
Marco Aurelio, filósofo estoico (y sobre todo emperador de Roma, matiz fundamental), decía en sus Meditaciones que existen cuatro “victorias” que conseguir a diario. Una contra el cuerpo, una contra la mente, otra contra las emociones, y una última espiritual. Y si se gana a diario, en teoría, se encuentra la felicidad. Así de fácil.
En tiempos del capitalismo tardío y el culto a la productividad, los antiguos consejos de Marco Aurelio reaparecen, reinterpretados, en la manosfera (una red de sitios web, blogs y foros en línea que promueven la masculinidad enfatizada, la hostilidad hacia las mujeres o misoginia, y una fuerte oposición al feminismo), con sus “gurús” del desarrollo personal que transforman la filosofía en lemas de autoexigencia individual, aislamiento y represión emocional.
El estoicismo en la antigüedad
El estoicismo no nace con Marco Aurelio, sino que surge en Atenas durante el siglo III a.e.c., en un periodo de transformación y crisis. Sus primeros defensores apostaban por aprender autodisciplina y autocontrol (exponiéndose a dolor e incomodidad) y la aceptación de lo inevitable. Se trataba, según la filosofía estoica original, de controlar aquello que es posible controlar para mitigar el daño cuando sobrevienen hechos incontrolables. Sin embargo, este punto de partida asumía que grandes eventos políticos y sociales quedaban fuera del alcance individual, mensaje que da pie al individualismo, a la pasividad y resignación ante la impotencia y a un retraimiento de la acción colectiva, algo así como un “esto es así, gestiónatelo tú”.
Otro aspecto a tener en cuenta de esta filosofía es que aquellos estoicos podían cumplir con lo que predicaban porque tenían sus necesidades cubiertas en un sistema patriarcal y de esclavitud. Según explicó el arqueólogo Mikel Herrán en Eldiario.es, aquel estoicismo estaba pensado para (y sobre todo por) gente privilegiada: “Marco Aurelio hablaba para gente que no tenía obligaciones como trabajar”, no para la gente común. El “neo estoicismo” parece ignorar todo esto.
Más allá de todo esto, también se debe tener en cuenta que cuando Marco Aurelio escribió sobre sus victorias, lo más probable es que no tuviese en mente todas las maravillas del capitalismo tardío, eso de las máquinas de serotonina, de los labubus, la trembolona, los pollofres, o de las estafas piramidales online que tergiversan su filosofía para sacar pelas: el mundo y la vida son hoy completamente distintos. Pero lo cierto es que es precisamente ahora, en ese capitalismo tardío, cuando su filosofía ha adquirido una nueva fuerza. Más o menos.
El auge moderno del estoicismo
En la actualidad, los mensajes de Marco Aurelio se han reactivado y adaptado en la cultura digital. El auge del culto a la productividad, del individualismo y la auto optimización alienta interpretaciones del estoicismo centradas en la autoexigencia y la “mejora” continua.
Juan Francisco Jiménez Jacinto, profesor de Periodismo, Comunicación y Tecnología de la Universitat Abat Oliba CEU, considera (en su artículo Los peligros del neo-estoicismo digital, la nueva moda en las redes sociales) esta recuperación contemporánea del estoicismo como una “nueva forma de dar respuesta al vacío filosófico y espiritual que ha dejado la progresiva expulsión del cristianismo de la vida pública”.
Por otro lado, el presente también está marcado por crisis, varias y en todo el mundo, agravadas también por el hecho de que son conocidas en todo momento y al instante. El cúmulo de todas, ya normalizadas, provoca una sensación de impotencia generalizada e inevitable. Esta realidad, sumada a las grandes concentraciones de poder político-militar y (otra de las maravillas del capitalismo tardío) económico, que hacen empequeñecer a todos y a cualquiera, es el contexto perfecto para que aflore el individualismo.
Es por esto también que el concepto de resiliencia adquiere un lugar central. Según el profesor Carlos Javier González Serrano, en su artículo Neoestoicismo: alienación emocional y la lengua de los amos, la psicología moderna utiliza ideas estoicas resignificadas en la resiliencia con el objetivo de “animar a las personas a no dejarse abatir por el dolor, redirigiendo estos sentimientos”. González Serrano señala que el discurso puede acabar “alienando emocional e intelectualmente a la población”, cuando lo aprovechan quienes tienen el poder, hasta convertir a los individuos en “leales y gustosos servidores del sistema productivo” y, en sus palabras, “inconscientes y devotos siervos”.

Los ‘gurús’ de manosfera
Amadeo Llados, fundador de la Llados University, es de los mejores ejemplos del neo “estoico” de manosfera. Promete, a través de su ‘método Llados’, enseñar a sus discípulos (por 100 euros al mes o 1.000 al año) a enfocarse “en el SER” —según su portal web—, a diferencia, explica, de las universidades “tradicionales que se enfocan en el TENER, tener un título para tener un empleo para tener un salario”. Llados University es para cualquiera que quiera “llevar su vida al MÁXIMO” nivel en todas las áreas. En las de Marco Aurelio, “CUERPO - MENTE - ESPÍRITU”, y aparte en “RELACIONES”, “FINANZAS” y “MARCA PERSONAL”. “No te leas cien libros, léete un libro, léete a Marco Aurelio. Y léetelo cien veces”, lanzaba el creador de contenido en una entrevista, dejando claro cuáles son sus inspiraciones.
El periodista Rodrigo Alonso pudo “infiltrarse” en uno de estos cursos —llamado Tu1Millon— y detalló, en ABC, su contenido: una exigencia de incorporar hábitos rígidos, una eliminación total del “vicio” —desde el alcohol hasta la masturbación—, el cumplimiento de rutinas “no negociables”, e instrucciones claras de alejarse de quienes no compartan ese estilo de vida (“ya no tienes AMIGOS! Lo captas? Olvídate de hablar de todo esto con tus amigos plebeyos... no lo van a entender”, se puede leer en el primer apartado del curso, según Rodrigo). En lugar de amigos, los “alumnos” tienen un grupo de Telegram: aislamiento total con el objetivo de conseguir un millón de dólares.
Al mismo tiempo, impulsan entre los hombres jóvenes un modelo de masculinidad que valida la filosofía. En una conversación con RTVE sobre la llamada ‘manosfera’, el sociólogo Lionel Delgado explicó que, en estos círculos, perdura esa concepción de la identidad masculina que se asocia con el “éxito”, tanto económico como social como sexo-afectivo, con la autosuficiencia y exigencia, la “dureza” emocional y el estatus: todo ello hace que un hombre sea “de valor” (expresión utilizada frecuentemente en estas comunidades). En su paso por ElDiario.es, Miker Herrán decía algo parecido: “Se toma lo que más conviene de esas meditaciones, que encaja con ciertos modelos de masculinidad, como pueden ser el hombre hecho a sí mismo o el individualismo”. Además, “el fallo, la vulnerabilidad y el error, están muy castigados” en estos círculos, añade Delgado. La tristeza es una debilidad y el sufrimiento solo se interpreta como un obstáculo a superar: enseña a los hombres que el sufrimiento debe ser ignorado para llegar al éxito. “No existe la depresión, la habéis creado vosotros”, asegura Llados en una publicación en redes sociales.
Este modelo de hombre exitoso va también de la mano de la meritocracia, que —de forma, quizás, más exagerada en estos círculos—, tiende a obviar las circunstancias externas y el punto de partida, algo así como una tabula rasa aplicada al éxito personal que responsabiliza, por completo, a cada cual de su propia dicha o desventura. “Es una retórica muy de videojuego, en la que todos nacemos en un nivel uno y es a través del esfuerzo, el sudor, la resistencia y la fuerza vital cómo podemos ir ganando nivel”, explica Delgado. En otras palabras: lo que tienes, lo tienes porque lo mereces, por tu esfuerzo; y si no lo tienes es por vago. Y no existe nada más allá de uno mismo: obvia el contexto socioeconómico, lo que, inevitablemente, genera expectativas imposibles.
¿Estoicismo o dogma neoliberal?
En realidad, este nuevo “estoicismo” contradice algunos fundamentos del original. Principalmente, en su consideración de la realidad más allá de uno mismo: los estoicos decían, más o menos, que para tener control sobre cualquier aspiración, lo primero debe ser fijar —y superar— metas internas en lugar de externas. Es decir, que si, por ejemplo, uno se dispone a jugar un partido de tenis con el objetivo de ganar, al existir muchos factores incontrolables (y ajenos a uno mismo), conseguir o no dicho objetivo no dependerá exclusivamente de uno mismo. Si, por el contrario, uno se propone algo que le implique solo a sí mismo, como eso de “dar el 100%” o lo típico de “pasarlo bien”, la meta será alcanzable independientemente de factores externos. Los estoicos tampoco llamaban a la supresión emocional. Es cierto que separaban las emociones positivas de las negativas, pero no ignoraban estas últimas, sino que trataban de evitar que tomasen las riendas de su vida al tiempo que atesoraban las positivas.
Por todo esto, la propuesta de este tipo de gurús es difícilmente estoica. Su victoria corporal pasa por no tener “panza”; la victoria mental y emocional se concreta en alejarse de los “plebeyos” —cualquier persona sin aspiraciones monetarias prominentes— y de cualquiera que cuestione el relato. Tampoco parece haber una victoria espiritual: para Marco Aurelio, el objetivo era la plenitud a pesar de las circunstancias, pero en esta corriente el objetivo es obtener ese éxito económico —riqueza material, lujo y paripé ostentoso, todo eso del ‘lambo’— a toda costa, y quien no lo alcance simplemente es “peor”. Normaliza la autoexplotación como virtud y rechaza el análisis del contexto, imposibilitando el reconocimiento de cualquier obstáculo, error o problema en el sistema y obligando a ignorar las condiciones materiales que generan y mantienen a uno en una situación. Promete triunfar en la vida, y si no lo consigues, la culpa es solo tuya.
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