Un profesor de 92 años quiere ver a sus antiguos alumnos y acuden más de 100 personas: “Es uno de los días más felices de mi vida”

El docente es recordado como alguien que no solo impartió conocimiento, sino que dejó huella en carreras

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 Este es el caso
Este es el caso de Marco Faresin , de 92 años, quien dedicó 40 años a la docencia de contabilidad en el Instituto Fusinieri de Vicenza. (Freepik)

En la etapa académica de un individuo, el tipo de educación que recibe puede definirlo en el futuro. En este proceso, los profesores son pilares imprescindibles, ya que actúan como intermediarios entre aquello que los estudiantes desconocen y aquello que puede motivarlos frente a la vida.

Algunos docentes se limitan a impartir clases; otros, aunque son excelentes profesionales en su materia, no logran conectar con sus alumnos. Sin embargo, existe un tercer grupo, poco común, cuya enseñanza deja una huella profunda en quienes los escuchan. Son esos profesores que no solo transmiten conocimiento, sino que inspiran y motivan.

Este es el caso de Marco Faresin, un profesor que dedicó 40 largos años a la enseñanza. Encargado de impartir contabilidad en el Instituto Fusinieri de Vicenza, en Italia, hoy, a sus 92 años, antiguos alumnos conmemoran su labor. Tras toda una vida entregada a la educación, muchos de ellos reconocen la importante huella que dejó. Además, aseguran que no fue solo el contenido de sus clases lo que los marcó, sino la forma en que enseñaba. Gracias a ello, conserva un lugar muy especial en su memoria.

Los estudiantes acuden a la
Los estudiantes acuden a la fiesta de un profesor que dejó huella en sus vidas. (Freepik)

Una invitación a una fiesta

Tras tantos años de enseñanza, el profesor tenía solo un deseo: volver a ver a sus alumnos. Fue él mismo quien dio el primer paso. A sus 92 años, decidió contactar a sus antiguos estudiantes y organizar una celebración conjunta.

Cien personas respondieron a la llamada. El día de la fiesta, alumnos de distintos puntos de la provincia de Vicenza se pusieron en marcha para celebrar al maestro. No fue sencillo, pero lograron reunirse estudiantes de muchas generaciones. “Fue uno de los días más felices de mi vida”, dijo un emocionado Faresin. “No se imaginan la alegría que sentí al ver a todos mis antiguos alumnos reunidos”. Algunos rostros no los había visto en 50 años. El encuentro reunió a varias clases de los años 70. “Mis días están contados, pero nunca olvidaré este sentimiento”. Verlos juntos, dice, le dio una alegría inmensa.

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Para que todo ocurriera, un grupo de exalumnos mayores lo ayudó, buscando a compañeros lejanos y recuperando amistades. Y lo consiguieron. El 28 de septiembre, Faresin los recibió en Villa Lioy, una residencia histórica. Lo encontraron como en sus mejores días. Llevaba traje y corbata, más elegante que nunca. Abrazó a sus alumnos uno por uno. “Volverlos a ver me ha devuelto años y fuerzas”, dijo emocionado, en un gran homenaje a sus enseñanzas, tanto en la escuela como en la vida.

“En aquel entonces, no teníamos nada”, dice Faresin. “Pero nos las arreglábamos. Hoy, cuando lo tenemos todo, quizás nos falten los valores humanos”. Luego añadió: “Los encontré a todos juntos ese día. Un sincero agradecimiento a quienes me ayudaron a hacer realidad un sueño”.

La noche se terminó con un encuentro extraordinario. Muchos se miraban con sorpresa al reconocerse, como si el tiempo no hubiera pasado. Por unos instantes, la distancia de los años se desvaneció. Para Faresin, no fue solo un reencuentro, sino el testimonio vivo de una educación que deja raíces.