La entrada en prisión de Nicolas Sarkozy, condenado a cinco años por asociación ilícita y financiación ilegal, ha supuesto un duro golpe para su entorno, en especial para su esposa, Carla Bruni, quien se ha convertido en su mayor apoyo y le ha acompañado —emocional y físicamente— hasta su ingreso en la cárcel parisina de La Santé.
La cantante y actriz, que dedicó una emotiva carta pública de despedida al expresidente francés, se queda al cuidado de Giulia, la hija de 14 años que el matrimonio tiene en común, refugiada en el lujoso hogar que la pareja comparte en una de las zonas más exclusivas de París.
Además, la ex primera dama dispone de otro refugio en la costa francesa, una mansión familiar en la que acostumbra a pasar épocas vacacionales y que, ante el complicado momento que atraviesa, puede convertirse en un necesario remanso de paz en el que huir del ruido mediático.
Las residencias de Bruni y Sarkozy constituyen auténticos refugios, cada uno con su propia identidad y significado. El Château Faraghi, situado en el sur de Francia, representa la herencia familiar y la conexión con la naturaleza. Por su parte, el palacete parisino en Villa Montmorency encarna la sofisticación urbana y la vida social de alto perfil. Ambas propiedades, aunque diferentes en estilo y contexto, comparten una atmósfera de privacidad y distinción, y han sido testigos de momentos cruciales en la trayectoria de la pareja.
Château Faraghi: historia y vida familiar
El Château Faraghi, en el Domaine du Cap Nègre, se erige como un símbolo de la historia familiar de Bruni. Construido en 1937 por el arquitecto André Faraggi, este pequeño castillo de piedra y tejas se asienta sobre un acantilado, rodeado de pinos y con vistas al Mediterráneo. La villa, concebida como una fortaleza discreta, cuenta con una decena de habitaciones y un extenso parque donde predominan los limoneros y las plantas de lino.

La decoración interior permanece prácticamente intacta desde los años 30, en respuesta al deseo de Virginio, hermano de Carla Bruni, quien, según palabras de Marisa Borini en Vanity Fair, “hizo que se reemplazaran de forma idéntica los objetos desgastados por el tiempo”. La familia Bruni Tedeschi imprimió su propia historia a la casa, sin alterar su esencia original, y la convirtió en un refugio cargado de recuerdos y vivencias.
La privacidad ha sido siempre una prioridad en Cap Nègre. Durante la citada entrevista, la madre de Carla Bruni pidió discreción al periodista, ya que ni siquiera sus hijas sabían de la visita. La villa, reconocible desde el mar por sus dos torres, ha sido escenario de veranos familiares y de la rutina cotidiana del matrimonio Bruni Sarkozy, como el jogging matutino del expolítico, observado por veraneantes a la espera de un saludo presidencial. En su libro Le temps des combats, el expresidente describe la propiedad como “una gran casa de piedra y tejas plantada sólidamente en lo alto del cabo, sin pretensión pero con elegancia. El interior es confortable, pero también sin afectación, lujo innecesario u ostentación. La familia Bruni ha sido elevada al rango de virtudes cardinales. La casa es, por tanto, a su imagen”.

Villa Montmorency: exclusividad y estilo
En contraste con el ambiente mediterráneo de Cap Nègre, el palacete de Villa Montmorency en París ofrece una visión de la vida urbana más exclusiva. La residencia, ubicada en el distrito XVI, se encuentra en una colonia privada que ha sido sinónimo de distinción y privacidad durante más de un siglo. Sus calles, bordeadas de plátanos centenarios, han acogido a escritores, artistas y aristócratas, y hoy albergan embajadas y residencias diplomáticas. La elección de este enclave por parte de Bruni y Sarkozy responde a la combinación de prestigio, seguridad y ese aire de “vieja nobleza urbana” que caracteriza a la alta sociedad parisina.

Arquitectónicamente, el palacete es un ejemplo del clasicismo parisino, con fachada de piedra clara, mansardas de pizarra y grandes ventanales que inundan de luz las estancias. La propiedad, de 3.000 m², incluye seis dormitorios, una casa de invitados, piscina cubierta, spa, sala de cine y un garaje con capacidad para diez vehículos. El jardín, de 1.700 m², actúa como un oasis urbano, protegido por altos muros cubiertos de hiedra y enredaderas, y se extiende como una prolongación natural del interior.
El interior del palacete refleja una mezcla de tradición y modernidad. Los suelos de parquet de roble, las boiseries restauradas y los techos altos evocan la Belle Époque, mientras que la decoración combina muebles art déco, obras de arte contemporáneo y detalles personales de Carla Bruni, como guitarras y fotografías familiares. La escalera de hierro forjado y los mosaicos en damero aportan un aire artístico y sofisticado. Nicolas Sarkozy, más clásico, ha reservado un rincón de lectura con ediciones de La Pléiade y retratos de escritores, creando un ambiente acogedor en contraste con los regios salones del Elíseo.
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