Europa trató de hablar con Trump, amenazó con levantarse de la mesa, pero finalmente claudicó. Hubo que esperar un mes para que la Comisión Europea pusiese negro sobre blanco el acuerdo arancelario negociado con la Administración Trump, que ha confirmado los peores presagios: la UE estará condenada “a una lenta agonía”, como alertó el ex primer ministro italiano, Mario Draghi. La presidenta del Ejecutivo comunitario, Ursula von der Leyen, ha sido señalada por no haber comprendido (o no haber querido comprender) el modus operandi del presidente estadounidense con los aranceles y por negarse a utilizar sus armas y su poder económico. “Este pacto es una traición a Europa y provocará un daño económico inmenso. Es, sin duda, uno de los peores acuerdos jamás firmados. La señora Von der Leyen debería asumir responsabilidades y dimitir”, declaró a Euronews el político alemán Fabio De Masi, del partido de izquierda BSW. ¿Pudo haber conseguido más o nunca hubo margen de maniobra? ¿Era mejor no firmar? ¿Lo van a ratificar las capitales europeas?
La Comisión Europea ha aceptado que Washington imponga un arancel del 15% a la mayoría de las importaciones europeas y se compromete además a comprar más energía y material militar estadounidense. ¿Y qué recibirán los europeos a cambio? Nada, se trata de una cesión total, al menos si la UE no está dispuesta a realizar concesiones muy caras, e incluso imposibles de conseguir. Von der Leyen deberá convencer a los Veintisiete de ratificar el acuerdo, y no está del todo claro qué harán las capitales, que demandan que Estados Unidos también debe torcer el brazo. “Es el mejor acuerdo que podíamos obtener”, insisten desde Bruselas, que mantienen que en todo caso es el cimiento de las conversaciones que sucederán durante los próximos meses.
En palabras de Judith Arnal, investigadora principal para Asuntos Económicos del Real Instituto Elcano, la Comisión Europea “ha cedido mucho terreno” en el acuerdo con Estados Unidos. “No hay reciprocidad de ningún tipo, con la UE asumiendo una serie de compromisos exorbitantes y que en muchos casos ni siquiera dependen de la voluntad de cumplimiento de las autoridades públicas, sino del sector privado”.
EEUU se compromete a rebajar los aranceles a los automóviles desde el 27,5%, pero no antes de que la UE haga importantes concesiones. Según reveló este jueves el jefe comercial de la UE, Maros Sefcovic, la UE se compromete a eliminar completamente aranceles a los productos industriales estadounidenses y a proveer acceso preferente al mercado europeo a determinados productos agrícolas de este país.
Con esto, explica Arnal, “la UE acepta la filosofía comercial estadounidense, completamente al margen del consenso Organización Mundial del Comercio (OMC), asumiendo el concepto de arancel recíproco, así como una mala interpretación de la Cláusula de Nación Más Favorecida”.
Un acuerdo demasiado caro
El acuerdo exige también un importante gasto militar en equipo estadounidense, sumándose así a los compromisos de la OTAN de alcanzar el 5% del PIB en Defensa. “Supondrá que el mayor gasto público que los países de la UE puedan llevar a cabo en Defensa tendrá un impacto económico positivo sobre la economía estadounidense y no tanto sobre la europea”, explica la investigadora.
También deberán de comprar energía estadounidense y la inversión de las empresas europeas tendrá que alcanzar un valor de 600.000 millones de dólares adicionales durante los próximos tres años. En concreto, según explicó Sefcovic, la UE pretende blindarse de la dependencia al gas y el petróleo rusos por medio de compras significativas de GNL, petróleo y combustibles nucleares estadounidenses. Por último, el bloque comunitario adquirirá al menos 40.000 millones de dólares en chips de inteligencia artificial para sus centros de computación.
Pero, en realidad, la Comisión Europea es consciente de que no tiene competencias para comprar energía y material militar, y menos para obligar a las empresas a decidir dónde invertir. “Esto supone una asunción de compromisos en nombre del sector privado impropia de una economía de mercado y, como tal, no resulta posible garantizar su cumplimiento”, señala Arnal.
Retrocesos en leyes pioneras
Trump demanda además cambios en determinadas leyes europeas, como el arancel ambiental (CBAM), la CSDDD —que garantiza que las empresas contribuyan al desarrollo sostenible— o la CSRD —que obliga a las empresas a presentar informes de sostenibilidad—, en línea con los intereses de EEUU y sin contrapartida alguna en el mismo sentido por parte de EEUU.
Bruselas se ha comprometido a implementarlo rápidamente, lo que, a juicio de Arnal, “resulta así poco creíble que la UE insista en que los compromisos de descarbonización permanecen intactos, cuando permite que la modificación de su propia normativa interna en la materia sea parte de un acuerdo comercial con un país que ha anunciado que abandona todo esfuerzo en esta materia”.
En este sentido, Bruselas solo pudo celebrar que quedasen intactas normativas europeas pioneras como la Ley de Servicios Digitales. Pero el peligro siempre estará presente. El propio comisario eslovaco reconoció que es posible que en futuras conversaciones Trump quiera eliminar estas normativas como parte de los condicionantes para que la UE obtenga mejores términos.
Por último, la UE planea alinear sus requisitos de seguridad tecnológica con los de EEUU para evitar “filtraciones” de tecnología a “destinos preocupantes”. En otras palabras, argumenta Arnal, EEUU suma a la UE como aliado en su guerra tecnológica frente a China y hará propios los requisitos de seguridad que se decidan en EEUU.
La UE debería haber exigido más
“Esta declaración es impropia de una potencia económica de 450 millones de habitantes como la UE, que goza de amplio poder de demanda. En un contexto en el que EEUU está librando una batalla tecnológica con China, la UE podría y debería haber exigido más, aunque esto hubiera pasado por unos meses de incertidumbre y aranceles más elevados para la UE”, subraya Arnal.
En definitiva, el balance que hace la experta es que Bruselas ha tratado de evitar a toda costa el mal mayor. Y esto implicaba sacrificar la defensa de los principios del libre comercio y la verdadera igualdad entre aliados históricos. “Si bien esto puede ser visto como buena táctica en el corto plazo, es un mal paso estratégico en el medio”, sentencia.
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