Paul Collier, economista de la Universidad de Oxford, defiende la descentralización como fórmula contra la desigualdad: “Ni el Gobierno ni el mercado lo saben todo”

El experto en desarrollo asegura a ‘Infobae España’ que la economía debe volverse “menos arrogante” y aboga por un sistema de transferencias automáticas hacia las regiones menos favorecidas

Guardar
Paul Collier, catedrático de Economía
Paul Collier, catedrático de Economía y Política Pública en la Universidad de Oxford. (Cedida por el autor)

Paul Collier, catedrático de Economía y Política Pública en la Universidad de Oxford, es una de las voces más influyentes en el debate sobre desarrollo y gobernanza regional. El economista británico ha visitado España para presentar su nuevo libro, Rezagados. Una nueva economía para lugares olvidados (Debate). En esta obra, pone el foco en una de las fracturas más profundas de nuestro tiempo: la desigualdad territorial.

Tras décadas de globalización, advierte, muchas regiones del mundo y particularmente de España se sienten abandonadas mientras las grandes ciudades concentran población, oportunidades y servicios. En Rezagados, Collier propone un cambio de paradigma: una economía centrada en los lugares y no solo en los mercados, capaz de reconstruir el tejido comunitario y de impulsar una prosperidad compartida.

El autor ha atendido a Infobae España en la Fundación Rafael del Pino en Madrid para analizar por qué unas regiones prosperan mientras otras quedan atrapadas en la decadencia, qué papel puede jugar la descentralización en la cohesión territorial y por qué la regeneración económica necesita también una renovación moral.

-Pregunta: Quisiera empezar abordando el título del libro. ¿A qué nos referimos cuando hablamos de “rezagados”?

-Respuesta: La causa más típica por la que existen lugares rezagados se da cuando una región recibe un golpe repentino, como mi propia ciudad natal, Sheffield, en Inglaterra. Allí surgió la industria del acero especializado, pero colapsó en los años 80. Mientras Corea del Sur prosperaba gracias a políticas públicas planificadas, el Reino Unido no reaccionó con una estrategia similar.

Otros países afrontaron el mismo problema de manera más eficaz. En Estados Unidos, Pittsburgh, también una ciudad del acero, se reinventó gracias al liderazgo regional y a la inversión en sectores tecnológicos, volviendo a prosperar. En Alemania, regiones como Düsseldorf evitaron el hundimiento al involucrar a bancos locales en la innovación industrial y gracias a un sistema descentralizado que garantiza gasto público equilibrado entre regiones.

Paul Collier (i.) en conversación
Paul Collier (i.) en conversación con Jose Ignacio Torreblanca (d.) en la Fundación Rafael del Pino, en Madrid. (Cedida por Fundación Rafael del Pino)

En contraste, el Reino Unido mantuvo un modelo muy centralizado, concentrando el poder en el Tesoro británico. Con la llegada de Margaret Thatcher en 1979, el país abandonó el enfoque keynesiano basado en la intervención del Estado y adoptó la idea de que “el mercado sabe mejor”. Esto llevó a que, cuando Sheffield colapsó, no hubiera inversión pública para estabilizar la región, sino un traslado del capital privado hacia Londres, ampliando las desigualdades territoriales.

Hoy ni “el Gobierno lo sabe todo” ni “el mercado lo sabe todo”. Ambas ideas saltaron por los aires en 2008, con la crisis financiera. Nos enfrentamos a lo que llamamos “incertidumbre radical”: problemas para los que no sabemos cuáles son las respuestas.

-P: ¿Y cómo se sale de esa espiral decadente?

-R: Aceptar que no sabemos es liberador, porque nos permite hacer una pregunta pragmática: ¿cómo podemos descubrir qué funciona? La única manera de saberlo es experimentando. Infobae, por lo que entiendo, es un medio innovador y tecnológico. ¿Cómo trabaja la tecnología moderna? No dice “tenemos las respuestas”, sino “descubramos”. Se experimenta, se prueba. Y esa es la respuesta ante la incertidumbre radical: probar.

En el sector público, eso implica descentralizar el poder. Devolver competencias a los niveles locales, porque el centro no lo sabe todo. Las autoridades locales conocen mejor su contexto. Además, debe haber transferencias fiscales automáticas de las zonas más prósperas a las más rezagadas. Eso otorga responsabilidad a los gobiernos regionales: no pueden independizarse, pero pueden gestionar sus recursos con libertad.

Deben establecer redes de aprendizaje mutuo, donde los líderes y los técnicos de los gobiernos regionales se reúnan regularmente, compartan lo que hacen, cooperen y compitan. Las ideas se difunden rápidamente dentro de una red. Así ha funcionado Silicon Valley: como un ecosistema de innovación en red. El sector público debe crear lo mismo. Eso es lo que debería promover un buen líder nacional.

-P: En el caso español, las zonas rurales de interior llevan décadas perdiendo población, actividad y servicios, que se concentran en las grandes ciudades y en la costa. ¿Qué políticas se podrían aplicar para los ciudadanos de estas zonas que se sienten olvidados?

-R: Lo fundamental en España, como en el resto de países en situaciones similares, es que cada región tenga al menos una “ciudad del futuro” exitosa, un centro dinámico con empleos e industrias avanzadas. Por ejemplo, en una región remota como Galicia, Santiago de Compostela podría desempeñar ese papel. Pero además hacen falta rutas de transporte que conecten eficazmente las zonas rurales con esa ciudad, para que la gente pueda vivir en su lugar de origen y trabajar en el nuevo centro de oportunidades.

Es decir: es necesaria una política nacional que garantice que cada región tenga una ciudad del futuro, con empleos del futuro y empresas del futuro, y que además cuente con una conectividad interna suficientemente buena como para que los ciudadanos puedan vivir en sus comunidades y trasladarse para trabajar. Algunas zonas muy remotas quizá no puedan sostenerse y habrá gente que deba marcharse, pero esa combinación de desarrollo urbano regional y transporte eficiente es, en mi opinión, la estrategia vital.

-P: Otro aspecto importante de su libro es la combinación entre teoría económica y otras disciplinas, como la filosofía o la sociología.

-R: Exacto. La economía debe volverse menos arrogante. Tiene que reconocerse como una ciencia humana y abandonar su modelo central del comportamiento humano, que es muy simplista y está desfasado.

En los años 50, los economistas adoptaron una visión de la teoría evolutiva que hoy sabemos que es errónea: creían que el ser humano había evolucionado para ser egoísta y codicioso, bajo la idea de la “supervivencia del más fuerte”. De ahí nació el “homo economicus”, el individuo perezoso, egoísta y centrado en su propio beneficio. Fue un error enorme. Hoy la nueva teoría evolutiva demuestra que nuestra gran fortaleza como especie es la cooperación dentro de los grupos. Aprendemos rápido unos de otros y nos apoyamos mutuamente.

Paul Collier (i.) en conversación
Paul Collier (i.) en conversación con Jose Ignacio Torreblanca (d.) en la Fundación Rafael del Pino, en Madrid. (Cedida por Fundación Rafael del Pino)

La economía ha tardado en reconocer esto, pero la revolución intelectual ya está en marcha. Un ejemplo es Angus Deaton, premio Nobel de Economía, que ha cantado el mea culpa. Reconoce que las ideas que él y su generación promovieron deben ser repensadas. De hecho, ha apoyado mi libro y comparte la necesidad de una economía basada en los territorios y en las redes sociales. Es un momento apasionante para la disciplina.

-P: ¿Cree que para regenerar la economía es necesario un cambio de mentalidad que refuerce la idea de la justicia contributiva?

-R: Sí, completamente. Trabajo estrechamente con Michael Sandel, un filósofo comunitarista que defiende que los grupos marginados o rezagados deben ser incluidos generando objetivos comunes a los que todos tengan el deber de contribuir. Él plantea tres condiciones para que se dé esta situación.

Primero, igualdad de voz para decidir cuáles son los objetivos comunes. Segundo, los grupos exitosos no deben mostrar desprecio por los rezagados, sino escucharlos y reconocerlos, que tengan paridad también en cuanto a respeto. Y tercero, que las comunidades rezagadas tengan las condiciones materiales necesarias para poder contribuir. Solo cuando se cumplen estas tres condiciones puede exigírseles a los rezagados que contribuyan al bien común. Mientras tanto, la prioridad es garantizar esas condiciones. Este principio puede aplicarse a cualquier país, también a España.

Declaraciones de Cuerpo sobre la mejora de las predicciones del FMB sobre la economía española (EFE)

-P: Para reconstruir un proyecto común, también es necesario, más allá de la teoría economía, el apoyo social al espíritu comunitario. En su libro menciona ejemplos de movimientos colectivos exitosos en el pasado. ¿Hoy serían posibles?

-R: Vivimos un momento difícil. Las redes sociales, pese a que los grandes titanes de la Costa Este de Estados Unidos como Zuckerberg pensaban que unirían al mundo, han hecho justo lo contrario. Han polarizado a las personas. Las redes sociales son una jungla de la ira y el desprecio. Eso dificulta enormemente reunir a la gente en torno a un objetivo común. Pero los primeros pasos, aunque sean los más difíciles, son los más importantes. Y por eso hay que tratar de encontrar vías para hacerlos lo más fáciles posible.

El tipo de acción dependerá del contexto, esa es la tarea de un líder en un lugar rezagado: encontrar una causa simple que sea suficientemente atractiva. Veamos el ejemplo de un país muy pobre: Ruanda. En 1998, el presidente Paul Kagame propuso un objetivo común para la capital, Kigali: que fuera una ciudad limpia y segura. Para contribuir a esa meta, utiliza un viejo consejo y pide que un sábado por la mañana cada mes todos los ciudadanos, incluidos los altos funcionarios, salgan a limpiar las calles. Recurrió a un concepto tradicional de unidad y ese pequeño gesto generó cohesión social. Hoy Kigali es una ciudad limpia y funcional.

Esta iniciativa puede ser diferente, por ejemplo, en España, en ciudades como Sevilla. Sevilla es una ciudad preciosa. El Gobierno nacional organiza allí varios eventos internacionales para mostrarla al mundo, y el Gobierno local puede aprovechar eso con acciones simples que fortalezcan la comunidad. Un buen líder local debe encontrar algo similar, adaptado a su entorno.