
La directora Kathryn Bigelow vuelve a estar de actualidad gracias al estreno de su última película, Una casa llena de dinamita, que aborda la amenaza terrorista. Pero también se celebra el aniversario de una de sus mejores películas y la única de su carrera inscrita dentro del género de la ciencia ficción.
Antes de cimentar su reputación actual dentro del cine político con títulos como En tierra hostil o La noche más oscura (Zero Dark Thirthy), la cineasta estrenó en 1995 Días extraños, que con el tiempo, se ha convertido en una película de culto y visionaria en muchos aspectos.
Sin embargo, en su momento se consideró un fracaso absoluto, lo que sumergió a Bigelow en una etapa de ostracismo de la que le costó salir.
Adicción a las experiencias extremas
La trama de Días extraños se sitúa en los últimos días de 1999, en una Los Ángeles distópica marcada por la violencia, la desigualdad y la inminencia del cambio de milenio.
El protagonista, Lenny Nero (interpretado por Ralph Fiennes), es un ‘exagente’ de policía que trafica con una tecnología ilegal conocida como SQUID (Superconducting Quantum Interference Device). Este dispositivo permite grabar y reproducir experiencias humanas directamente en el cerebro, de modo que los usuarios pueden vivir en primera persona recuerdos ajenos, desde delitos violentos hasta fantasías sexuales.

La película arranca con una secuencia en primera persona que sumerge al espectador en un robo y una muerte violenta, estableciendo de inmediato el tono ‘hiperrealista’ y perturbador de la propuesta.
El guion, escrito por James Cameron y Jay Cocks a partir de una idea original de Cameron (que fue su marido pero que, en aquel momento, ya estaban divorciados), explora las implicancias éticas y sociales de esta tecnología.
De alguna forma, la película anticipó la adicción contemporánea a las pantallas y la fascinación por el ‘voyeurismo’ digital, al tiempo que utilizaba el SQUID como una metáfora del consumo de violencia y sufrimiento ajeno. En palabras del personaje principal, los usuarios buscan “fragmentos de la vida de alguien, puros y sin cortes”, una descripción que encapsula la deshumanización inherente a la experiencia.
La historia se complicará cuando Lenny reciba una grabación que documenta el asesinato de Iris (Brigitte Bako), una prostituta amiga de su exnovia Faith Justin (Juliette Lewis). Junto a Lornette “Mace” Mason (Angela Bassett), su amiga y conductora, Lenny se verá envuelto en una conspiración que conecta el crimen con el homicidio de Jeriko One (Glenn Plummer), un rapero afroamericano de gran influencia social. La investigación revela que Jeriko fue asesinado por dos policías blancos, en un claro eco de los casos de brutalidad policial que sacudieron a Estados Unidos en los años previos al estreno del filme.
Inspirada en los disturbios raciales de los años 90
La inspiración directa de Días extraños proviene de la convulsa realidad de Los Ángeles a principios de los 90, especialmente de los disturbios tras la absolución de los agentes implicados en la paliza al taxista afroamericano Rodney King.
La propia Bigelow, que participó en las labores de limpieza tras los disturbios, trasladó al guion la rabia, frustración y desigualdad que percibió en la ciudad. La película no rehúye mostrar la crudeza de la violencia racial, la corrupción policial y la misoginia, abordando temas como la agresión sexual y la impunidad institucional con una franqueza poco habitual en el género.
El dispositivo SQUID no solo es el motor de la trama, sino que también funciona como comentario ‘meta-cinematográfico’ sobre el acto de mirar y ser testigo. Así, la película convierte al espectador en cómplice, al obligarlo a experimentar en primera persona tanto la adrenalina de la acción como el horror de la victimización.
La puesta en escena de Días extraños destaca por su ambición técnica y visual. El rodaje de las secuencias en primera persona requirió complejos sistemas de cámara, especialmente en la escena inicial, donde un doble de riesgo salta entre edificios mientras filma desde su propio punto de vista. El clímax de la película tiene lugar durante una masiva ‘rave’ de fin de milenio, rodada en el centro de Los Ángeles con la participación de diez mil extras y actuaciones musicales reales, lo que refuerza la atmósfera caótica y festiva del desenlace.
Un fracaso de taquilla que se convirtió en clásico de culto
A pesar de su audacia, Días extraños fue un fracaso en taquilla. La incomprensión del público y la crítica de la época relegaron a Bigelow a un periodo de proyectos menores y escasa visibilidad, sobre todo si tenemos en cuenta que el anterior proyecto de la cineasta había sido el mega éxito Le llaman Bodhi. No fue hasta el estreno de En tierra hostil en 2008, que la directora recuperó el reconocimiento, obteniendo el Oscar y consolidando una nueva etapa en su carrera, caracterizada por el abordaje de temas políticos y sociales de gran calado.
El paso del tiempo ha revalorizado Días extraños como una obra precursora del subgénero tech-noir, en la línea de clásicos como Blade Runner y Minority Report. Una historia de cine negro en un entorno ‘cyberpunk’ donde el protagonista se ve arrastrado a una trama de asesinatos y corrupción que remite a los arquetipos del Hollywood clásico y una película de ciencia-ficción visionaria tal y como se describe en la actualidad.

La interpretación de Ralph Fiennes como Lenny Nero fue destacada por su versatilidad, encarnando a un personaje vulnerable y moralmente ambiguo, alejado de los papeles más emblemáticos de su carrera. Angela Bassett, por su parte, ofrece una actuación que merecía el reconocimiento de la Academia, dotando a su personaje de una fuerza y humanidad que anclan la dimensión política del relato.
Hoy, a treinta años de su estreno, Días extraños es reconocida como una obra que anticipó debates actuales sobre tecnología, vigilancia, racismo y alienación social. ¿La mala noticia? De forma inexplicable, no se encuentra disponible en ninguna plataforma.
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