
La globalización que benefició al mercado europeo desde principios de siglo supone ahora un reto para el viejo continente. Sus políticas clásicas, que le otorgaron un claro rédito económico, han quedado hoy obsoletas, haciendo que la Unión Europea (UE) no funcione sin el comercio con terceros países (principalmente Estados Unidos) y compita en clara desventaja con las economías asiáticas, como la china o la japonesa.
La presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, advirtió en noviembre de 2019 —durante su primer discurso en el cargo— que el antiguo modelo europeo, basado en las exportaciones, dejaría de ser beneficioso en el futuro por la dependencia de terceros países para la seguridad y la oferta de materias primas, y abogaba por fomentar el mercado interno, sin caer en el proteccionismo, sino en el realismo.
Desde entonces, no ha cambiado de opinión. “Europa ahora es vulnerable. Las perturbaciones mundiales se han intensificado, con el aumento de los aranceles estadounidenses, la invasión rusa de Ucrania y el fortalecimiento de la competencia china”, señaló este viernes durante el Congreso de la Banca Europea celebrado en Frankfurt. Además, Lagarde destacó que el mercado interno europeo se ha mantenido sin cambios, “especialmente en los ámbitos que determinarán el crecimiento futuro, como la tecnología digital y la inteligencia artificial, y en los que lo financiarán, como los mercados de capitales”.
La apertura europea como principal vulnerabilidad
Antes de presentar las claves para la independencia económica europea, la presidenta señala que el modelo de apertura del comercio europeo es uno de los principales escollos para el crecimiento, pese a que este dio grandes frutos a la UE durante las dos décadas anteriores a la pandemia. En concreto, el comercio exterior como porcentaje del PIB casi se duplicó en la Unión. Además, los puestos de trabajo dependientes de las exportaciones aumentaron un 75%, hasta alcanzar los 40 millones.
Los cambios propios de la globalización han desplazado a las exportaciones de su papel como motor clave para el crecimiento de los Estados, creando a su vez desigualdades de crecimiento dentro de la eurozona y aumentando la dependencia de otros países para generar riqueza, especialmente Estados Unidos. Lagarde señala como una de las consecuencias negativas del modelo europeo que los residentes de la zona euro mantienen casi un 10% de sus inversiones en carteras de renta variable extranjeras, en acciones estadounidenses, lo que ha beneficiado cinco veces más a los mercados americanos frente al europeo.
No solo el modelo exportador se presenta en la actualidad como una vulnerabilidad. Lagarde pone el foco en “la instrumentalización de las dependencias en materiales y tecnologías clave” y pone el ejemplo de las recientes perturbaciones de oferta en minerales de tierras raras —como los chips para automóviles—, que han expuesto cómo “un único punto de estrangulamiento puede estancar sectores enteros”.
Los tres pilares de la fortaleza interna
Pese a las desventajas de la implementación y el estancamiento de este modelo, la presidenta del BCE destaca las tres grandes fortalezas de la Unión Europea que podrían facilitar el paso hacia la independencia económica: “Nuestros ciudadanos, nuestro potencial y nuestra política”. Respecto a los ciudadanos, Lagarde destaca la existencia de un mercado laboral “excepcionalmente fuerte”. El aumento del empleo ha impulsado el consumo, lo que a su vez ha respaldado la producción de servicios y ha generado más empleos.
Sobre el potencial, la presidenta comenta que, pese a que Europa se ha quedado rezagada en materia de inteligencia artificial, las empresas de la región están avanzando rápidamente en la transición digital, con una inversión resiliente, sobre todo en activos intangibles. “Las empresas siguen invirtiendo en IA e infraestructura digital porque, para cualquier empresa que desee seguir siendo competitiva, estas inversiones ya no son una opción”.
En cuanto a las políticas, Lagarde resalta principalmente la fiscal, que ha respaldado la economía en lugar de amplificar las recesiones, y detalla que los paquetes fiscales que se aplican en la actualidad en defensa e infraestructura llegan en el momento adecuado para Europa y fomentarán el crecimiento de la economía. “Seguiremos ajustando nuestra política según sea necesario para asegurar que la inflación se mantenga en nuestro objetivo”.
Barreras propias del mercado interno
El punto central del análisis de Christine Lagarde es el mercado interno. Según destaca, a pesar de más de 30 años de existencia del mercado único, “las barreras comerciales dentro de la UE siguen siendo demasiado elevadas en áreas clave”. Los análisis del BCE muestran que estas barreras internas en los mercados de bienes y servicios son equivalentes a los aranceles en el 100% y el 65%, respectivamente.
Como contramedida, la presidenta propone que las barreras sean lo suficientemente bajas para que los sectores que determinarán el crecimiento futuro operen en un mercado “verdaderamente europeo” y para que “estar dentro del mercado único ofrezca una clara ventaja frente a estar fuera”. Para evitar el “gran despilfarro de potencial”, Lagarde plantea que, si todos los países de la Unión reducen sus barreras al mismo nivel de Países Bajos, las barreras internas menguarían en torno a 8% para bienes y 9% para servicios, lo que sería suficiente para impulsar el comercio interno.
Gobernanza como respuesta a la independencia económica
Lagarde señala en su discurso que la clave para la independencia económica de la Unión Europea radica en la gobernanza. Para ello, propone tres pasos que pueden ayudar a avanzar hacia ese objetivo. En primer lugar, “reactivar el principio de reconocimiento mutuo”. Esto implica que si un bien o servicio se ofrece legalmente en un Estado miembro, debe poder circular libremente en el conjunto de la UE, sin necesidad de cumplir normas de todos los demás países.
La segunda medida sería “racionalizar la toma de decisiones”, ampliando el voto por mayoría cualificada a los ámbitos de los que depende el crecimiento futuro de Europa. El tercer paso propuesto por la presidenta del BCE es “adoptar un enfoque más radical de la simplificación”, y aclara que no se refiere a “derogar normas existentes”, sino a crear nuevos marcos legales opcionales de la UE que coexisten junto a las leyes nacionales en lugar de reemplazarlas.
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