
Un estudiante de Derecho que intentó pagar una tarifa de estacionamiento en efectivo y terminó en los tribunales se mantiene firme en su decisión, a pesar de que perdió el caso y debió afrontar costos adicionales. Oliver Griffiths, de 21 años, dejó su coche en el parking del campus de la universidad australiana donde estudia, pero no encontró una máquina que aceptara billetes y no tenía tarjetas bancarias con él. Por ello, dejó un billete de 10 dólares (cerca de 10 euros) en el mostrador, junto a una nota en la que pedía que el pago se hiciera en efectivo. Y se marchó, pensando que el asunto había quedado resuelto.
Por supuesto, no fue así. Poco después, el joven recibió una multa de 97 dólares por no haber pagado el estacionamiento, a lo que reaccionó con furia. Griffiths ya llevaba un tiempo molesto con el sistema de pagos digitales del parking, basado en una aplicación que acumula los cobros y los realiza de golpe a final de mes. Según el estudiante, esto le deja “corto de dinero” en ese momento. Y además, afirma que el programa una vez retiró 40 dólares de su cuenta por error. Por este motivo, optó por intentar pagar en efectivo. Pero el parking no lo permitió, y el joven llevó el caso a los tribunales.
Durante el juicio en el Tribunal Local de Wollongong, Oliver Griffiths se convirtió en una especie de adalid de los pagos en efectivo. “Antes de aceptar el reto, lo haría de nuevo. Es un principio importante por el que luchar”, declaró, según han recogido los medios australianos. “Independientemente del resultado, el juicio fue expuesto gracias a las noticias a casi 1,5 millones de personas y el tema ha recibido mucho apoyo para que se proteja el efectivo. Ese impulso en sí mismo es una victoria”.
Una nueva multa
Una victoria pírrica, en cualquier caso, porque el joven perdió el juicio. La universidad aseguró que “aún mantiene” máquinas que aceptan efectivo, disponibles en los “cuatro principales” estacionamientos del campus, y aclaró que existen alternativas a la aplicación. Este punto fue clave durante el proceso judicial, ya que el magistrado señaló que no había “ninguna evidencia” de que Oliver hubiese intentado contactar ni a la central de inspectores de estacionamiento, ni a la oficina principal, ni buscado estacionamientos alternativos. Por ello, Griffiths perdió la causa y tuvo que pagar no solo los 97 dólares de la multa original, sino también 98 dólares en costas judiciales.
En el tribunal defendió su proceder, señalando que había dejado efectivo y una nota explicando su situación, por lo que hizo “más de lo que la mayoría de la gente hace”. No obstante, la fiscalía observó que, a pesar de estos gestos, el estudiante realmente no había abonado el estacionamiento requerido. La experiencia de Oliver Griffiths reavivó el debate sobre la disminución del uso de efectivo en la sociedad australiana. El joven defiende que los servicios vitales deben aceptar y mantener la moneda física, posicionando su caso como un ejemplo de resistencia ante la digitalización forzada en los pagos diarios.
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