El pueblo a una hora de Madrid perfecto para una escapada de otoño: una prisionera célebre y un festival medieval que reviven el pasado

Con su combinación de cultura, gastronomía, historia y arte, Pastrana se presenta como la escapada perfecta del ajetreo de la ciudad para sumergirse en un viaje entre leyendas y cuentos

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Historia, gastronomía y cultura se
Historia, gastronomía y cultura se dan la mano para una experiencia inolvidable. (Ayuntamiento de Pastrana)

Érase una vez, una princesa encerrada en una torre. Su historia, sin embargo, no acaba como la de Rapunzel. Se trata de Ana Mendoza, la princesa de Éboli, una mujer inteligente, influyente y adelantada a su época. Hoy, sus restos se encuentran en la Colegiata de Pastrana, un pueblo de Guadalajara. Es allí donde comienza nuestro viaje.

A tan solo 92 kilómetros de Madrid y a 47 de Guadalajara, existe una villa ducal que recuerda a siglos pasados con su arquitectura renacentista y sabores de la Alcarria. Su casco antiguo, declarado Conjunto Histórico-Artístico, cuenta leyendas y revitaliza personajes olvidados.

Una serie de museos y templos invitan a los visitantes a embarcar este viaje a través de algunos momentos emblemáticos del Siglo de Oro. Pastrana tiene guardadas en sus calles, en las paredes de las antiguas casas, historias de otras épocas y nombres que conocidos como Santa Teresa de Jesús y Camilo Jose Cela, quien pintó en su emblemático libro una Alcarria llena de vida.

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El Palacio Ducal y la Plaza de la Hora, son solo algunos de los sitios emblemáticos a visitar en este viaje entre siglos. Aquí vivió y fue recluida la Princesa de Éboli, cuya historia susurra el balcón enrejado del dormitorio con vistas a la plaza.

Pastrana: una combinación de arte y tradición

La Colegiata de la Asunción recoge y muestra la evolución artística de la villa: empezando por su origen medieval, hasta las reformas del XVI y XVII. En su interior se encuentra el Museo Parroquial de Tapices, una colección gótico-flamenca tejida en Tournai y vinculada a Alfonso V de Portugal.

El Convento del Carmen y el de San José han dejado una huella carmelita. Otros rincones encantadores son la Plaza de los Cuatro Caños, el Barrio del Albaicín morisco y la muralla con el Arco de San Francisco, que reviven el esplendor de los siglos XVI y XVII.

Un evento cultural de interés es el Festival Ducal. Durante las festividades, se organizan desfiles, teatros y músicas, recreando el Siglo de Oro.

Algunos platos emblemáticos de la región son las migas, gachas, carnes y dulces con miel.

Con su combinación de cultura, gastronomía, historia y arte, Pastrana se presenta como la escapada perfecta del ajetreo de la ciudad para sumergirse en un viaje entre leyendas y cuentos.

La Princesa de Éboli

Hasta el día de hoy, la historia desconoce el motivo principal del cruel encierro sobre la princesa de Éboli. Pero a Ana de Mendoza se le recuerda como una mujer de encumbrada estirpe, inteligente, influyente y difícil de domar. Durante los 11 años que pasó encarcelada, no dejó de escribir al rey y sus consejeros, pidiendo justicia y declarando, sin cesar, que no había hecho nada contra el rey.

La vida de la Princesa de Éboli dio un giro trágico en 1578, cuando Juan de Escobedo, secretario de don Juan de Austria, fue asesinado en Madrid. Un hombre ambicioso y bien conectado, Escobedo había sido enviado por Felipe II a Flandes para controlar las acciones de su hermanastro, don Juan. Sin embargo, Escobedo se había convertido en un obstáculo para los intereses de Antonio Pérez, secretario del rey y amigo íntimo de la Princesa de Éboli.

Se sospechaba que Antonio Pérez, con la ayuda de la Princesa de Éboli, habría convencido a Felipe II para que autorizara el asesinato de Escobedo. El crimen conmocionó a la corte, y fue el principio del fin para la Princesa de Éboli. Aunque no se encontraron pruebas que la implicaran directamente en el asesinato, su relación con Antonio Pérez y su influencia en el rey la convirtieron en sospechosa. El descubrimiento de la relación amorosa entre la Princesa de Éboli y Antonio Pérez, fue el principio del fin.

La muerte de Ana, en 1592, puso fin a una vida marcada por la ambición, el poder y la tragedia: una historia que el pueblo de Pastrana ha preservado, a la que sigue dando vida tantos años después.