La denunciante del caso Gürtel narra su bajada a los infiernos a través del autor Javier Bardón: “Si Ana no tuviera la personalidad que tiene, ya estaría muerta”

Ana Garrido denunció en 2009 las irregularidades del Ayuntamiento de Boadilla del Monte sin saber que ante ella tenía la trama que acabó con el Gobierno de Mariano Rajoy

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Portada de 'Ana contra Gürtel'.
Portada de 'Ana contra Gürtel'.

La vida de Ana Garrido (Málaga, 1966) comenzó a desmoronarse en 2009, cuando decidió denunciar las irregularidades que presenciaba en el Ayuntamiento del municipio madrileño de Boadilla del Monte en el que trabajaba como técnico de Juventud, bajo el mandato del popular Arturo González Panero. Tras casi dos décadas trabajando en el consistorio, comenzó a recibir presiones desde la alcaldía para firmar adjudicaciones ilegales. La situación le llevó a cogerse una baja, y es ahí cuando empezó a desarrollar un dossier que más tarde superaría el centenar de páginas para regoger las presuntas irregularidades cometidas en su lugar de trabajo. Sin saberlo, Garrido era el germen del estallido del caso Gürtel, una de las tramas de corrupción más grandes y definitorias de la historia de España, que incluso ayudaría a tumbar el Gobierno nacional de Mariano Rajoy en 2018, casi 10 años después.

La intrahistoria de Garrido es lo que recoge ahora el escritor y psicólogo especializado en acoso laboral Javier Bardón en el libro Ana contra Gürtel (Alrevés, 2025), la historia de una de los dos denunciantes de la trama —también lo hizo el exconcejal del PP José Luis Peñas— que lo perdió todo: su trabajo, su casa —vivió una temporada como okupa—, sus amigos, su familia. Se la jugó por hacer lo correcto. “Para ella esta historia no es su historia, sino es la historia de todos los denunciantes de corrupción”, relata el autor en su entrevista con Infobae España.

-Pregunta: En la primera página avisas de que, aunque está inspirada en acontecimientos políticos reales, es una obra de ficción. Ya usaste ficción política en Retales de una bandera blanca, sobre la historia ficcionada de la candidatura municipalista Somos Alcalá. ¿Por qué recurres a ese género?

-Respuesta: Me interesan las historias reales, pero muchas veces no puedes contarlas como ocurrió, ni con nombres reales porque te juegas una denuncia. Hay que tener cuidado. Muchos nombres son ficticios porque podrían denunciarme y yo no tendría pruebas, aunque sepa que ocurrió. Intento camuflarlo o incluso cambiar el género para cubrirme legalmente, aunque otras veces sí son reales. Por eso está la nota del autor al principio, un disclaimer.

-P: ¿Cómo llegas al proyecto de hacer un libro que cuente la experiencia de Ana?

-R: Yo conocía la historia de Ana desde hace muchos años. Se hizo muy famosa en los tiempos del 15-M, 2011-2012, cuando había mucha indignación por la corrupción. Ella era un símbolo de la lucha anticorrupción porque había descubierto la trama Gürtel y salía mucho en los medios. Era una historia bastante conocida. Yo me indigné con el caso y empatizaba con ella, pero habían pasado bastantes años. Para entonces estaba escribiendo otro libro, en clave de humor, también sobre la corrupción en Madrid: el caso del cuadro de Goya del marido de Esperanza Aguirre. Yo estaba escribiendo una historia en clave sarcástica e irónica. Documentándome, vi vídeos y apareció Ana. Pensé: “¿Qué será de esta mujer?” Casi no me acordaba ya. Recordé que la madre de una amiga la conocía. Pedí el teléfono, llamé a Ana y así la conocí. Dio la casualidad de que estaba en Madrid —ahora vive en Cádiz—. Quedé con ella y me dijo que nunca había contado su historia. Se lo habían ofrecido varias veces, pero le removía mucho y para ella es una historia que no ha acabado. Hoy en día sufre secuelas por denunciar este caso.

-P: Hablas de secuelas por su acoso político y mediático. Coincide con que tú estás especializado en psicopatologías laborales.

-R: Ella no se sentía segura para contar la historia porque pensaba que la reviviría. Muchas víctimas de violaciones o acoso tienen trastorno postraumático, y al hablarlo reviven la situación y les provoca mucho malestar. Pero el hecho de que yo fuera psicólogo le dio confianza. A mí me ayudó estar especializado en acoso laboral, que era lo que más me interesaba en la carrera. Ella sufrió acoso: cuando vuelve de Costa Rica [la magnitud de la trama obligó a Ana a cogerse una excedencia y refugiarse durante dos años en el país], sus compañeras y sus jefes empiezan a acosarla. El acoso laboral muchas veces es que todos te hacen el vacío: van a desayunar y no te dicen nada, hablan a tus espaldas... Para quien lo sufre es devastador porque te sientes solo mientras tus jefes te acosan y tus compañeras no te apoyan.

Ella denunció al Ayuntamiento por acoso laboral. Ganó en primera instancia, pero recurrieron varias veces y finalmente lo ganó, pero pasaron muchos años. Durante ese tiempo ya no trabajaba en el Ayuntamiento y no tenía ingresos. Ahí tuvo que vender la casa y se fue a un piso okupa. Vivió en varias casas okupas. Fue un drama.

De izquierda a derecha, Ana
De izquierda a derecha, Ana Garrido, el magistrado y jurista Joaquim Bosch y el autor y psicólogo Javier Bardón el pasado 23 de septiembre durante la presentación del libro en Madrid. (Cedida)

-P: Vida fácil no ha sido.

-R: Para nada. Perdió el trabajo y su entorno era de gente conservadora: amigos de derechas; su padre militar; su madre, muy creyente. Toda esa microsociedad —amigos, gente cercana— la dio de lado, incluso su familia. Eso fue lo más duro a nivel emocional: no solo el trabajo o la casa, que son materiales. Perdió muchos amigos y también relación con sus padres y su hermano, gente muy cercana. Eso es lo que más le ha dolido.

-P: Al final ella no deja de estar haciendo lo correcto.

-R: La gente dice: “Yo denunciaría porque tengo estándares éticos altos”, pero cuando estás dentro de la situación es más difícil: sabes lo que te juegas, que tus jefes van a ir a por ti y tus compañeros no te defenderán por miedo. Mucha gente, aunque idealmente denunciaría, luego tiene miedo. Ana siempre dice que si hubiese tenido hijos o familia probablemente no habría dicho nada. Ella ha sufrido las consecuencias, pero también su entorno. Para ella esta no es su historia, es la historia de todos los denunciantes de corrupción. Todos siguen el mismo patrón: sufren acoso y aislamiento social. Por eso no quiere que se vea como su historia, sino una historia repetida por la que pasan todos, desgraciadamente.

-P: Comentas que el objetivo de la novela es hacer justicia a su caso y a otros. También es útil para ordenar tramas complejas como Gürtel o Bárcenas.

-R: Una de las intenciones del libro es poder hacer que esta historia sea accesible a más gente. Llega un momento en el que la trama tiene tantas capas, tantos detalles, que a mucha gente les supera la historia. Y eso hace que se distancien de ello, que se distancien también de la política, pero de esta forma es más digerible para la gente que a lo mejor no está tan metida.

“Ana siempre dice que si hubiese tenido hijos o familia probablemente no habría dicho nada”

-P: ¿Cómo estructuras tanta información?

-R: No fue fácil, y menos por cómo empezamos. Ana ha tenido muchos problemas de salud mental a raíz del caso. En el libro se menciona que está con medicación crónica y que ha tenido algún intento de suicidio. No fue fácil pero no me empezó a contar la historia por las cosas que más le dolían. Decidí empezar por lo más “bonito” o más fácil emocionalmente: su experiencia en Costa Rica, por eso el libro empieza ahí. Yo no conocí toda la historia y luego escribí, sino que me puse a hacerlo y, a medida que escribía, ella me contaba. Todo lo del acoso del Ayuntamiento me lo contó a finales de 2024; yo ya tenía medio libro. Cuando por fin me dio los detalles, el libro estaba a la mitad. Tuve que hacerlo así porque sino, ella no habría sido capaz de contarlo.

Me gusta mucho escribir y, sobre todo, reescribir. Disfruto corregir para que se lea mejor y tenga más ritmo; es como un hobby. La dificultad era tener a otra persona: en relatos o en el otro libro yo hacía lo que quería, pero aquí quería que Ana estuviera cómoda. Al final leyó el libro y hubo cosas que no le gustaron: esa fue la mayor dificultad con ella y con el proceso de escritura.

-P: ¿Qué es lo que más te ha sorprendido de Ana?

-R: Sin duda su personalidad. Creo que, si no la tuviera, estaría muerta: no habría soportado esa presión. Amenazas de muerte, acoso a sus sobrinos y familiares. Estaba muy apegada a una sobrina, hija de su hermano, y a esta chica la acosaban mucho por redes. Ana tiene una personalidad muy potente, con mucho carácter, que no da una batalla por perdida. Eso ha hecho que no se hunda. Eso, para bien y para mal, le ha permitido sobrevivir y también ser blanco de muchas cosas. Muy poca gente habría aguantado.

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-P: ¿Cómo ha sido tu relación con ella durante el proceso?

-R: A veces teníamos puntos de vista distintos sobre cómo contar o enfocar las cosas. A nivel literario tenía un problema: cuando ella cuenta en primera persona, un personaje que narra lo vivido no hace análisis políticos o jurídicos; esa parte factual no la cuenta así. No era realista que ella lo hiciera. Por eso introduje un periodista [el narrador], a quien realmente conoció: en Costa Rica se hizo amiga de un corresponsal de The Economist que vivía en su hotel. En el libro lo convertí en corresponsal de la Agencia EFE. Ese personaje me permitía hacer las valoraciones políticas, judiciales y periodísticas que Ana no podía hacer.

-P: ¿Qué lleva a las figuras de poder a ser corruptas y por qué Ana no cayó?

-R: No sé si tengo la misma opinión que el común de los españoles. La corrupción en España es sistémica y cultural. Vemos los grandes casos —ministros, alcaldes—, pero quienes llegan ahí suelen empezar con pequeñas corrupciones: aceptan invitaciones para un partido de fútbol, para ver la ópera, el teatro. Esas son pequeñas corrupciones que van aceptando y hacen que rompan esa barrera ética. Luego es más fácil transigir con corrupciones mayores: enchufes al sobrino o a la amiga; cambiar un billete a business. Poco a poco se normaliza. Algunos de esos concejales luego se convierten en alcaldes y en vez de aceptar una entrada para un partido de fútbol, aceptan un viaje a Sudáfrica, o que le hagan una reforma en casa gratis. Al final, si acaban de ministros o de presidentes, las corruptelas son mucho mayores simplemente porque manejan más dinero, pero realmente esa barrera ética ya la han roto muchos años antes.

El problema es que la gente se adapta. En Boadilla y otros municipios el sistema era corrupto, no todos, pero muchos concejales tenían sus corruptelas. Los trabajadores y técnicos hacían la vista gorda porque enfrentarse tenía consecuencias. A Ana le ofrecieron afiliarse al PP y ella siempre dijo que no porque no quería afiliarse en ningún partido.

“La corrupción en España es sistémica y cultural”

-P: Claro, era empleada pública.

-R: En el Ayuntamiento se sabía que afiliarte al PP daba ventajas: complementos salariales, ascensos, mejores condiciones. Hay quien se aprovecha del sistema sin considerarse corrupto, se amolda a lo que hay.

-P: ¿Ana te dijo si estaba arrepentida o si lo volvería a hacer?

-R: Es una ambivalencia que aún tiene y que no ha terminado de resolver. A nivel cognitivo dice que lo volvería a hacer, que es su deber, la educaron así. Pero su parte emocional grita que ha pagado un precio demasiado alto y que, si hubiera sabido lo que vendría, no lo habría hecho. Racionalmente responde “sí, lo volvería a hacer”, pero en confianza admite que el coste ha sido enorme: “He perdido mi vida”. Tenía un buen salario y una vida que le gustaba, y lo perdió. Creo, y es mi valoración, que quizá hubiera preferido no ser tan popular ni referente y no haber tenido una vida tan dura.