
Irene Rosales ha dado un paso al frente. En plena etapa de transformación personal tras su ruptura con Kiko Rivera, la sevillana ha regresado a la televisión por la puerta grande, convirtiéndose en protagonista de una de las noches más comentadas de Bailando con las estrellas. No lo ha hecho como concursante oficial, sino como “bailarina por una noche”, un formato que le ha permitido mostrar una nueva faceta, más decidida, más libre y, sobre todo, más suya.
La excolaboradora de Telecinco ha brillado en el escenario, sorprendiendo a jurado y público por su soltura y seguridad. “Vengo a disfrutar”, repetía una y otra vez antes de salir al plató, como si ese verbo fuese el lema que resume su momento vital. “Nunca he hecho absolutamente nada de baile. Estoy en un momento de mi vida en el que necesito experimentar nuevos retos, experimentar nuevas sensaciones y nada, disfrutar un poco y quitarme problemas de la cabeza”, confesó ante Jesús Vázquez, consciente de que su paso por el programa sería más simbólico que competitivo.
Rosales atraviesa una fase marcada por la introspección y el deseo de volver a sentirse bien consigo misma. Durante el programa, los jueces y el propio presentador insistieron en definir su actuación como el reflejo de una “nueva etapa”. Y ella no lo desmintió. “Un poco, por qué no. Tengo 34 años y tengo que decir, esta soy yo, aquí estoy y voy a disfrutar. Y sigo aquí. He disfrutado muchísimo más que en los ensayos porque ya tenía todo el pescado vendido, entonces voy al lío”, declaró al terminar su coreografía, aún emocionada.
Esa frase —“esta soy yo”— se volvió especialmente significativa cuando comenzó a sonar la canción que había elegido para su baile: Soy yo, de Marta Sánchez. Una letra que habla de resiliencia, de cerrar etapas y de redescubrirse tras el desamor. “Aquí estoy, sin mirar atrás. Sigo mi vida sin más”, entonaba la artista en una sincronía casi perfecta con el momento personal que vive Irene. Una elección que, según Pelayo Díaz, uno de los miembros del jurado, “parece toda una declaración de intenciones”.
Y lo fue. “Un poco sí”, respondió ella con naturalidad, dejando entrever que su actuación era mucho más que una simple coreografía televisiva: era una forma de afirmar que sigue en pie, que ha decidido disfrutar sin mirar atrás, y que la vida continúa tras su ruptura con el hijo de Isabel Pantoja.

Reencuentro con Anabel Pantoja, entre complicidad y distancia
Su participación, sin embargo, no estuvo exenta de morbo mediático. Su actuación iba de la mano de Anabel Pantoja, prima de su ahora exmarido. Ambas compartieron ensayos, risas y un emotivo reencuentro que desmontó cualquier rumor de tensión entre ellas.
En una de las grabaciones mostradas en el programa, se pudo ver a Irene entrando en la sala de ensayo y saludando cariñosamente a Anabel: “¿Estabas durmiendo?”, bromeó. La sobrina de Isabel Pantoja no tardó en corresponder el gesto: “Te hacen falta unos pucheros. Qué delgada estás...”, comentó con ternura. Irene respondió sincera: “Estoy comiendo, pero los nervios…”.
Más allá de los comentarios, lo que quedó claro es que ambas mantienen una buena relación. “Nos vemos de vez en cuando, pero ella vive en Canarias y yo en Sevilla”, explicó Rosales en directo, zanjando así cualquier especulación sobre una supuesta distancia emocional. En el plató, su complicidad fue evidente, aunque ambas optaron por mantener los temas personales fuera del concurso.

Una gala llena de emoción, lesiones y despedidas
La última gala de Bailando con las estrellas fue de infarto. El formato presentado por Jesús Vázquez y Valeria Mazza vivió una noche repleta de emociones, donde no faltaron los reencuentros, los contratiempos y hasta un abandono inesperado. La humorista Sara Escudero, una de las concursantes más queridas, se vio obligada a retirarse por una dolorosa tendinitis que le impedía continuar. “La cabeza dice ‘no puedes’, pero el corazón dice ‘inténtalo’. No poder ensayar ha sido horroroso”, explicó entre lágrimas, antes de anunciar su adiós voluntario.
Su marcha, según las normas del concurso, supuso la salvación automática de Iago García, quien compartía nominación con ella. El actor, visiblemente emocionado, la despidió con unas palabras llenas de cariño: “Sara es como un duende de luz. Es una persona que nos aporta mucho brillo, mucha simpatía y mucha bondad en un programa que parece competitivo, pero en manos de ella no lo es en absoluto”.
El resto de la gala estuvo marcada por el susto de Bárbara Rey, que perdió el equilibrio durante su coreografía, aunque supo improvisar y salir airosa; la espectacular actuación de Blanca Romero, que encendió el plató con un tango apasionado; y el liderazgo indiscutible de Tania Medina, que volvió a demostrar por qué es una de las favoritas del público.
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