Cambiar las sábanas una vez por semana es un error: todo depende del clima

La frecuencia ideal no es una ciencia exacta, por lo que abundan tantas recomendaciones como expertos

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Cambio de sábanas. (Freepik)
Cambio de sábanas. (Freepik)

Las recomendaciones acerca de la frecuencia ideal para cambiar las sábanas han generado ‘debate’ entre los expertos en salud y en trucos del hogar, y lo cierto es que finalmente hay tantos consejos como ‘especialistas’. Y aunque el consejo más repetido sostiene que un recambio semanal es lo ideal, existen situaciones en las que esto puede resultar insuficiente o, por el contrario, excesivo, de acuerdo con el entorno y los hábitos de cada persona.

“Cambiar las sábanas cada semana reduce considerablemente el número de ácaros y alérgenos en la cama, mejorando así la calidad del sueño y la salud general”, apunta en sus redes sociales el dermatólogo Alejandro Ruiz, del Hospital Clínico de Barcelona. La proliferación de ácaros del polvo, bacterias y otros alérgenos encuentra en la ropa de cama de uso prolongado un medio ideal para expandirse, especialmente en lugares donde se duerme acompañado de mascotas, niños o cuando se acostumbra comer y realizar otras actividades en la cama.

No obstante, el calendario semanal no necesariamente es universal. En regiones de clima cálido y húmedo, la acumulación de sudor, piel muerta y humedad en las sábanas puede acelerar la aparición de gérmenes, ácaros y malos olores. En estos casos, se recomienda incrementar la frecuencia de lavado a cada tres o cuatro días. Este ajuste también es válido para quienes comparten la cama con animales domésticos o personas que transpiran abundantemente, ya que la humedad atrae microorganismos y genera condiciones insalubres. Si la persona padece alguna enfermedad infecciosa, el consejo de los expertos es lavar y cambiar la ropa de cama cada dos días para evitar posibles reinfecciones y contribuir a una recuperación más rápida.

Las personas alérgicas, tanto a nivel respiratorio como cutáneo, se encuentran entre los colectivos para los que los cambios frecuentes de sábanas son más cruciales. Además del lavado recurrente, se considera recomendable el uso de fundas protectoras y ventilar la habitación, para evitar la acumulación de polvo y ácaros. Estas medidas adicionales ayudan a minimizar síntomas y ofrecen un entorno más seguro, especialmente cuando se conjugan varias variables de riesgo.

En contraste, quienes residen en lugares fríos y secos, donde se suda menos durante la noche y la posibilidad de abrir ventanas se reduce, pueden permitirse espaciar los lavados: el ritmo semanal suele ser suficiente e incluso se puede ampliar, salvo en situaciones especiales como convalecencias, presencia de mascotas o alergias.

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Cuestión de salud

La ciencia respalda que mantener las sábanas limpias no es solo una cuestión de apariencia, sino de protección de la salud. Mientras descansamos, nuestro cuerpo libera piel muerta, sudor y otros fluidos corporales. Estos elementos crean un entorno propicio para la proliferación de ácaros del polvo y bacterias. Los síntomas asociados a esta exposición van desde reacciones alérgicas y agravamiento del asma, hasta infecciones cutáneas e incluso aparición de hongos en ambientes húmedos.

Finalmente, los expertos insisten en que la clave es ajustar el lavado de la ropa de cama a las necesidades de cada hogar, evitando extremos tanto de desidia como de exceso de esmero. Lo importante no es seguir una regla rígida, sino ajustar la frecuencia a las necesidades del cuerpo y del entorno, evitando tanto la negligencia como el exceso de esmero, resaltan especialistas en higiene y bienestar. Mantener este equilibrio también implica atender otras acciones, como la ventilación diaria del dormitorio, aspirado del colchón y el uso de protectores, configurando así una estrategia integral para preservar la salud y el descanso.