De origen prerromano y alma medieval: la ciudad gallega que fue cuna de condes, mecenas y rebeliones

Monforte de Lemos cuenta con más de 20 siglos de historia y, a día de hoy, conserva un valioso patrimonio monumental

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Iglesia de Monforte de Lemos,
Iglesia de Monforte de Lemos, Lugo, España. (Adobe Stock)

Monforte de Lemos, situada en el corazón de la Ribeira Sacra, es mucho más que un destino vinícola. Esta ciudad lucense no solo da nombre a uno de los vinos más singulares de Galicia, sino que atesora un valioso patrimonio histórico, arquitectónico y natural que permite al visitante sumergirse en siglos de historia y belleza paisajística.

El origen de Monforte de Lemos se remonta a tiempos prerromanos. El monte de San Vicente, donde se fundó la ciudad, ya estaba habitado por los lemavos -“los habitantes de tierra fértil”- antes de la llegada de los romanos, quienes lo denominaron Castro Dactonio. El nombre actual deriva del latín mons fortis, que significa “monte fuerte”, reflejando el carácter defensivo de la villa.

Durante la Edad Media, Monforte se consolidó como una ciudad-fortaleza construida en torno a un monasterio benedictino y un castillo perteneciente a la influyente familia Castro. En esta época también se asentó una comunidad judía, que aún hoy deja huella en el trazado urbano del barrio de la Judería, donde se conserva la Casa Gaibor como testimonio de aquel pasado.

De linaje nobiliario a bastón ilustrado

Cañón do Sil, Monforte de
Cañón do Sil, Monforte de Lemos. (Adobe Stock)

En 1328, el rey Alfonso XI instituyó el Condado de Lemos para la familia Castro, que dominó la zona durante siglos. El poder feudal del linaje no estuvo exento de conflictos: en el siglo XV, los campesinos irmandiños se rebelaron contra los abusos del conde. Sin embargo, fue en el siglo XVII cuando Monforte alcanzó su mayor esplendor de la mano de Pedro Fernández de Castro, VII Conde de Lemos, quien llegó a ser virrey de Nápoles y fue mecenas de grandes autores del Siglo de Oro como Lope de Vega, Quevedo o Góngora.

A finales del siglo XVIII, el condado pasó al ducado de Alba tras extinguirse la estirpe de los Castro. Durante la Guerra de la Independencia, Monforte también jugó un papel relevante como centro de fabricación de armas, lo que provocó su destrucción parcial por las tropas napoleónicas en 1809. Ya en el siglo XIX, la ciudad vivió una nueva etapa de auge con la llegada del ferrocarril, y en 1885 recibió el título de ciudad por parte del rey Alfonso XII.

Su patrimonio monumental

Torre del Homenaje, Monforte de
Torre del Homenaje, Monforte de Lemos. (Adobe Stock)

La visita a Monforte de Lemos invita a un viaje al pasado. En lo alto del monte San Vicente se encuentra la antigua fortaleza medieval, cuyo emblema es la imponente Torre del Homenaje, de 30 metros de altura y muros de tres metros de grosor. Muy cerca se halla el monasterio benedictino de San Vicente del Pino, uno de los más antiguos de Galicia, cuyos estilos arquitectónicos combinan elementos neoclásicos, góticos, renacentistas y barrocos. Parte del conjunto monacal acoge hoy al Parador de Turismo.

En la parte baja de la ciudad destaca el Colegio de Nuestra Señora la Antigua, un sobrio edificio de estilo herreriano con una iglesia central coronada por una cúpula. Actualmente funciona como colegio de los Padres Escolapios y alberga un museo que custodia valiosas obras de arte, como la pintura de San Francisco de El Greco.

Monforte forma parte de la Red de Juderías de España y Portugal. Su pasado sefardí se refleja en el barrio judío, donde los hebreos convivieron con el resto de la población y dejaron una herencia cultural notable.

Vino, cerámica y naturaleza

La cultura vitivinícola es otro de los grandes pilares de Monforte. La ciudad es punto de partida ideal para descubrir los viñedos en socalcos de la Ribeira Sacra, legado de tradición romana. En el Centro del Vino, los visitantes pueden conocer la historia y particularidades de esta denominación de origen, especialmente del vino Amandi, que según la tradición, era enviado al emperador romano desde Gallaecia.

Otra experiencia única es la visita al taller de alfarería de la Rectoral de Gundivós, donde aún se cuece la cerámica negra al aire libre. El taller cuenta con una exposición de piezas antiguas y realiza demostraciones en vivo.