Después de 100 años de búsqueda, aparecen en Canadá las joyas perdidas de Zita, la última emperatriz de Austria

El hallazgo incluye joyas de la Emperatriz María Teresa, la Reina María Antonieta y el Emperador Francisco I

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Fotografías de las joyas de
Fotografías de las joyas de la Emperatriz Zita de Austria, compartidas en redes sociales por A.E Köchert, una de las joyerías más antiguas de Austria. (Instagram)

Durante más de 100 años, el paradero de las joyas de Zita de Borbón-Parma, última Emperatriz de Austria y Reina de Hungría, fue un enigma que alimentó leyendas familiares e históricas. Ahora, una maleta olvidada en una caja fuerte de un banco en Quebec ha revelado el tesoro: un conjunto de piezas de incalculable valor artístico y simbólico que pertenecieron no solo a Zita, sino también a figuras como la Emperatriz María Teresa, la Reina María Antonieta y el Emperador Francisco I. Entre las joyas destaca el legendario diamante Florentino, una gema de 137 quilates cuya pista se perdió tras la caída del Imperio Austrohúngaro.

El hallazgo, confirmado por fuentes de la familia imperial a The New York Times y El Debate, pone fin a una de las búsquedas más prolongadas del patrimonio europeo. La historia del tesoro se remonta a 1918, cuando la familia Habsburgo abandonó Viena al finalizar la Primera Guerra Mundial. Zita y su esposo, el Emperador Carlos I, iniciaron entonces un largo exilio que los llevó a Suiza, Madeira, España, Bélgica, Francia y finalmente Canadá.

Durante cada desplazamiento, la emperatriz llevó consigo una pequeña maleta en la que guardaba las joyas más preciadas de la familia, convencida de que representaban no solo un valor material, sino también la memoria de una dinastía. Fue en 1940, ya en territorio canadiense y ante la amenaza nazi en Europa, cuando Zita decidió depositar la maleta en una caja de seguridad para protegerla de cualquier riesgo.

Antes de morir, dejó una instrucción a sus descendientes: el contenido debía permanecer oculto hasta que se cumplieran 100 años de la muerte de su esposo, ocurrida en 1922. El secreto se mantuvo fielmente hasta este año, cuando la familia decidió abrir el cofre y confirmar que, efectivamente, contenía el tesoro imperial perdido.

Todo el contenido de la maleta

Las piezas incluyen obras maestras de la joyería europea, muchas elaboradas por los talleres Köchert, joyeros de la corte imperial. En la actualidad, su descendiente Cristoph Köchert fue el encargado de autentificar las piezas. Además del diamante Florentino, se hallaron una venera del Toisón de Oro engastada en diamantes, la misma que llevó el emperador Carlos en su capilla ardiente en Madeira, un reloj tallado en una esmeralda en forma de pera y varios alfileres de sombrero decorados con rubíes, esmeraldas y diamantes. También figuran regalos que la emperatriz María Teresa ofreció a su hija María Antonieta, símbolos de un linaje que entrelazó las casas reales de Austria, Francia e Italia.

Imágenes de uno de los asaltos y algunos de los relojes de lujo robados por la banda desarticulada. (Guardia Civil)

El archiduque Carlos, nieto de Zita y actual jefe de la Casa Imperial, ha anunciado que las joyas se exhibirán durante seis meses en un museo canadiense antes de regresar a una caja fuerte. “Nos sentimos profundamente honrados de compartir este legado con el público y agradecidos con Canadá, que dio refugio a nuestra familia y a su patrimonio”, declaró. La familia ha dejado claro que las piezas no serán vendidas, sino conservadas como parte de su herencia cultural.

Debate sobre su propiedad y valor

La reaparición de las joyas ha despertado inevitablemente el interés de historiadores, coleccionistas y autoridades. En Austria, no se descarta que surjan voces reclamando que el Estado investigue la procedencia del tesoro, aunque los herederos aseguran haber realizado un exhaustivo trabajo legal para confirmar que las piezas forman parte del patrimonio privado de la familia. El conjunto quedará bajo la tutela de un fideicomiso canadiense con 33 beneficiarios directos, descendientes de Zita hasta la segunda generación.

Zita con su esposo y
Zita con su esposo y su hijo mayor Otón después de la coronación real en Hungría (1916)

El valor económico del lote resulta imposible de calcular, pero su carga simbólica trasciende cualquier tasación. El diamante Florentino, considerado una de las gemas más importantes de la historia, ha sido protagonista de mitos que lo relacionan con la mala suerte de sus propietarios. “Todo el que lo toca tiene mala suerte”, bromeó el archiduque Carlos. Hoy, un siglo después de su desaparición, el tesoro imperial vuelve a la luz como testimonio de una Europa desaparecida y de la lealtad de una familia que supo custodiar su historia en una simple maleta.