cuando llegaba a la redacción: “¡Ay, qué delgada estás! ¿Quién pudiera tener tus piernas? ¡Qué bonito el pelo!”.

Estos comentarios, que al principio le parecieron inofensivos, empezaron a afectarle: “Una de las razones por las que me fui es porque yo también empecé a comerme la cabeza, y eso que yo tengo muchísima confianza en mí misma. Pero yo también empecé a no ponerme ciertas cosas porque la pierna no sé qué o porque el trozo de brazo que se te ve, te queda mal, te queda gordo, te queda feo…”

Meryl Streep baila al ritmo de las gaitas en su recibimiento oficial en Oviedo.

Desde el almacén de la otra revista, Blanca también ha observado comportamientos tóxicos: “Yo he vivido cosas un poco shock, la verdad de referirse como ‘la gordi’ a una modelo que tiene una talla 38. Una talla 38, pero por lo menos había ya una 38. Yo creo que no vestimos nunca una 40. Yo tengo una talla 42, pero (las estilistas) decían, ‘Ay, viene la gordi la que tiene talla 38.’ Me quedaba tiesa y, de hecho, ya se daban cuenta de la barbaridad que habían dicho y decían ‘Bueno, ¿qué digo yo? Yo también la tengo y yo no estoy gordi’”.

Las dos becarias opinan que el mundo de la moda sigue estando muy marcado por la tendencia “anoréxica” de los principios de los años 2000, y que en los últimos años ha vuelto a cobrar fuerza: “Les siguen gustando las piernas perfectamente definidas, los tacones de 17 centímetros, el pelo perfectamente blowout, que tengas 90-60-90 y que no te salgas de ahí”, comenta Claudia.

Estas situaciones evocan la famosa frase de Emily, la otra asistenta de Miranda: “Estoy a dieta. Es muy efectiva y no estoy comiendo nada. Y cuando voy a flaquear solo me como un cubo de queso… Estoy a una diarrea de mi peso ideal.”

La moda como forma de expresión

Tanto Claudia como Blanca están muy agradecidas de haber tenido esta experiencia, que les ha acercado a una realidad que, hasta entonces, solo habían observado a través de la pequeña pantalla. Claudia comparte que siempre había visto en la moda una forma más de expresarse: “Me parece un mundo muy bonito en el que puedes desarrollar tu creatividad de una manera también sana. Yo creo que la cosa es tener muy claros cuáles son tus límites y no dejarte influenciar por lo tóxico de la industria”.

Blanca, por otro lado, resume sus meses de becaria así: “Sentí que era una mezcla entre Magui de Paquita Salas y Andy de El diablo viste de Prada en el que yo me sentí una pequeña chica de campo llegando a la gran ciudad, a un mundo lleno de tiburones…”

Y a pesar de que al principio la relación con sus superiores era turbulenta, poco a poco, como en la película, su jefa se encariñó de ella: “Acabó diciéndome, ‘Nos volveremos a ver algún día porque te voy a echar de menos’”.

“Al final”, comparte Blanca, “creo que la moda es un arte más, ¿no? En el que existe un mundo superextenso y superprofundo, de expresión, de reivindicación, de arte, es una manera de poder crear otras realidades a través de lo que son comúnmente conocidos como la ropa o accesorios o demás”.

Para ella, “la realidad siempre supera la ficción” y tal vez por eso en su voz se nota la sonrisa mientras busca la comparación entre la película y su experiencia, pasando de Magui a Andy, y de Andy a Magui. Resume todo lo vivido en el almacén en la revista en tres palabras: desconocimiento, surrealismo y aprendizaje.

Claudia, por otro lado, se para, pensativa, antes de escoger las palabras que mejor describen los meses pasados en la redacción de la suya: “Divertida, aprendizaje, y… ”. Pronuncia su última palabra con una sonrisa que refleja toda una amalgama de recuerdos: “Muy fashion”.