
Hasta ahora, la preocupación de muchos padres se ha centrado en la cantidad de horas que sus hijos dedican a redes sociales, videojuegos o televisión, ante la sospecha de que un mayor uso podría traducirse en un deterioro del bienestar psicológico. Sin embargo, los nuevos hallazgos sugieren que la realidad es más compleja de lo que se pensaba.
Una investigación publicada en Psychiatry Research ha examinado datos de más de 23.000 adolescentes noruegos de entre 14 y 16 años, evaluando tanto el tiempo dedicado a las pantallas como la presencia de trastornos psiquiátricos y síntomas autoinformados. Además, el estudio incorporó el análisis de información genética, un aspecto poco explorado en trabajos previos sobre el impacto del uso de pantallas en la salud mental.
Según los resultados, 3.829 participantes presentaban un diagnóstico psiquiátrico, mientras que el resto no. En los tres tipos de uso de pantallas analizados, se identificaron asociaciones claras con la presencia de enfermedades mentales. El equipo liderado por la investigadora Evgeniia Frei también observó que quienes pasaban tres, cuatro o más horas diarias frente a una pantalla reportaban puntuaciones más altas en la gravedad de los síntomas psicológicos.
El estudio fue más allá de los diagnósticos formales e incluyó la evaluación de síntomas comunicados directamente por los adolescentes. Esta aproximación permitió detectar que el aumento del tiempo de exposición a pantallas se relacionaba con una mayor severidad de los problemas de salud mental, tanto en diagnósticos clínicos como en manifestaciones subjetivas.
Uno de los aportes más novedosos de la investigación reside en el uso de datos genéticos para calcular el riesgo individual de padecer trastornos como depresión, TDAH, trastorno del espectro autista y anorexia nerviosa. Los análisis estadísticos avanzados revelaron que los puntajes de riesgo genético para estos trastornos mostraban asociaciones significativas con el tiempo de pantalla, lo que sugiere que la predisposición genética podría influir tanto en la aparición de problemas de salud mental como en la tendencia a dedicar más tiempo a dispositivos electrónicos.
El tiempo de pantalla en un segundo plano
Un hallazgo adicional del estudio fue que los adolescentes con menor tiempo en redes sociales también presentaban un riesgo elevado de problemas de salud mental. Esta observación podría estar relacionada con jóvenes que, debido a condiciones como el trastorno del espectro autista, experimentan dificultades para establecer vínculos sociales incluso en entornos digitales. Los autores consideran que este fenómeno merece una investigación más profunda.
La evidencia previa, como la revisión de meta-análisis realizada por Sanders y colaboradores en 2024, ya había establecido una asociación estadísticamente significativa entre el aumento del tiempo en redes sociales y la depresión, basada en datos de más de 1,9 millones de personas. No obstante, la integración del componente genético en el estudio de Frei aporta una explicación adicional sobre por qué algunos adolescentes son más susceptibles tanto al uso intensivo de pantallas como a los trastornos mentales.
Estos resultados abren nuevas preguntas sobre la interacción entre factores genéticos y conductuales en la salud mental adolescente, y subrayan la necesidad de enfoques más matizados para comprender y abordar el impacto del tiempo de pantalla en esta población.
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