Joan, propietario de una granja avícola: “Los primeros tres años tuve que reinvertir todo y hoy la rentabilidad es del 25%”

El mallorquín logró consolidar un emprendimiento que actualmente abastece a más de noventa puntos de venta en la provincia

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(Adrian G.Martin)
(Adrian G.Martin)

En las afueras de Mallorca, un joven de veintisiete años se ha convertido en protagonista del sector agroalimentario con su apuesta por la producción local de huevos camperos. Su nombre es Joan, de 27 años, y según relató en una entrevista, logró consolidar un emprendimiento que actualmente abastece a más de noventa puntos de venta y mantiene un margen neto del 25% por unidad. Su historia evidencia los retos y aprendizajes de quienes buscan emprender en la agricultura y la ganadería en España.

El camino de Joan comenzó con una afición modesta por el manejo de animales, sin experiencia previa en explotaciones de mayor tamaño. Con apenas veintidós años se presentó a los premios de autoocupación del Carnet Jove, donde obtuvo un segundo puesto en Baleares y un premio de 7.500 euros, base que le permitió iniciar el proyecto aunque no fue suficiente para cubrir la totalidad de las necesidades. “Durante los tres primeros años tuve que ir reinvirtiendo los ingresos de la granja para consolidar la estructura y solo ahora accedo a financiación externa”, explicó.

La finca que acoge la granja pertenece a su familia, circunstancia que facilitó el arranque. Sus primeras incursiones productivas repartían el esfuerzo entre la carne de pollo y los huevos, aunque pronto decidió especializarse de manera exclusiva en la venta de huevos camperos. Una decisión que, según reconoció, generó estabilidad operativa tras haber detectado que la colaboración con otras empresas para la venta de carne generaba problemas y dependencia externa.

La producción de huevos camperos implica una serie de diferencias clave respecto a los sistemas industriales y ecológicos. Joan detalló que en su granja las gallinas disponen de acceso al exterior durante todo el día. Reciben “mezcla de cereal y grano en el interior, pero su dieta se complementa fuera con hierbas e insectos”. Subrayó que cada gallina dispone de al menos cuatro metros cuadrados, una superficie superior al mínimo reglamentario, y que esta amplitud contrasta con los espacios reducidos en los modelos industriales.

La granja inició sus operaciones con entre 100 y 150 gallinas, pero ha pasado a manejar estructuras más amplias, incorporando hasta seis nuevas razas para diversificar el color de los huevos y enriquecer la experiencia de quienes la visitan. Niños y escolares pueden encontrar huevos marrones, blancos, de tono chocolate, verde o azul. El ciclo productivo de estas aves comienza a las 7:30 horas y se mantiene hasta la primera parte de la tarde. Joan precisa que “el ciclo habitual es de veinticinco días de puesta y cuatro o cinco de descanso”, y que ha llegado a alcanzar un 93% de puesta gracias al foco puesto en el bienestar animal, frente a una media campera del 80%.

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La granja distribuye en 94 puntos de venta

En términos de gestión, la explotación ha crecido tanto que actualmente requiere un equipo de cuatro empleados, divididos entre el manejo animal, envasado, preparación de pedidos y reparto. La organización de estas áreas permitió, según Joan, controlar los procesos y garantizar la trazabilidad del huevo. La profesionalización del negocio ha supuesto inversiones considerables. El emprendedor señaló que “los costes aumentan al crecer, hace falta infraestructura, vehículos especializados y automatización para mantener el nivel”.

El modelo comercial de la granja ha evolucionado hasta alcanzar “hoteles, restaurantes con estrella Michelin, carnicerías, fruterías y hornos”, en palabras del joven emprendedor. Son ya 94 los puntos de venta distribuidos por Mallorca y próximamente se sumará un canal minorista con la apertura de una tienda en la propia finca. El precio actual ronda los treinta y ocho o treinta y nueve céntimos por huevo y, tras descontar los gastos de personal, alimentación, combustible, maquinaria y envases, la rentabilidad se mantiene en torno al 25% de cada venta.

“La principal diferencia entre criar gallinas de forma particular y de manera profesional está en la infraestructura y el coste de los recursos”, apuntó Joan al analizar los retos operativos. Entre los gastos relevantes incluyó la inversión en análisis periódicos para garantizar la calidad del huevo. Aunque reconoce que beneficiarse del terreno familiar ha supuesto una ventaja, la adaptación del espacio, originalmente dedicado al almendro y al algarrobo, implicó una inversión considerable.

Refiriéndose al estado del sector primario, Joan aseguró que este se dirige hacia la integración vertical. Afirmó: “El agricultor tradicional perdía margen al entregar su producto en almacenes. Ahora, los proyectos que prosperan son los que controlan todos los eslabones hasta la venta final”. Según su experiencia, la autogestión de la distribución es la clave de la rentabilidad para los productores en la isla.