Suero o lágrimas artificiales: una especialista explica las diferencias

El uso frecuente de dispositivos electrónicos y la permanencia en espacios climatizados favorecen la aparición de síntomas de ojo seco

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Una persona que se echa
Una persona que se echa gotas en los ojos en una imagen de recurso. (Infobae)

La incidencia del síndrome del ojo seco ha experimentado un notable incremento en los últimos años. Afecta no solo a personas de edad avanzada, sino también a los jóvenes por la exposición prolongada a las pantallas y ambientes climatizados artificialmente secos. El riesgo de desarrollar ojo seco aumenta con la edad, pero cada vez más jóvenes presenten este síndrome. Además, las mujeres a partir de la menopausia, aproximadamente desde los 50 años, muestran una mayor predisposición debido a los cambios hormonales, como señala un artículo de la Clínica Baviera, en el que se detalla que este trastorno constituye el principal motivo de consulta oftalmológica y se estima que entre un 15 % y un 30 % de la población lo padece.

El ojo seco se manifiesta cuando el sistema lagrimal no logra mantener la lubricación adecuada de la superficie ocular. Esta deficiencia puede deberse a una producción insuficiente de lágrima, a una alteración en su calidad o a la combinación de ambos factores. La lágrima, compuesta por agua, electrolitos, minerales, mucinas y ácidos grasos, cumple funciones esenciales: nutre de oxígeno a la córnea, mantiene la hidratación y lubricación, facilita la visión al crear una superficie óptica transparente, ejerce acción antibacteriana y protege frente a infecciones e irritaciones.

La alteración de la película lagrimal repercute directamente en la calidad de vida del paciente. Los síntomas pueden oscilar desde molestias leves, como sensación de cuerpo extraño, fotofobia, visión borrosa, lagrimeo e irritación, hasta complicaciones más graves y persistentes si no se trata adecuadamente. Entre las consecuencias más severas se encuentran infecciones, inflamación de la córnea o la conjuntiva, queratitis punteada, úlceras corneales e incluso pérdida de visión.

En pacientes jóvenes, el síndrome puede aparecer de forma puntual, asociado a factores ambientales o hábitos de vida. Entre los desencadenantes más frecuentes se encuentran ambientes secos o ventosos, uso de aire acondicionado o calefacción, exposición solar intensa, tabaquismo activo o pasivo, uso de lentes de contacto, cirugía ocular, enfermedades autoinmunes como el síndrome de Sjögren, artritis reumatoide o lupus eritematoso, estrés, consumo de ciertos medicamentos (antihistamínicos, ácido retinoico), alteraciones palpebrales y uso excesivo de pantallas electrónicas. En este último caso, la reducción de la frecuencia de parpadeo favorece la evaporación de la lágrima y agrava el problema.

Qué hacer ante la sequedad en los ojos

El tratamiento del síndrome del ojo seco debe adaptarse a las características individuales del paciente, su historial médico, la causa subyacente, la gravedad y la respuesta a tratamientos previos. Según la Clínica Baviera, el abordaje puede ser temporal, si la causa es transitoria, o crónico, cuando el déficit es permanente. Las lágrimas artificiales constituyen la opción terapéutica más común. Estos productos, que imitan la composición de la lágrima natural, se aplican como colirios y existen en múltiples formulaciones, con o sin conservantes, según la tolerancia del paciente. Para casos severos, se emplean geles oculares, que contienen una mayor proporción de sustancias lipídicas y proporcionan una lubricación más prolongada.

¿Suero o lágrimas artificiales?

La farmacéutica Irene González, en un video a través de su cuenta de TikTok (@boticonsejo) señala que hay quienes desconocen las diferencias entre el suero y las lágrimas artificiales. Por ello, ha decidido explicar las cualidades de estos dos líquidos que sirven para tratar los síntomas del ojo seco. Mientras que el suero es “agua con sal que está de forma estéril”, las lágrimas artificiales son “lubricantes o polímeros que lo que hacen es hidratar al ojo y, además, intentan imitar a una lágrima artificial”. Así, detalla que el suero se emplea para limpiar el ojo y las lágrimas artificiales están más enfocadas para la sequedad, la irritación y la fatiga ocular. “No estoy diciendo que uno sea mejor que otro, sino que cada uno está indicado para cosas diferentes”, puntualiza, de modo que en caso de ojo seco siempre serán más eficaces las lágrimas artificiales porque “el suero no será suficiente y seguirás teniendo los mismos problemas”.