San Simón y San Antón, las islas que el franquismo usó como prisión: “El hacinamiento y el hambre se ceban con una población reclusa por encima de los 60 años”

El penal, por donde pasaron 5.616 prisioneros entre octubre de 1936 y el 15 de marzo de 1943, será ahora reconocido como Lugar de Memoria

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Traslado de presos a la
Traslado de presos a la Isla de San Simón. (Web España en Libertad/Gobierno de España)

Situadas en la ensenada que conforma el fondo de la ría de Vigo, localizadas frente a la parroquia de Cesantes, en el término municipal del Concello de Redondela (Pontevedra), se encuentran las islas de San Simón y de San Antón, que fueron convertidas en un campo de concentración para los prisioneros del bando sublevado durante la Guerra Civil, en un primer lugar, y del régimen franquista, posteriormente. El penal, por donde pasaron 5.616 personas entre octubre de 1936 y el 15 de marzo de 1943, será ahora reconocido como Lugar de Memoria, del mismo modo que el Pazo de Meiras, el palacio de vacaciones de Franco y su familia.

A finales de enero de 1943, apenas dos meses antes de que fuera clausurado, ingresó el recluso que hacía el número 5.616, aunque en ningún momento llegaron a coincidir al mismo tiempo más de 2.000 prisioneros. El espacio empezó a funcionar como campo ce concentración meses después del fallido golpe de Estado que derivó en la Guerra Civil. A partir de octubre de 1936 la isla de San Simón se convirtió en una colonia penitenciaria en la que los sublevados recluyeron a presos republicanos llegados en un primer momento de toda Galicia, y posteriormente de del resto del país, especialmente desde Asturias.

De hospital a campo de concentración para prisioneros

Correspondió al general franquista Martínez Anido, responsable de instituciones penitenciarias, la decisión de convertir el antiguo hospital de aislamiento para enfermedades contagiosas de la isla de San Simón en el campo de concentración carcelaria al que trasladarían a los detenidos de las saturadas prisiones de Vigo, Pontevedra, Orense o Villagarcía de Arosa, conforme detalla la resolución de la Secretaría de Estado de Memoria Democrática publicada en el Boletín Oficial del Estado (BOE).

El penal de la isla de San Simón estaba formado por las dos islas, que estaban unidas por un puente. La mayor de las ellas, San Simón, era el lugar destinado a reclusión. Allí estaban los pabellones “en los que se amontonaban los presos”, y también las cocinas, la enfermería, la oficina de administración y el locutorio. Por allí pasaron más de 5.600 presos, aunque en ningún momento llegaron a coincidir al mismo tiempo más de 2.000 prisioneros. Sus celdas estaban distribuidas como salas de hospital.En la isla más pequeña, la de San Antón, estaba el cuartel de la guarnición militar encargada de custodiar a los presos y el cementerio. Los pabellones para los presidiarios

El BOE divide los siete años en los que estuvo en funcionamiento en tres fases. En la primera, entre mediados de octubre de 1936 hasta el verano de 1937, la mayoría de los presos eran vecinos de la provincia de Pontevedra y allí estaban recluidos hasta que salían del penal por excarcelación, por ser “paseados” por Falange o la Guardia Civil, por salir a juicio o ser ejecutados a consecuencia de las sentencias de los consejos de guerra.

Noticias del día 03 de septiembre del 2025

El segundo momento fluctuó entre finales del verano de 1937 hasta finales de febrero de 1939. Durante estos alos, la población reclusa alcanzó sus cotas más altas por la afluencia de nuevos reclusos procedentes de Asturias tras la caída del frente de Gijón y la detención de miles de personas que huían del avance de las fuerzas sublevadas. “Hubo que habilitar barracones portátiles y dada su insuficiencia se decidió incrementar la capacidad con una prisión flotante para lo que se trajo desde el puerto de Bilbao el vapor Upo Mendi que llevaba en sus bodegas un cuantioso cargamento de presos, principalmente vascos, o por lo menos juzgados en tribunales militares habilitados en Euskadi una vez caído el frente norte", apunta el documento. Las bajas de presos durante esta fase fueron principalmente por cumplimiento de condenas de muerte o por traslado de contingentes de presos a otros centros de reclusión.

La tercera fase comenzó a finales de febrero de 1939 y duró hasta que el penal fue desmantelado a principios de 1943. Llegaron de forma masiva de presos de edades muy avanzadas procedentes de toda la geografía española. “La visita a la isla del Director General de Instituciones Penitenciarias, Miguel Cuervo, a finales de 1938 fue determinante para que fueran trasladados al penal numerosos presos ancianos que saturaban las cárceles de todo el país”, recoge el documento. Las bajas que se dieron en estos años fueron por traslado a otros penales, por finalización de las penas y, sobre todo, por la gran mortalidad que se produjo entre los reclusos de edad avanzada. En 1942 permanecían en la isla más de 1.500 condenados a largas penas. Los últimos de ellos abandonaron la isla de San Simón a comienzos de 1943.

Una población reclusa sexagenaria abocada a la muerte

A pesar de las buenas condiciones que presentaba la isla con respecto a otros penales, según matiza el documento, el número de muertos que hubo en ella fue especialmente elevado." Las malas condiciones de vida, el hacinamiento y el hambre se cebaron con una población reclusa mayoritariamente por encima de los 60 años“, apunta el documento. Se tienen contabilizados más de 517 muertes además de las que se produjeron por «paseos» y fusilamientos.

Las “madrinas” de los presos

El BOE también reconoce las islas como “un referente de resistencia y solidaridad”. Las mujeres de Cesantes, las conocidas como “madrinas”, atendieron a muchos de los presos llevándoles víveres, ropa o haciendo de enlaces con sus familias, residentes en otros lugares de las provincias gallegas o del resto de España.