En la familia Flores, el arte no solo es una profesión, también un camino para sanar heridas. Rosario lo hace cada vez que interpreta las canciones que le dejó su hermano Antonio. Alba, la hija de aquel músico sensible y atormentado, ha encontrado su propia forma de reconciliarse con la ausencia: producir Flores para Antonio, el primer documental que repasa la vida y la obra de su padre.
El proyecto llega casi tres décadas después del trágico adiós al cantautor, que murió con 33 años, el 30 de mayo de 1995, en El Lerele, la residencia de la familia en Madrid. Su fallecimiento ocurrió apenas dos semanas después de que Lola Flores, su madre, perdiera la vida a causa de un cáncer. En ese lugar, dentro de una pequeña cabaña que “La Faraona” había mandado levantar para tenerlo cerca, Antonio apagó su luz demasiado pronto.
Cuando el hijo de El Pescaílla falleció, Alba apenas tenía ocho años. Era fruto de su relación con la productora Ana Villa, quien asumió en soledad la tarea de protegerla del dolor y de la exposición mediática. La actriz recuerda muy poco de aquellos días convulsos: “Casi no recuerdo nada de esos días. Tenía ocho años y tenían que protegerme. También de la prensa”, relató en El País Semanal.
El país entero lloraba la muerte de un músico de culto, mientras la niña quedaba resguardada en un entorno familiar donde el silencio era la mejor coraza. Ana Villa, siempre discreta, se encargó de blindar a su hija de los focos y de las habladurías. Alba lo tiene claro: “Sin ella no soy nada”, reconoció con gratitud al citado medio.
En su documental, Alba ha querido dar voz a quienes vivieron de cerca a su padre, incluyendo a su madre. No fue un paso sencillo: “Había temas de los que no quería hablar, como el de las drogas, pero cuando escuchó a Ariel Rot se fue abriendo. Siento que la tengo que cuidar porque ha sido muy generosa y creo que a ella la peli le duele más que a mí”, confesó. Ese equilibrio entre memoria y respeto ha marcado todo el proceso. El filme no solo busca contar la historia de Antonio, sino también mostrar cómo su ausencia impactó en varias generaciones de la familia Flores.

El gran amor de Ana Villa
El 30 de mayo de 1995 no solo se llevó a un artista, también al hombre que había sido el gran amor de Ana Villa. Ambos se casaron en 1986, el mismo año en que nació Alba. Antonio vivía entonces un momento estelar con su disco Cosas mías y con Rosario despegando como cantante. Pero la muerte de Lola Flores lo dejó hundido anímicamente.
En 2018, durante un posado con su hija para Vanity Fair, Ana se atrevió a poner en palabras lo que había callado durante años: “A mí se me ha muerto mucho más que el padre de mi hija: Antonio era el único hombre con el que he compartido mi vida. Claro que seguía enamorada de Antonio. Le quería por encima de todo. Nunca dejé de quererle. Y ahora le quiero más todavía”.
Según afirma Mujer Hoy, tras la tragedia, Ana Villa se volcó en su hija y en su profesión. Aunque comenzó en el mundo de las antigüedades, pronto orientó su carrera hacia la producción audiovisual. Hoy trabaja en Lazona, una empresa responsable de películas de éxito como No habrá paz para los malvados y Ocho apellidos catalanes, además de series de televisión. Sin embargo, donde se siente más cómoda es en el teatro.

Uno de los proyectos más especiales en los que ha participado fue una adaptación flamenca de Sueño de una noche de verano de Shakespeare, protagonizada por Asier Etxeandia, con Alba en el reparto y música de Antonio Carmona. La iniciativa fue impulsada por Mariola Orellana, gran amiga de la familia, y se convirtió en un homenaje cultural cargado de simbolismo.
Lejos de los focos, Ana sigue vinculada a los Flores como una más. En 2023 acudió a Jerez para la inauguración del museo de Lola Flores, acompañando a Rosario, Lolita y al resto del clan. Fiel a su estilo, no quiso declaraciones: su manera de estar presente es el silencio.
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