
La vida en una residencia universitaria suele estar marcada por la convivencia, la adaptación a los horarios compartidos y, en ocasiones, la falta de respeto al descanso ajeno. Ese fue el escenario que vivió Lesley, una estudiante que relató en la red social Reddit cómo se enfrentó a una vecina que, noche tras noche, convertía el pasillo en una auténtica discoteca.
“Sarah no era mala, solo ruidosa. Todas las noches ponía música a todo volumen a la una o a las dos de la madrugada, normalmente cuando tenía clase temprano”, explicó Lesley, cuya publicación se viralizó rápidamente.
Las quejas eran frecuentes, pero de poco servían. La joven recordó que, cada vez que le pedían que bajara el volumen, Sarah se reía y respondía con un despreocupado: “‘Tranquila, es la universidad’”.
La gota que colmó el vaso
El hartazgo alcanzó su punto máximo una noche antes de un examen importante. Desesperada por descansar, Lesley tocó la puerta de su vecina a medianoche y le pidió amablemente que bajara un poco la música.
“Sonrió con sorna, dijo ‘claro’ y la subió aún más. Me quedé en la cama mirando al techo, hecha una furia”, relató. La indiferencia de Sarah fue el detonante que motivó a la estudiante a idear una solución a la altura del problema.
La estrategia: devolver la moneda
Al día siguiente, una vez terminado su examen, Lesley decidió que no dejaría pasar el episodio. Sabía que Sarah tenía una debilidad: era conocida por dormir hasta tarde, normalmente hasta el mediodía, y detestaba madrugar.
“Durante la semana siguiente, puse el despertador a las 6:30 en punto, justo cuando el pasillo estaba en silencio sepulcral, y coloqué mi altavoz Bluetooth contra la pared delgada que compartíamos. Puse a todo volumen las canciones pop más cursis que encontré, como las boy bands chicles de principios de los 2000″, explicó.
El plan dio resultados inmediatos. “El primer día salió de su habitación a trompicones, aturdida y furiosa. Al tercer día, empezó a suplicarme que parara. Simplemente, sonreí y le dije: ‘Tranquila, es la universidad’”, contó Lesley.
Después de una semana de un ruido frustrante, la música de Sarah cesó definitivamente. “Nunca se dio por vencida, pero el silencio fue oro”, concluyó la estudiante.
Reacciones en redes: la justicia poética
La historia no tardó en generar un amplio debate en la plataforma. La publicación recibió más de 20.000 votos positivos y cientos de comentarios que aplaudieron la creatividad del plan.
Un usuario celebró la táctica con una frase que se volvió muy popular: “Odio a la gente con síndrome del protagonista. ¡Bien hecho!”. Otro reflexionó sobre la efectividad de la estrategia: “Así es como se trata con los ruidosos nocturnos. Se quedan despiertos hasta tarde, así que no les importa, pero cuando el ruido se produce temprano por la mañana, de repente se convierte en un problema”.
Un tercer comentario destacó el ingenio de la respuesta: “Esto es un ejemplo perfecto de justicia estudiantil. Usaron su debilidad en su contra a la perfección”.
Sin duda, la música amansa a las fieras y la propia Lesley respondió a los elogios con una reflexión sobre las represalias: “Sinceramente, así es como debería ser toda venganza mezquina: creativa, no violenta y divertida”.
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