El primer trabajo marca la desigualdad salarial de los estudiantes universitarios, según un estudio

Tener el mismo título, en la misma universidad y el mismo expediente académico, no asegura la igualdad a la hora de buscar trabajo

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Dos estudiantes tienen el mismo
Dos estudiantes tienen el mismo título universitario, pero uno llegará más lejos que otro. (Jorge Gil/Europa Press)

Cada vez son menos los que piensan que tener un título universitario garantiza la inclusión en el mercado laboral. Incluso, que dos personas con el mismo título tienen las mismas oportunidades. Nada más lejos de la realidad. Un estudio elaborado por el National Bureau of Economic Research (NBER) ha afirmado que la igualdad desaparece tras cruzar la puerta con el diploma.

La investigación ha sostenido que hasta cuando dos graduados que han estudiado lo mismo, en la misma universidad y con el mismo expediente académico, la brecha de la desigualdad reaparece con fuerza en el momento de buscar el primer trabajo. La explicación: el origen socioeconómico. Hoy en día, de dónde vienes, sigue marcando el rumbo laboral y económico de los jóvenes.

“La brecha salarial por universidad y características demográficas que permanece es aún más grande, siendo alrededor de 4.235 euros”, indican los investigadores del estudio. Es decir, cinco años después de la graduación, los jóvenes de origen humilde ganan, de media, un 12% menos que quienes vienen de familias acomodadas. La diferencia se traduce en 7.600 euros año. Es más, controlando por carrera, universidad, notas y otros factores previos, la desigualdad económica persiste.

La primera brecha, el primer empleo

El análisis sitúa el momento crítico en la transición al primer empleo. La investigación demuestra que es el primer contrato, y no el título, el que consolida (o erosiona) la igualdad de oportunidades. “En conjunto, las características del primer empleo, incluyendo el salario inicial, pueden explicar el 27% de la variación en los ingresos del quinto año, muy por encima del 2% explicado por las características previas a la universidad o el 6% por los predictores al final de la carrera”, señala estudio.

El salario inicial explica por sí solo el 17% de la variación en los ingresos a cinco años, mientras que el sector, el tamaño de la empresa o el encaje entre formación y puesto aportan un 12% adicional. Los graduados de bajos ingresos comienzan con un salario medio de 32.500 euros, un 12% inferior al de sus compañeros de mayores recursos, que alcanzan los 36.900.

Además, los primeros suelen incorporarse a empresas donde el salario medio en un 18% inferior y con menor probabilidad de obtener un contrato indefinido al finalizar sus estudios. En este sentido, solo el 34% llega al último año con un puesto garantizado, frente al 39% de los estudiantes de familias con más recursos.

El sueldo medio de las mujeres en España es un 16% inferior al de los hombres y todavía existe brecha salarial.

La necesidad de aceptar el trabajo pese a su precariedad

Las dificultades económicas tras la graduación son frecuentes. Entre la promoción que se graduó en 2017 (la estudiada por los investigadores), casi uno de cada cuatro egresados tuvo ingresos por debajo del umbral de pobreza en el primer año, y más del 25% experimentó al menos tres meses sin ingresos Los estudiantes de origen humilde, además, presentaron el doble de solicitudes de seguro de desempleo en los dos años posteriores a finalizar la carrera que los de mayores recursos.

El estudio señala que el primer empleo actúa como un filtro que traduce en términos laborales las ventajas o desventajas acumuladas antes de la universidad. La capacidad de contar con redes familiares, contactos, apoyo económico, información sobre el mercado y margen para rechazar ofertas poco atractivas incide de manera directa en la calidad del primer contrato.

También, quienes pueden permitirse esperar una oportunidad mejor tienden a acceder a empleos con salarios iniciales más altos y mejores perspectivas de desarrollo profesional. En cambio, quienes no cuentan con ese respaldo suelen aceptar el primer trabajo disponible, aunque sea precario, lo cual condiciona la trayectoria posterior.

La investigación concluye que, si las desigualdades reaparecen y se amplifican en la transición al empleo, el foco de las políticas públicas debe desplazarse hacia ese momento. Hasta ahora, buena parte del esfuerzo institucional se ha concentrado en garantizar el acceso a la universidad y reducir la brecha en la graduación. Sin embargo, el estudio demuestra que estas medidas no son suficientes si la desigualdad se reinstala inmediatamente al dar el salto al mercado laboral.