Dos mujeres de 26 años viven “en alerta constante” por el encapuchado que les roba la ropa interior: “Observamos a nuestro alrededor todas las horas del día”

Las dos barcelonesas cuentan a ‘Infobae España’ que el “acoso sexual con robo” es continuo desde el mes de junio

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Abril y Laia viven en una ansiedad continua. Las dos jóvenes, de 26 años, están en un estado de “alerta constante” por el acoso de un individuo que les roba la ropa interior del tendedero de su terraza. Casi cinco meses después del primer hurto, en el barrio de Nou Barris de Barcelona, no han obtenido la ayuda de las autoridades.

Según narran las jóvenes para Infobae España, Abril, que lleva viviendo ocho años en el domicilio, y Laia, que se mudó este año con su amiga —a la que conoce hace más de media vida—, no fueron conscientes durante los dos primeros meses de que la pérdida de su ropa interior estaba ligada a un acosador. “La primera sospecha empezó el 28 de junio cuando recibí un pedido de Uber Eats con un pedido de Burger King”, explica Abril.

Pero el detonante de sus sospechas fue comprobar que la comida que le habían dejado en el felpudo tenía gluten. “Yo no había hecho ese pedido” y “si se tratara de algún amigo, familiar o conocido, este sabría que soy celíaca”, relata. Tras este episodio, “totalmente inadecuado y extraño”, y tras la llegada de Laia a la casa, ambas detectaron que les había desaparecido ropa interior. No obstante, en un inicio pensaron que “era fruto de descuidos en algún hotel, casa de los padres, etc.”, al estar en plena época vacacional.

Los objetos que ha dejado
Los objetos que ha dejado el sujeto (Imágenes cedidas)

“Creíamos que éramos unas paranoicas”

El primer indicio inexplicable llegó en septiembre, cuando Laia preparó “una lavadora grande de ropa interior” y al revisarla al día siguiente se dio cuenta “de que ha desaparecido”. Aun así, en este punto no sospechaban que alguien se pudiera estar colando desde la ventana de su terraza para robarles, sino que creyeron que sería por otro descuido.

En paralelo, ese mismo día, apareció “un tanga blanco del que desconocíamos su origen”. Pensaron que podría ser de alguna amiga, “pero preguntamos a todo el mundo y nadie sabía nada”. Menos de 24 horas después, “en otra colada, aparecieron dos tangas con etiqueta y colgados en el tendedero”, declaran.

Dichas prendas tenían el mismo modelo que la que encontraron el día anterior, pero esta vez eran rosa y azul. Así creció su sensación de desprotección en un lugar que debería de ser un espacio seguro. Por este motivo, Abril y Laia decidieron “comprar e instalar una alarma”, que supuso un gasto de cerca de 200 euros.

Las pruebas no se hicieron de rogar, y “esa misma noche obtenemos las primeras imágenes del individuo: iba encapuchado y con gafas de sol, ¡a las 3:30 de la mañana!”, aseguran. Tal y como se puede apreciar en la grabación, el hombre “se acerca, observa la ropa interior, y en el momento que ve la cámara, gira su cabeza y se va”.

“Nuestra reacción fue de puro terror al confirmar la teoría que tanto nos horrorizaba. Nunca habíamos pensado que fuera real, creíamos que éramos unas paranoicas y que esas cosas era imposible que pasaran”, confirman las dos mujeres.

“Hemos tenido que poner tangas como cebo”

Lo que parecía que había disuadido al encapuchado, solo fue una especie de contención, porque “tardó casi dos semanas en volver, pero lo hizo por todo lo grande”. Las jóvenes fueron testigos de lo que parecía una película de terror: “Tres días seguidos robándonos ropa interior y con intimidación constante, con golpes en nuestras ventanas y hasta intentó forzar la cerradura de nuestra puerta principal de casa”, afirman.

En total, han contado un total de 30 asaltos “y hemos identificado falta de ropa interior unas 3-4 veces por semana”, detallan para Infobae España. Además, desde que comenzó este acoso, “habremos comprado unos 100 tangas, es decir, que calculamos que se ha tenido que llevar esta cifra aproximadamente”. El gasto está ya cerca de los 400 euros, por lo que “ya no hablaríamos de acoso sexual con hurto, sino de acoso sexual con robo”, expresan las jóvenes, reiterando, una vez más, que “no se trata de un caso de hurto, sino de acoso sexual”.

En ese momento pusieron una denuncia. No obstante, “para demostrar que se trata de un caso de acoso sexual, hemos tenido que poner tangas como cebo para poder capturar más imágenes del sujeto y demostrar que estos hechos suceden reiteradamente”.

Y es que, lamentablemente, si no entregan unas imágenes concluyentes, “es casi imposible que se considere acoso sexual, sino solamente un caso de hurto o robo”. Por otro lado, las de Barcelona no comprenden cómo las autoridades no lo consideran también como un caso de allanamiento de morada, ya que “el sujeto ha tenido más de medio cuerpo dentro de nuestro balcón y ha usado y tocado objetos del interior, como la fregona (para alcanzar la ropa interior)”, afirman Abril y Laia.

“Nosotras no somos quienes tenemos que poner solución a este tema”

Abril y Laia no solo han pasado por uno de los momentos más horribles y traumáticos de su vida, sino que han tenido que tomar ellas mismas las medidas más seguras y fiables. Dejando aparte la instalación de la cámara, también han cambiado el bombín de la puerta principal, han optado por tender la ropa dentro de casa y “estamos continuamente pendientes de quién pasa por delante de nuestro balcón”.

Ahora, las jóvenes consideran que “nosotras no somos quienes tenemos que poner solución a este tema, porque si no, ¿para qué ponemos la denuncia?”, se preguntan. Abril y Laia esperan que las acciones policiales den con el autor o que el propio acosador las deje en paz, pero afirman: “Nosotras no queremos ni tenemos que irnos de nuestra casa, porque, como digo, es nuestra casa”, aclaran.

Cuentan que hay personas que les han sugerido que sería más rápido enfrentarse al hombre encapuchado, pero ellas se preguntan: “¿Somos conscientes de lo que puede ocurrir? Desconocemos al sujeto y visto lo visto parece no tenerle miedo a nada ni nadie”. Por eso, dicen que “enfrentarnos a él sería un acto de desprotección y peligro para nosotras”, declaran.

Ante la situación, Abril y Laia aseguran que no están “tranquilas” en su hogar. También afirman que “la ansiedad se ha apoderado de nosotras”, por lo que “estamos en alerta constante y más paranoicas que nunca. Observamos a nuestro alrededor todas las horas del día”. Debido a ello, alguna noche se han refugiado en casa de algún conocido “por miedo”.

“Puedo asegurar que no es lo mismo vivir, que vivir con la sensación de que te están vigilando”, declara Abril. Porque hasta las acciones más cotidianas, como “cambiarnos de ropa, ducharnos o hacer nuestro día a día, nos resultan difíciles, pensando que hay alguien fuera que quiere apoderarse de nuestra intimidad”.