
La difícil situación de miles de saharauis que residen en campamentos bajo las elevadas temperaturas del norte de África ha vuelto a suscitar interés por el giro de guion con la resolución de la ONU que dificulta su autodeterminación. Décadas de exilio, de peleas burocráticas por la nacionalidad española o de vivir rodeados de una enorme valla y terrenos minados han hecho de la vida del pueblo saharaui una continua lucha.
Un periodista de Público, José Carmona Gilo, ha relatado sus experiencias en el terreno en Los Despojados. El próximo 19 de noviembre se presentará este libro donde cuenta cómo fue expulsado por las autoridades marroquíes y ofrece testimonios de diversos saharauis en distintos contextos. 50 años después de los Acuerdos de Madrid que sellaron el traspaso del control del Sáhara Occidental a Marruecos y Mauritania, obtener una perspectiva directa de la situación en ese lugar se vuelve fundamental.
“Soy comisario, estás expulsado de la ciudad”
La experiencia de José Carmona en el Sáhara Occidental concluyó abruptamente cuando las autoridades marroquíes ordenaron su expulsión de Dakhla. “Mira, a mí se me paró un hombre delante y me dijo ‘soy comisario de Dakhla, estás expulsado de la ciudad’. Nos metieron en un avión y para fuera en hora y media”, relata el periodista. A pesar de vulnerar los controles del aeropuerto, una furgoneta les siguió 24 horas —a él y otros dos periodistas que le acompañaban— hasta acabar expulsándolos del país.
En la conversación, denuncia la ausencia de garantías legales para quienes entran en la región, pero asegura que es mucho peor para los nativos. Recuerda con indignación el rostro de Ahmed, un joven que se mantiene en la defensa de los saharauis tras perder a un hermano —desapareció hace tres años y no ha sabido nada de él— y que le recibió con un cuidado secretismo en la ciudad. “Tenía la cara inflamada porque le habían dado de hostias en comisaría”, afirma Carmona. Desobedecer órdenes de las autoridades de Marruecos o propagar un discurso contrario al régimen tiene consecuencias. “Se notaba mucho el miedo a hablar, nadie quería hablar de la causa saharaui. Enseguida te veían como un agente peligroso”, cuenta tras rememorar algunos de los episodios más complicados que aparecen en su libro.
Frontera con minas o los campamentos de Tinduf
La frontera que separa territorios saharauis de la zona controlada por Marruecos cuenta con un muro fortificado y la presencia de cientos de minas. Al Yidar, como conocen los saharauis a este muro, tiene 2.700 kilómetros de longitud. “Dicen que es el muro más grande del mundo, quitando la muralla china. El nivel de vigilancia sobre un terreno minado es como de mala literatura”, explica Carmona, refiriéndose a que existe un despliegue totalmente innecesario, dada la escasa amenaza que pueden suponer los saharauis.
“Cuando estuvimos ahí yo me quedé alucinado por el camino en el que tienes que ir esquivando minas”, relata Carmona, que define la situación como “una película de terror”. El peligro de acercarse a la frontera es enorme y los controles para entrar y salir de las ciudades ocupadas es muy estricto. La razón que hay detrás de una inversión tan desproporcionada no es otra que la propaganda política, asegura el autor.
En otro de sus viajes puso rumbo a Argelia, buscando conocer la “desagradable” situación de los campamentos saharauis de Tinduf. “El agua potable escasea, la carne escasea, la verdura no existe, el pescado no existe... Los adultos poco más que se inventan tareas para rellenar su jornada, porque allí ni siquiera hay trabajo”, explica. “Es muy habitual que haya enfermedades por problemas estomacales con el agua”, afirma el periodista.

Esperanza por “volver” y el riesgo de tomar las armas
Pese a todo, la esperanza saharaui persiste con fuerza, según relata José Carmona tras su paso por los campamentos de refugiados. “Es apabullante la esperanza que tienen”, afirma. El ejemplo ideal para reflejarlo es uno de los personajes que figuran en las páginas de Los Despojados: Paco, encargado de un museo en Tinduf, le aseguró que se volverían a ver, pero que la próxima vez sería en su hogar, el Sáhara Occidental.
“Tienen una fe en la causa extraordinaria y reconocen que no la van a ganar ellos mismos, pero que a lo mejor la ganan dentro de 200 años”, cuenta Carmona. Los saharauis ven su movimiento como un proceso a largo plazo y que no debe apagarse por años que pasen. “Soy solamente una gota más en este mar de lucha”, le explicaban algunos testimonios.
Jóvenes que nunca han vivido en el este del Sáhara mantienen vivo el verbo “volver”. No obstante, el periodista también expone una ‘cara B’ del pensamiento saharaui. Si bien muchos de ellos conservan su fe, otros están “hartos de esta diplomacia que no lleva a ningún lado”. Por ello, José Carmona pone el broche final a esta conversación avisando de que “no van a aguantar otros 30 años así”, lo que puede derivar en resultados totalmente opuestos como volver a “tomar las armas” o aceptar la autonomía marroquí buscando una vida en paz.
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