
El hartazgo de los vecinos de Münchwilen, una localidad suiza situada en el cantón de Turgovia, alcanzó su punto máximo hace unas semanas debido al continuo exceso de velocidad que sufría una de las calles principales del municipio, la Sirnacherstrasse, limitada a 50 km/h.
Durante los últimos años, los residentes venían observando cómo muchos conductores ignoraban el límite, poniendo en riesgo tanto a personas como a animales domésticos, informa 20 Minuten. Una vecina lo relató con claridad: “Nueve gatos han sido atropellados en esta calle en los últimos años y hace días ocurrió un accidente en el que estuvo implicado un niño”.
La inquietud compartida por el vecindario se transformó en acción tras ese último accidente. Varios habitantes iniciaron conversaciones y decidieron actuar ante la pasividad de las autoridades, que no habían instalado ningún sistema de control de velocidad.
Un arquitecto, un profesor...
Un arquitecto jubilado del barrio fue el encargado de trazar los primeros bocetos de lo que acabaría convirtiéndose en un falso radar de tráfico. Posteriormente, un exprofesor del pueblo, aficionado a la carpintería, se encargó de construir la caja principal utilizando madera. Para dotarla de realismo, la pintó de color gris, imitando el metal, y añadió detalles como cámaras y sensores ficticios.
En menos de una semana, los vecinos instalaron el radar simulado a la vista de conductores y peatones en la acera de Sirnacherstrasse. La intención era clara: disuadir a los conductores de pisar el acelerador y crear la impresión de que existía vigilancia, aunque el dispositivo no tenía ningún tipo de funcionalidad real.
Pese a tratarse de una solución casera, el falso radar generó enseguida una reacción entre los automovilistas. Según recogió el diario local Thurgauer Zeitung, algunos redujeron la velocidad al ver el artilugio, mientras que otros, más molestos, optaron incluso por hacer sonar el claxon al pasar por la zona en señal de protesta.

Robado a los tres días
La noticia del ingenioso montaje corrió como la pólvora en las redes sociales y pronto se convirtió en tema de conversación entre los habitantes y también entre quienes transitaban a menudo por la zona.
Sin embargo, el experimento ciudadano duró menos de lo esperado. Exactamente tres días después de su instalación, el radar fue robado. La frustración de sus creadores y de buena parte del vecindario fue evidente al descubrir que la estructura había desaparecido. “En 2019, en Vaud, un vecino también intentó reducir la velocidad de los coches colocando un radar falso frente a su casa, y se lo robaron solo 36 horas después”, recordó un residente, en clara alusión a que el tipo de problemas derivados del tráfico es común en distintos puntos del país.
Frente al robo y lejos de desanimarse, los vecinos decidieron construir un segundo radar falso. Esta vez aprendieron de la experiencia: la nueva caja de madera fue fijada y lastrada con bloques de hormigón con el objetivo de dificultar su sustracción. La labor reunió de nuevo a varios vecinos, consolidando el ambiente colaborativo del barrio, cuyo objetivo principal no era otro que la seguridad vial.

Opiniones enfrentadas
La reacción social ante la iniciativa no fue unánime. Mientras que muchos padres aplaudieron la instalación del radar como una herramienta positiva para proteger a los niños que frecuentan la calle, otros vecinos consideraron que la solución era más un parche que una medida efectiva ante el problema.
Entre los conductores, algunos agradecieron la presencia del dispositivo y reconocieron que el simple hecho de verlo les hacía pisar menos el acelerador. Otros, en cambio, se mostraron irritados por lo que consideraban una trampa o una intromisión no autorizada en la vía pública.
Los autores de la iniciativa no tardaron en reclamar públicamente la intervención del municipio: pidieron al ayuntamiento y a la policía local que instalaran un radar real homologado en la Sirnacherstrasse para poner fin a los problemas de velocidad de manera definitiva. Entrevistados por 20 Minuten, insistieron en que la situación requería una solución oficial, que no solo aumentara la seguridad sino que también contara con efecto disuasorio a largo plazo y no dependiera del esfuerzo vecinal.
Están permitidos, con condiciones
La legalidad de los radares simulados generó debate, ante la duda de si podían considerarse una suplantación de funciones públicas. El portavoz de la policía cantonal de Turgovia, Robin Bernhardsgrütter, explicó que estos dispositivos están permitidos en el cantón siempre que se sitúen en propiedad privada, no lleven logos ni inscripciones oficiales y no dificulten visibilidad o circulación.
No obstante, en otros lugares de Suiza la regulación varía: en Zúrich también se consienten bajo las mismas condiciones, pero en Tesino hace falta una autorización municipal y en el cantón de Vaud se estudia cada caso individualmente.
Esta iniciativa no es la primera de este tipo. En el pasado, en Yverdon-les-Bains, los vecinos instalaron varios falsos radares que fueron retirados por orden de las autoridades. Actualmente, el municipio ha apostado por los llamados radares pedagógicos, dispositivos homologados que muestran la velocidad en pantalla y hasta indican el importe de la multa aplicable al infractor. De este modo, se busca concienciar al conductor sobre el peligro sin recurrir directamente a sanciones económicas.
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