
Las condiciones de arrendamiento de las residencias asignadas a miembros de la Familia Real británica han generado controversia tras conocerse los detalles sobre la mansión del príncipe Andrés. La revelación de que el duque de York no pagó alquiler por su vivienda en Royal Lodge durante dos décadas impulsó la revisión de los contratos de otros integrantes de la familia. El enfoque actual se dirige a Eduardo, duque de Edimburgo, quien ocupa Bagshot Park, una mansión de 120 habitaciones situada en Surrey.
De acuerdo con información publicada por The Times, la situación del príncipe Eduardo contrasta con la de su hermano Andrés. Un informe de la Oficina Nacional de Auditoría detalla que el hijo menor de Isabel II ha abonado al menos hasta 2007 el valor de mercado por el arrendamiento de Bagshot Park, respeto que no existió en el caso de Royal Lodge. El contrato de Eduardo, firmado en marzo de 1998, estipuló inicialmente el pago de 5.000 libras esterlinas (menos de 6.000 euros) anuales por un periodo de 50 años. Sin embargo, esta cifra se incrementó posteriormente a 90.000 libras esterlinas (102.000 euros) al año, calificada por la documentación oficial como “valor de mercado”. El aumento coincidió con una aportación de 1,36 millones de libras esterlinas (1,5 millones de euros) realizada por Eduardo para las reformas del inmueble, mientras que la Corona cubrió los 3 millones de libras esterlinas (3,4 millones de euros) restantes en trabajos de renovación.

Según los datos revelados por The Times, existe incertidumbre respecto al pago de alquiler tras una modificación contractual ocurrida en 2007. Se informó entonces una extensión del arrendamiento por 150 años a cambio de 5 millones de libras esterlinas (5,6 millones de euros), aunque no se especificó si el alquiler continuó calculándose a precio de mercado. Además, el periódico indicó que se omitieron detalles relevantes en el Registro de la Propiedad, lo que dificulta una evaluación completa de los términos vigentes.
La gran diferencia con el expríncipe Andrés
Las comparaciones con el caso de Andrés Mountbatten- Windsor han nutrido el debate público. La semana anterior, se conoció que el exduque de York mantenía un contrato por el que solo debía abonar “un céntimo, si se lo exigían” por su mansión de 30 habitaciones en Windsor. The Times reveló que Andrés no pagó alquiler por Royal Lodge después de aportar 7,5 millones de libras esterlinas (8,5 millones de euros) para las obras finalizadas en 2005, tras asumir el contrato de arrendamiento en 2003. El alquiler simbólico aplicado en su caso corresponde a una cantidad nominal prevista legalmente, cuya función se limita a cumplir con los requisitos formales sin tener un coste real para el arrendatario.

Esta diferencia contractual ha llevado a miembros del Parlamento a plantear si los acuerdos firmados por Andrés asegurarían la mejor relación calidad-precio para las arcas públicas y si los fondos para renovaciones provinieron del erario. Los contratos de las residencias reales han adquirido relevancia en la opinión pública ante la posibilidad de que los costos de las obras hayan sido financiados total o parcialmente mediante recursos públicos.
Así es Bagshot Park, la residencia del príncipe Eduardo
Bagshot Park, residencia actual de Eduardo, tiene una larga historia. Catalogada como monumento histórico de Grado II, la finca se encuentra a 17 kilómetros al sur de Windsor. Sus primeros orígenes datan de unas cabañas construidas para el rey Carlos I, demolidas en 1877. La mansión actual fue edificada para el príncipe Arturo, duque de Connaught, entre 1879 y 1880. El hijo de la reina Victoria utilizó Bagshot Park como domicilio principal hasta su fallecimiento en 1942.
Luego de diversas funciones militares, la propiedad fue ofrecida al Departamento de Capellanes del Ejército Real antes de ser asignada, en 1999, a Eduardo y su esposa Sofía como obsequio de la reina Isabel II, con motivo de su boda en la capilla de San Jorge en Windsor. En la mansión han crecido sus hijos, Lady Louise Windsor, de 21 años, y James, conde de Wessex, de 17 años. Durante el confinamiento, la familia compartió imágenes del interior de Bagshot Park, que incluye oficinas, una sala de billar y un invernadero acristalado. El escrutinio sobre los gastos y las condiciones de sus contratos continúa, mientras aumentan las demandas de transparencia sobre el mantenimiento de las residencias vinculadas a la Casa Real británica.
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