No uses la tarjeta de crédito para pagar la compra: estas son las razones que dan los expertos

La tarjeta de crédito nació para facilitar las grandes compras, como electrodomésticos o viajes, pero su uso se ha extendido hasta los pequeños gastos diarios

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Pago con tarjeta (Freepik)
Pago con tarjeta (Freepik)

Pagar la compra del supermercado con tarjeta de crédito se ha convertido en un gesto cotidiano para millones de consumidores. Una opción rápida, cómoda y sin necesidad de llevar efectivo, lo que parece muy inofensivo. Sin embargo, los economistas y expertos en finanzas personales han advertido que esta práctica puede convertirse en un riesgo silencioso para el presupuesto familiar. Detrás de la aparente comodidad se esconden trampas psicológicas y financieras que pueden empujar al endeudamiento y alterar la percepción del valor del dinero.

Y es que el uso indiscriminado de las tarjetas de crédito para gastos cotidianos, como la alimentación o los productos de limpieza, está generando un patrón de consumo menos consciente y más propenso al exceso. La digitalización de los pagos, según el digital italiano Linkedin Caffe, ha modificado la relación que las personas tienen con el dinero. Ahora se gasta más, se planifica menos y, a menudo, se pierde de vista el impacto real de cada compra en la economía doméstica.

La falsa sensación de “pagar después”

La tarjeta de crédito nació para facilitar las grandes compras, como electrodomésticos o viajes, pero su uso se ha extendido hasta los pequeños gastos diarios. Este cambio, aparentemente inocente, ha tenido un efecto psicológico, porque pagar con la tarjeta reduce la percepción inmediata del gasto. Al no ver el dinero salir de la cartera, la mente registra la transacción con menos intensidad emocional, lo que, además, impulsa más al consumo.

En España, una familia media destina unos 400 euros al mes solo en alimentación. Cuando esos gastos se cargan a crédito, la sensación de ya se pagará genera una peligrosa ilusión de liquidez. A final de mes, la suma puede sorprender, ya que pequeños importes acumulados acaban generando saldos pendientes, intereses y comisiones bancarias.

Los expertos recuerdan que los intereses de las tarjetas de crédito pueden superar fácilmente el 20% anual en operaciones de pago aplazado. Es decir, si un hogar recurre habitualmente a este método para cubrir su cesta de la compra, puede terminar pagando casi el doble de lo que realmente gasta. Las entidades financieras, por su parte, obtienen beneficios directos de esta dinámica a través de los intereses y comisiones, alimentando un círculo difícil de romper para el consumidor medio.

Facua critica la subida del precio de los huevos en los supermercados.

Recuperar el control: el valor del efectivo

Frente a este panorama, los especialistas en finanzas personales recomiendan una estrategia sencilla pero eficaz: volver al efectivo para los gastos cotidianos. Aunque pueda parecer un paso atrás en plena era digital, pagar con billetes y monedas tiene una ventaja clave: ofrece una percepción inmediata y tangible del gasto. Cada pago se siente, literalmente, en la mano.

Además, los economistas aconsejan reservar la tarjeta de crédito para compras mayores, en las que el pago a plazos o la trazabilidad resultan útiles: por ejemplo, la adquisición de un electrodoméstico o un mueble. En cambio, el uso habitual de la tarjeta en la compra diaria o en el restaurante solo contribuye a perder control sobre el gasto.

Educación financiera para evitar el endeudamiento

El ejemplo de Finlandia resulta revelador. El país nórdico ha puesto en marcha una estrategia nacional de educación financiera con el objetivo de concienciar a los ciudadanos sobre los riesgos del endeudamiento y la importancia de gestionar correctamente los medios de pago. En otros países europeos, incluida España, crece también el debate sobre la necesidad de una mayor transparencia en los contratos de tarjetas de crédito y sobre la promoción de hábitos financieros responsables.

Los expertos coinciden en que el primer paso es informarse: leer con atención las condiciones del contrato, evitar tarjetas con intereses abusivos y, sobre todo, no recurrir al crédito para gastos que forman parte del día a día.