Una mujer se hace pasar por su madre fallecida para recibir más de 360.000 euros en ayudas: condenada a un año de prisión

Una estafa descubierta tras 25 años que muestra cómo una mujer logró ocultar la muerte de su madre y engañar a la Seguridad Social de Estados Unidos

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Un oficial de la Policía
Un oficial de la Policía de Estados Unidos (REUTERS/Seth Herald)

En una historia que parece sacada de una serie televisiva, Mavious Redmond, de 54 años y residente en Minnesota (Estados Unidos), ha sido condenada por un tribunal federal tras admitir que se hizo pasar por su madre fallecida durante 25 años con el fin de cobrar 360 627 dólares en ayudas públicas (unos 330 000 euros) procedentes de la Seguridad Social. El caso, que salió a la luz tras una investigación interna, ha generado un fuerte debate sobre la vigilancia de este tipo de prestaciones y los límites éticos a los que una persona puede llegar en situaciones de vulnerabilidad.

El engaño: un fraude que duró un cuarto de siglo

El fraude comenzó en 1999, poco después de la muerte de su madre. En lugar de notificar el deceso, Redmond optó por mantener activas las prestaciones de viudedad y jubilación que percibía su progenitora. Para ello utilizó su número de la Seguridad Social, falsificó su firma y llegó a hacerse pasar por ella en llamadas telefónicas y visitas presenciales a oficinas gubernamentales.

La estrategia se extendió durante más de dos décadas, en las que Redmond se aseguró de actualizar la dirección postal y mantener el control de los depósitos. Incluso llegó a percibir 3 200 dólares adicionales durante la pandemia de COVID-19, cuando el Gobierno federal aprobó ayudas extraordinarias.

El fiscal federal interino, Joseph H. Thompson, calificó la maniobra de un “estratagema descarado y desvergonzado” que no solo perjudicó a la administración, sino a todos los contribuyentes que financian el sistema de ayudas sociales.

Agentes de la policía de
Agentes de la policía de Minnesota (REUTERS/Ellen Schmidt)

La sentencia: prisión y restitución económica

El pasado 21 de agosto, un tribunal federal dictó sentencia: un año y un día de prisión, seguido de un periodo de libertad vigilada de 12 meses. Aunque la condena puede parecer reducida en comparación con la magnitud del fraude, responde al hecho de que Redmond se declaró culpable y mostró disposición a colaborar.

Además, el tribunal estableció que deberá restituir el dinero defraudado, aunque las autoridades reconocen que es improbable que pueda devolver la totalidad de la suma, dado su estado actual de precariedad económica. La combinación de cárcel, vigilancia posterior y obligación de reembolso busca, según la fiscalía, enviar un mensaje disuasorio a otros posibles defraudadores.

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Una vida marcada por la precariedad

La defensa de Redmond ofreció un retrato distinto: el de una mujer acorralada por la necesidad. Tras la muerte de sus padres, quedó sin red familiar y con un empleo mal remunerado (trabajaba en cadenas de comida rápida por apenas 8 dólares la hora). Dependía de bancos de alimentos y vivía al borde de la pobreza.

En este contexto, la decisión de mantener los cobros de su madre habría surgido como una salida desesperada. “No lo hizo para enriquecerse, sino para sobrevivir”, alegó su abogado, Robert Meyers. No obstante, la justicia subrayó que la situación personal no justifica 25 años de engaño sistemático al Estado.

Tras la apertura del proceso judicial, Redmond perdió su trabajo en un McDonald’s y actualmente reside en un refugio para personas sin hogar, buscando empleo sin éxito.

Más allá de la condena individual, el caso pone de relieve dos cuestiones clave. Por un lado, la falta de controles efectivos en el sistema de ayudas, que permitió que el fraude se prolongara durante un cuarto de siglo sin ser detectado. Por otro, la vulnerabilidad de quienes, en contextos de extrema necesidad, cruzan la frontera hacia la ilegalidad como único recurso.