
En las remotas islas del sur de Islandia, existe una práctica singular que se ha mantenido vigente por generaciones: el rescate y lanzamiento de frailecillos jóvenes desde los acantilados hacia el mar. Esta costumbre, que en apariencia podría resultar desconcertante, en realidad alberga un profundo objetivo de conservación y se ha convertido en una práctica internacionalmente conocida por su gran impacto positivo en la especie en riesgo.
Al parecer, la población de esta ave marina ha decaído en un 70% en las tres últimas décadas. Pero desde el país atlántico tienen una situación especialmente sensible, ya que su territorio alberga al 40% del total mundial de la especie. Este descenso se atribuye a diversos factores, como el calentamiento del mar, la sobrepesca y la contaminación, elementos que han llevado a la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) a clasificar a esta ave como vulnerable.
A pesar de que la caza de este animal persiste en algunas zonas por factores económicos y culinarios, el panorama es completamente diferente en las Islas Vestman. Y es que, familias enteras del archipiélago recorren las calles de las ciudades recolectando a las crías -conocidas localmente como pufflings- que se extravían en su camino. Pero ¿por qué es un problema que lleguen hasta los hogares de los islandeses?

“Es proteger un símbolo de nuestra isla”
Los frailecillos, al igual que muchas otras aves, tienen su temporada de migración, en la que se adentran en el mar para cazar pequeños peces. No obstante, para protegerse de los depredadores diurnos, estas aves hacen su recorrido por las noches y usan la luz lunar como brújula. Esto no sería un problema si la contaminación lumínica de las ciudades costeras les interrumpiera la visión y confundiera su guía.
A pesar de que las poblaciones pesqueras islandesas disminuyan al máximo posible su luz, las aves siguen volando hasta sus calles por equivocación y muchas caen desorientadas en patios, calles y jardines. La comunidad, sin embargo, ha ideado una respuesta que las familias, y sobre todo los niños, mantienen generación, tras generación: utilizan linternas, cajas y redes para localizar a los polluelos, que luego entregan en el acuario local de Heimaey.
“No es solo atrapar un pájaro; es proteger un símbolo de nuestra isla”, explica Óskarsd, uno de los rescatistas voluntarios que ha sido entrevistado por BioGuia. Una vez los transportan hasta el refugio, los frailecillos reciben una etiqueta que permitirá su monitoreo futuro. Así, cuando ya se han recuperado, la comunidad se congrega en los acantilados y lanza a los pequeños frailecillos hacia el océano.
Con este método, el país ha logrado salvar a miles de aves y readentrarlas en su camino al mar. Algo vital para ellas, ya que de este modo pueden integrarse a la colonia marina y, cuando alcancen la madurez, regresen para reproducirse en el mismo lugar de su nacimiento.
La especie puede decaer hasta un 50% sin esta técnica
La migración de los frailecillos los lleva por el mar de Labrador y la dorsal mesoatlántica durante ocho meses, para después regresar a las costas islandesas y reproducirse. El éxito de esta travesía depende, en gran medida, del apoyo humano durante los primeros días de la vida de cada ave. Aunque antiguamente la relación entre los islandeses y los frailecillos estuvo marcada por la caza para alimentación y la recolección de plumas, la transformación de la práctica hacia la protección y liberación de pufflings ha fortalecido un lazo cultural y ecológico único.
El biólogo Erpur Snær Hansen, del Centro de Investigación de la Naturaleza del Sur de Islandia, advirtió a BioGuia sobre las consecuencias de un posible declive. “Si una generación falla, el riesgo de extinción aumenta drásticamente”, afirmó. Se estima que, si la caza y las amenazas ambientales no se detienen, la población de frailecillos en Islandia podría reducirse otro 50 % en la próxima década.
La curiosa tradición de “Patrulla de Frailecillos” se ha extendido internacionalmente, lo que ha incrementado la presencia de científicos, documentalistas y turistas en las Islas Vestman. De esta forma, como medida preventiva, organizaciones locales han desarrollado protocolos estrictos: solo los residentes o guías autorizados pueden manipular a los pufflings, además de promover educativas para priorizar la seguridad y el bienestar de las aves por encima de cualquier uso turístico.
Las autoridades y entidades científicas subrayan que, pese a la fuerza de esta costumbre, la amenaza para la especie no ha desaparecido. Save Puffins y la propia UICN insisten en la urgencia de limitar la caza y abatir los efectos del cambio climático y la contaminación marina para frenar la extinción del frailecillo atlántico. Un animal que, además de su importancia ecológica, simboliza la resiliencia de la naturaleza en las costas de Islandia.
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