El mural de Djokovic es vandalizado en Belgrado tras su apoyo a las protestas juveniles y su traslado a Grecia

El tenista se ha mostrado cercano a los estudiantes que protestan contra el Gobierno de Serbia tras el derrumbe del techo de la estación ferroviaria que dejó 16 muertos

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Las pintadas en el mural
Las pintadas en el mural de Djokovic en Belgrado. (X/@sportklub)

Novak Djokovic, la gran figura del tenis mundial, se ha visto envuelto en una controversia política que ha escalado rápidamente desde sus declaraciones de apoyo a las protestas juveniles en Serbia hasta la profanación de su mural en Belgrado y su posterior decisión de trasladar su residencia a Grecia.

El conflicto empezó a cobrar visibilidad pública cuando Djokovic expresó su respaldo a los estudiantes y jóvenes que, desde finales de 2024, han protagonizado masivas movilizaciones reclamando rendición de cuentas y cambios políticos tras la tragedia en la estación ferroviaria de Novi Sad, que causó 16 muertos.

En declaraciones recogidas en enero de 2025, el tenista condenó la violencia contra los manifestantes y dijo que no podía fingir que no pasaba nada, enviando así un mensaje claro de simpatía hacia la movilización juvenil. Estas palabras, pronunciadas en el marco del circuito internacional, fueron interpretadas por sectores leales al Gobierno como un gesto político que rompía con la tradicional neutralidad de algunas figuras deportivas.

Blanco de las críticas

Del reconocimiento nacional por sus éxitos deportivos, Djokovic pasó a ser objeto de duras críticas en segmentos de la prensa progubernamental y de columnas de opinión que lo tildaron de “traidor” o “falso patriota” por su cercanía a las demandas estudiantiles, aun cuando el tenista no ha lanzado una crítica explícita al presidente Aleksandar Vučić. Medios y tabloides próximos al poder, al igual que algunos seguidores extremistas, se han centrado en desacreditar su figura y cuestionar sus motivos, alimentando una campaña que ha polarizado a la opinión pública.

Las tensiones han llegado al terreno simbólico, ya que un mural dedicado a Djokovic en Belgrado fue recientemente vandalizado con pintura negra, según informaciones difundidas por varios medios. La obra, realizada por un colectivo de artistas locales, fue borrada en un acto que pintores y defensores de la libertad de expresión calificaron de “intimidatorio”. El autor del mural condenó el acto y advirtió sobre el clima de creciente hostilidad hacia las expresiones artísticas que se interpretan como críticas al status quo.

Mudanza a Grecia

En medio del acalorado debate público, Djokovic ha trasladado su residencia y la de su familia a Atenas, Grecia, una decisión que, según varios medios, responde a deseos de proteger a su entorno y desarrollar proyectos deportivos en un lugar más tranquilo.

Analistas consultados por la prensa internacional señalan que la situación ilustra la fragilidad de las figuras públicas cuando se adentran en debates políticos sensibles. Algunos defienden el derecho de Djokovic a expresar su solidaridad con causas civiles, mientras que otros dictaminan que su papel debería limitarse a lo deportivo para no alimentar fricciones internas. Mientras tanto, el caso del mural y la cobertura agresiva por parte de determinados medios ponen de relieve la polarización del país y el riesgo de que la política instrumentalice los símbolos deportivos.

En definitiva, el caso Djokovic, con su mezcla de deporte, arte, prensa y política, seguirá siendo un termómetro de las tensiones en Serbia. La mudanza a Grecia y la relocalización de eventos vinculados a su nombre proyectan un escenario en el que las decisiones personales de una figura mediática tienen efectos públicos y organizativos, y donde la libertad de expresión y la protección de artistas y ciudadanos se mantienen en el centro del debate.