
La postura de España sobre el Sáhara Occidental cambió por completo hace dos años y medio. En ese momento, Pedro Sánchez envió una carta al rey Mohamed VI en la que reconocía la propuesta de autonomía planteada por Marruecos para esa región como la “base más seria, creíble y realista” para encontrar una solución para el conflicto. Se trata de una fórmula que plantea delegar algunas competencias a la población, pero dentro de un Estado centralista, el marroquí. En la práctica, supondría alejar la vía de la autodeterminación que reclaman los saharauis, y que hasta entonces España había apoyado.
El pasado viernes, la ONU se unió a esta propuesta y aprobó una resolución donde acepta el plan de la autoridad marroquí como principal vía de negociación. El Frente Polisario, que lidera el movimiento de liberación, ha expresado su decepción. Y es que sus aliados más fieles se han puesto de perfil y han permitido que avance una propuesta que descarta en un alto porcentaje su derecho de libre determinación. China y Rusia se abstuvieron en la votación, mientras que Argelia no acudió al Consejo. España dejó de ser un aliado con aquella carta de Sánchez.
En estos momentos, no se conoce un posicionamiento público del Gobierno respecto a la resolución de la ONU. No obstante, la propuesta marroquí, que viene de 2007, ya la reconoció España en 2022. El organismo saharaui lamentó en aquel momento el cambio de opinión y, desde entonces, ha instado al Gobierno español a volver a la casilla de salida.
Ahora, con la comunidad internacional inclinando la balanza en favor de Marruecos, resulta complicado creer que España pueda dar un segundo giro de guion. La carta y la posterior reunión entre Pedro Sánchez y Mohamed VI, realizada también en 2022, fue celebrada por Moncloa como “una nueva etapa en las relaciones entre España y Marruecos” y como “un momento histórico y necesario”.

“España y Marruecos son países vecinos, amigos y socios, por lo que la relación bilateral es estratégica para ambos”, aseguró el Gobierno. El apoyo al plan marroquí en el Sáhara Occidental no fue más que otra moneda de cambio en el acuerdo alcanzado. Una concesión que suponía una contradicción ideológica, pero que era positiva en la estrategia geopolítica. Y es que los países acordaron otros pendientes que tenían en materia comercial y, sobre todo, migratoria. “Se incluye la recuperación de manera progresiva de la plena normalidad en la circulación de bienes y mercancías en los pasos fronterizos de Ceuta y Melilla, incluyendo los dispositivos apropiados de control aduanero y de personas a nivel terrestre y marítimo”, destacó Moncloa en ese entonces.
Los ‘fuegos’ que buscaba apagar la carta de Sánchez
El conflicto por el Sáhara Occidental se remonta a 1975, cuando el ejército español abandonó la región —lo que explica su “deuda histórica” con la situación de los saharauis— y Marruecos ocupó el territorio, que reclama como propio frente a las aspiraciones de independencia del Frente Polisario (apoyado, entre otras naciones, por la vecina Argelia).
En el reciente libro La Guerra del Estrecho, de Alejandro López, analista de política internacional y director de Descifrando la Guerra, el autor se pregunta hasta donde está dispuesto ceder el Gobierno con tal de evitar una escalada violenta con Marruecos. Primero cambió su postura sobre el Sáhara, pero las demandas marroquíes podrían crecer.
Una de las primeras voces españolas en pronunciarse tras el Consejo de Seguridad de la ONU ha sido la de Irene Montero. La eurodiputada de Podemos ha lamentado que la ONU “ceda a las amenazas de los matones de EEUU”. El ámbito progresista defiende el derecho de decisión de los saharauis, que choca frontalmente con la decisión que tomó el Ejecutivo de Sánchez.
De esta manera, a la pregunta de “qué quiere el PSOE de Marruecos”, Alejandro López resume la respuesta en un “colchón de intereses en el Magreb”. Con esto, hace referencia a la intención del Gobierno de cerrar con esta región diversos conflictos y heridas que cada cierto tiempo siempre se reabrían. Una consecuencia directa de su cambio de postura fue la recuperación de la normalidad en la circulación de bienes y mercancías en la frontera.
La migración es otro de los temas relacionados más relevantes. Marruecos ha recibido acusaciones de ser laxo con la salida de personas desde su país hacia las ciudades autónomas, Canarias y la península, aunque estuviese su vida en juego. En 2021, el líder del Frente Polisario, Brahim Gali, fue hospitalizado en España por “razones humanitarias”. Días después, miles de personas entraron en Ceuta atravesando sin problemas la frontera con Marruecos. El Gobierno ha buscado con su acercamiento que Mohamed VI endurezca el control migratorio.
No obstante, los intereses asociados a la región van mucho más allá. El Gobierno español trata de diseñar un equilibrio en las relaciones de dos máximos rivales, Marruecos y Argelia, mientras compra y vende gas a ambos. Ahora, EEUU ha entrado en esta relación con el objetivo de encontrar un acuerdo. La delimitación de los espacios aéreos y marítimos y la ambición expansionista de algunos movimientos marroquíes que miran a Ceuta y Melilla son otros de los ‘fuegos’ que Sánchez trató de apagar con aquella carta. Ahora, además, eso le ha situado en la misma posición que la ONU.
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