
Un niño que llora puede convertirse en ‘ruido de fondo’ para los padres resignados y acostumbrados a las rabietas. Pero para el resto de las personas, suele ser uno de los ruidos más molestos que existen. De hecho, hay una razón genética y evolutiva detrás de esto. Pero que le debamos nuestra supervivencia como especie a las lágrimas y los gritos de los más pequeños, no nos ha vuelto más tolerantes hacia ellos. Que se lo digan a esta madre italiana de 38 años que ha relatado su historia en Vanity Fair y que fue expulsada de un supermercado porque su hija de dos años se puso a llorar.
El suceso ha ocurrido en la provincia de Treviso. “Aclaro que siempre trato de evitar hacer la compra llevando a las niñas. Hasta hace un tiempo, los abuelos me ayudaban con el cuidado, pero ahora tienen problemas de salud y mi pareja y yo intentamos arreglárnoslas como podemos entre el trabajo y la familia. Ese día él no pudo hacer la compra y la nevera estaba vacía, así que sobre las 14:45 fui al supermercado con las dos niñas”, ha contado la madre.
Durante la breve estancia en el establecimiento, la situación se deterioró rápidamente. La pequeña, tras despertarse de una siesta, se puso a llorar. “Cinco minutos. Estaba dormida cuando la puse en el cochecito, luego se despertó y, como suele pasar, estaba de mal humor. Traté de calmarla con el teléfono, dándole algo de comer, pero no paraba. Lo intenté todo, y en efecto la pequeña gritaba. Estos días está empezando la guardería, quizá está cansada y desorientada. Pero en ese momento el supermercado estaba casi desierto y es un lugar muy grande”, añade la madre.
Pero varios de los clientes empezaron a quejarse del ruido. “Primero un par de señoras me lanzaron miradas de desaprobación; luego, mientras intentaba llamar a mi pareja para pedirle que viniera a ayudarme y se llevara a la niña, llegó un empleado diciéndome que las personas en la caja se habían quejado por el llanto de la niña y pidiéndome que me fuera. Estaba tan avergonzada que dejé el carrito en medio del pasillo, tomé a mis hijas y me fui. Fuera del supermercado, rompí a llorar, un poco por la vergüenza, un poco porque sentía que el trato que me habían dado no era justo”.
“La gente ya no soporta nada”
Al volver a casa, la mujer escribió a la dirección del supermercado para quejarse. “El supermercado me respondió disculpándose, pidiéndome el número de teléfono y asegurando que profundizarían en el asunto y que me volverían a llamar. Por el momento, sin embargo, no he tenido noticias”.
La madre afirma que este caso “no se trata de educación, sino de intolerancia”. “Nos quejamos de las cunas vacías, pero la gente ya no soporta nada. Ni siquiera el llanto de una niña de dos años”, comenta. Y agrega: “He visto episodios de mala educación hacia las cajeras, hay gente que roba y sale con los bolsillos llenos. A mí me humillaron delante de todos porque mi hija acababa de despertarse y no lograba calmarla”.
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