El misterio de la última alca gigante: investigadores descubren el paradero de los restos de esta ave extinta hace 180 años

En 1844, un grupo de saqueadores estranguló a los dos últimos ejemplares. La especie se había convertido en un tesoro para los coleccionistas y cazadores dada su rareza

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Pintura de un alca gigante
Pintura de un alca gigante realizada para ilustrar una tarjeta de un juego de 30 tarjetas coleccionables de "Tiere der Urwelt" (Animales del Mundo Prehistórico). (Heinrich Harder/Wikimedia Commons)

El alca gigante (Pinguinus impennis), un ave marina no voladora, pobló en un pasado ya remoto todo el Atlántico Norte. Se encontró en Escocia, en Islandia, en Groenlandia, en Escandinavia e incluso en Canadá y el norte de los Estados Unidos. Sin embargo, como ha ocurrido en múltiples ocasiones a lo largo de la historia, la mano del ser humano acabó por reducir drásticamente el número de ejemplares y, posteriormente, sentenció su extinción.

Durante siglos, el alca gigante fue perseguido y cazado de forma desmesurada para obtener su carne como alimento y su plumaje como abrigo. En el siglo XIX, se había convertido en una rareza, puesto que los últimos ejemplares ya solamente se encontraban en zonas acotadas de Islandia. Esto, lejos de frenar la intensa acción del hombre, no hizo más que alimentar su interés por obtener un individuo de alca gigante, reducido a objeto de coleccionismo.

Su final se precipitó en 1844, concretamente en la isla islandesa de Eldey: un grupo de saqueadores se encontró con una pareja de alcas gigantes que protegían su único huevo. Su tamaño y su incapacidad para volar les impidió defenderse, por lo que fueron estranguladas hasta la muerte y el huevo se rompió.

En ese momento no se sabía, pero estos asesinatos suponían la pérdida de la especie, ya que fueron los últimos ejemplares avistados de forma fiable. Este grupo de saqueadores había sido contratado por un comerciante danés, conocedor de que obtener estas raras aves le reportaría grandes beneficios. La localización de sus restos se convirtió en un misterio ornitológico, ya que se desconocía dónde había ido a parar la pareja de alcas gigantes. Hoy, sin embargo, esta incógnita ya tiene respuesta.

El paradero de las últimas alcas gigantes

En 2017, un grupo de investigadores, a través de pruebas de ADN, localizó al macho en el Real Instituto Belga de Ciencias Naturales (RBINS) de Bruselas, en Bélgica; los resultados fueron publicados en la revista Genes. Ahora, en 2025, tras más de 180 años desde su muerte, se ha encontrado a la hembra, según informó el equipo encargado de este segundo estudio el 19 de septiembre en la Zoological Journal of the Linnean Society.

Espécimen de alca gigante (Pinguinis
Espécimen de alca gigante (Pinguinis impennis) y réplica de un huevo, en Kelvingrove, Glasgow. (Mike Pennington/Wikimedia Commons)

La piel de la hembra de alca gigante que cazaron los saqueadores en 1844 se encuentra en el Museo de Historia Natural y Ciencias de Cincinnati, en Ohio (Estados Unidos). No obstante, el personal de la institución desconocía que se tratase de la última de su especie, tal y como recoge la revista Science, dependiente de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia.

Hasta llegar a este hito, sin embargo, hay que poner el foco en 1844 para comprender cómo acabaron allí los restos del ejemplar y de qué manera los investigadores han podido comprobar que se trataba de la hembra estrangulada hace 180 años. Tras ser cazadas, las alcas llegaron a Reikiavik, donde un boticario les quitó la piel y metió sus corazones y otro órganos en frascos de whisky, sellándolos con grasa de ballena. Estos botes fueron enviados a Dinamarca, donde han permanecido desde entonces en el Museo de Historia Natural del país.

Con respecto a las pieles, en 1845 un comerciante de Copenhague las vendió: la primera de ellas, el macho, llegó al Real Instituto Belga de Ciencias Naturales en 1847, como se supo tras el estudio publicado en 2017; la hembra, por el contrario, continuaba en paradero desconocido.

En un primer momento se creía que estaba conservada en el Museo de Historia Natural del Condado de Los Ángeles, por lo que el equipo de investigadores solicitó muestras de tejido a este y otros museos europeos y estadounidenses en los que se pensaba que podía encontrarse la última alca gigante. Compararon este ADN con el de los órganos conservados en Dinamarca, que sí se sabía con certeza que pertenecieron a la pareja de 1844.

Con el macho tuvieron suerte, pero no con la hembra, que no coincidía. Por ello, investigaron más a fondo el registro histórico y descubrieron que podría encontrarse en Cincinnati, ya que el Museo de Historia Natural y Ciencias había pagado 25.000 dólares en una subasta de 1974 para obtener un ejemplar de alca gigante que había pertenecido a la aviadora y coleccionista de aves Vivian Hewitt.

Para comprobarlo, se cortó una pequeña parte del tejido de la planta del pie del espécimen (para evitar daños visibles) y se procedió a la secuenciación del genoma mitocondrial, dando como resultado “una coincidencia idéntica a los órganos del alca gigante hembra matada en la isla Eldey en junio de 1844″, explican los investigadores en el estudio.

Toma de muestras de la
Toma de muestras de la almohadilla del alca de Cincinnati, alojada en el Museo de Historia Natural y Ciencia. (Heather Farrington/Centro del Museo de Cincinnati)

Se llega así al final del misterio ornitológico del paradero de la última pareja de esta especie, que “es icónica y su muerte fue crucial en la historia de la gran extinción de las alcas”: “Resolver el misterio de su paradero no solo pone de relieve el uso de ADN antiguo para resolver preguntas como esta, sino que también proporciona una conclusión largamente buscada”.

Una vez hallada su localización, la última hembra de alca gigante permanecerá en el museo de Cincinnati, donde había sido guardada tras una renovación en 2016. Tras este descubrimiento, podría volver a ser exhibida al público, según destaca la revista Science.

La extinción por la acción humana: otros casos de ‘endlings’

La historia de esta especie es una de las más trágicas en cuanto a extinción se refiere. La amenaza constante del ser humano provocó que el área en el que habitaba el alca gigante se fuese reduciendo drásticamente. Como ha ocurrido con muchos otros animales a lo largo de la historia, afectados por la caza furtiva y la consideración de trofeos, la importancia de su conservación no se pone sobre la mesa hasta que ya es demasiado tarde.

Lo mismo ocurrió en España con los bucardos, una subespecie de cabra montés que habitaba en la cordillera de los Pirineos. Su desaparición en el lado francés en 1910 y la emisión de una orden ministerial en 1913 para prohibir expresamente su caza no detuvo la presión cinegética. En 1987 se registró la última reproducción de los bucardos y en 1990 se observó por última vez a un macho.

Ni la cría asistida ni el cruce con otras especies, técnicas que ya llegaban tarde, dieron frutos, por lo que en 1999 los científicos capturaron a Celia, la última hembra, y congelaron sus células en nitrógeno líquido. Con su muerte el 6 de enero del año 2000, se puso en marcha un intento de clonación transmitiendo embriones con el material biológico de Celia a cabras montesas de otras subespecies.

En julio de 2003, nació un clon de Celia, lo que supondría el primer intento de desextinción de una subespecie extinguida. Sin embargo, la cría había heredado las enfermedades de la última bucarda, víctima de la consanguinidad a la que el peligro de extinción había abocado a la especie. Así, pasados 10 minutos, murió, dando cuenta de la importancia de poner en marcha técnicas de conservación cuando todavía son posibles.

Un investigador sostiene a Rómulo y Remo, dos cachorros de lobo con genes de lobo terrible

Celia, como los dos alcas gigantes asesinados en 1844, son endlings, es decir, últimos individuos de una especie o subespecie. Los restos de ambos, además, se conservan como recuerdos de la pérdida de la biodiversidad (los de la bucarda en el Centro de Visitantes del Parque Nacional de Ordesa). Los investigadores del estudio La búsqueda de las últimas grandes alcas: el ADN antiguo resuelve un misterio de 180 años, además, destacan que fue en Cincinnati, donde ahora se encuentra la última hembra de alca gigante, donde algunas especies encontraron su final: “El zoológico de Cincinnati albergó a la última paloma migratoria, Martha, fallecida en 1914, y al último periquito de Carolina, Incas, fallecido en 1918″.

Todos ellos se convierten, por desgracia, en ejemplo de las consecuencias que la mano del ser humano deja en la naturaleza. “Ambas especies [la paloma migratoria y el periquito de Carolina] fueron numerosas en su momento y las causas de su extinción, al igual que la del alca gigante, pueden atribuirse a los humanos”. Como el bucardo, el lobo de Tasmania (el último murió en cautividad en 1936) o el dodo (se extinguió en el siglo XVII); como una larga lista de especies que en tiempos pasados dominaron sus áreas y vieron mermadas sus poblaciones a consecuencia de la caza masiva o la pérdida de sus hábitats.