
Escuchar algún ladrido ocasional forma parte de la convivencia, pero cuando el perro del vecino ladra de forma constante, durante horas y sin control, la situación puede convertirse en algo más que una simple incomodidad. En España, este tipo de ruido puede considerarse una perturbación hacia el vecindario, algo reconocida por la legislación para proteger el derecho al descanso y a la tranquilidad dentro del hogar.
La Ley de Propiedad Horizontal, en su artículo 7.2, prohíbe expresamente realizar actividades molestas, insalubres o que alteren la convivencia dentro de una comunidad. A su vez, el Código Civil, en su artículo 1902, responsabiliza a quienes ocasionen daños a otros mediante ruidos o vibraciones excesivas. Además, la Ley 37/2003, del Ruido, regula la contaminación acústica y permite a los ayuntamientos fijar límites de decibelios y sancionar conductas que los superen. En función de la gravedad, las multas pueden ir desde los 100 hasta más de 12.000 euros, y en algunos casos, se pueden adoptar medidas adicionales para cesar la fuente del ruido. Asimismo, estas normas se complementan con las ordenanzas municipales, que determinan los horarios de silencio y los niveles máximos de ruido permitidos en viviendas. En la mayoría de municipios españoles, los periodos más protegidos son las noches y las primeras horas de la mañana.

Sin embargo, no todos los ladridos son sancionables. Para que se consideren una molestia anormal, deben cumplirse varios criterios:
- Intensidad y frecuencia: ladridos fuertes, continuos o repetitivos.
- Duración: si ocurren durante horas o días seguidos.
- Horario: especialmente durante la noche o en horas de descanso.
- Contexto: no se valora igual en una finca rural que en un bloque de pisos urbano.
Si esos ladridos te impiden dormir, concentrarte o disfrutar de tu vivienda, es probable que constituyan una perturbación acústica sancionable.
Procedimiento legal
Los ayuntamientos tienen competencia directa en materia de ruido. Si el perro ladra en horarios prohibidos o supera los límites establecidos, puedes presentar una denuncia ante la Policía Local. Los agentes pueden acudir a tu domicilio, constatar el ruido e iniciar un expediente sancionador. En los casos más graves, se puede requerir al propietario del animal que adopte medidas de adiestramiento o control, e incluso imponer sanciones. Además, es útil registrar pruebas del ruido mediante grabaciones. Si se llega a juicio, estos elementos serán fundamentales para acreditar la existencia de la molestia.
No obstante, antes de acudir a los tribunales, la ley aconseja intentar una mediación vecinal o conciliación, un procedimiento gratuito que busca alcanzar un acuerdo entre las partes. Si no se logra, el siguiente paso es interponer una demanda civil por cesación de actividad molesta, amparada en el artículo 7.2 de la Ley de Propiedad Horizontal. El juez puede ordenar al propietario del perro que adopte medidas correctoras, imponerle una multa o incluso prohibirle el uso temporal de la vivienda si persiste en su conducta.
En definitiva, antes de llegar a los tribunales, es importante agotar las vías de diálogo, recopilar pruebas y, si es necesario, acudir a la mediación. La ley protege el derecho a disfrutar de la vivienda en paz, y ofrece herramientas claras para actuar frente a quienes perturban la convivencia con ruidos excesivos.
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