La nueva biografía sobre el príncipe Andrés que verá la luz el próximo 14 de agosto no solo devela detalles hasta ahora desconocidos del duque de York, sino que también pone en el punto de mira a su esposa, Sarah Ferguson, desmontando la imagen amable y solidaria que la duquesa ha tratado de labrarse al margen de su matrimonio.
El diario británico Daily Mail ha revelado un nuevo fragmento de Entitled, the raise and fall of the House of York, la obra en la que el historiador Andrew Lownie expone los resultados de una exhaustiva investigación de cuatro años.
En esta nueva entrega, el citado medio hace referencia al historial de deudas millonarias, gastos excesivos y prácticas controvertidas que contrastan con la imagen pública de la exesposa del duque. Según la investigación, Ferguson admitió deudas superiores a 3,7 millones de libras, mientras mantenía un estilo de vida marcado por el derroche incluso después de su separación del príncipe en 1992.
La biografía detalla cómo Ferguson, inicialmente recibida con simpatía en la familia real británica, terminó envuelta en escándalos financieros y personales que la alejaron de la imagen de “duquesa moderna” que proyectaba.
Excesos y deudas
Entre los episodios destacados, la obra describe que, tras su separación, Ferguson alquiló propiedades de lujo como el Domaine La Fontaine, cerca de Cannes, por 20.000 libras, acompañada de un séquito de empleados y protegida por agentes de Scotland Yard. Durante su estancia, recibía entregas diarias de vinos caros, como el Puligny-Montrachet a 60 libras la botella, muchas veces abiertas y no consumidas. Mientras tanto, en su residencia inglesa, Romenda Lodge, la compañía eléctrica amenazó con cortarle el suministro por una factura impagada de 1.400 libras, a la que la duquesa restó importancia, según Daily Mail.

El libro también revela que Ferguson financiaba su afición por la equitación con dinero en efectivo proporcionado por empresarios como Clive Garrad, fundador de Red Devil, quien le entregaba bolsas de dinero debido a las restricciones impuestas por su banco. A cambio de prestar su nombre a una cadena de residencias de ancianos, la duquesa recibía un pago por cada cama ocupada, lo que le generó ingresos de hasta 200.000 libras anuales antes de desvincularse del proyecto, poco antes de la quiebra y encarcelamiento de Garrad por fraude fiscal.
La tendencia a mezclar actividades benéficas con intereses personales se repitió en otros ámbitos. En 1994, Ferguson viajó a Kenia en un viaje patrocinado, alojándose en la suite presidencial de un hotel de lujo, mientras en el país el salario semanal promedio era de 20 libras. En Estados Unidos, combinó visitas caritativas con la promoción de sus libros infantiles y negociaciones con estudios de Hollywood. Aunque en público alegaba dificultades económicas, analistas citados por Daily Mail estiman que sus ingresos por la franquicia infantil Budgie superaron los 2,8 millones de libras en cinco años, con decenas de empresas licenciando productos bajo su título real. Su secretaria privada admitió que, pese a las promesas, ya no se destinaba un porcentaje de esas ganancias a obras benéficas.
A pesar de sus reiteradas declaraciones de insolvencia, Ferguson mantenía un elevado nivel de gastos: empleaba a un equipo de servicio doméstico, gastaba 16.000 libras anuales en llamadas telefónicas y destinaba 6.000 libras mensuales al alquiler de su vivienda. En una sola semana, desembolsó 25.000 libras en ropa y accesorios, y 3.000 libras en una fiesta para los trabajadores que la ayudaron a mudarse. Según su exasesor financiero John Bryan, su gasto anual ascendía a 860.000 libras, unos 989.000 euros al cambio, incluyendo 300.000 en personal, 150.000 en regalos, 50.000 en flores, 50.000 en fiestas y otros 150.000 en viajes.
Fundaciones bajo sospecha
Las fundaciones y organizaciones benéficas asociadas a la duquesa también están bajo escrutinio en esta investigación. La organización estadounidense Chances for Children, que operaba como entidad sin fines de lucro, destinó menos de la mitad de las 110.000 libras recaudadas a fines caritativos, según registros fiscales citados por Daily Mail. El resto se empleó en salarios y gastos administrativos, y parte del personal se dedicaba a tareas personales para Ferguson. Otras fundaciones, como la Sarah Ferguson Foundation, han sido señaladas por no cumplir con las donaciones prometidas, según testimonios recogidos en la biografía.
La acumulación de deudas y el incumplimiento de pagos han generado tensiones con la familia real y con su entorno. La reina Isabel II intervino en varias ocasiones para saldar deudas de la duquesa, incluyendo un pago de 500.000 libras en 1994, pero finalmente se desvinculó de sus problemas financieros. Amigos y acreedores también perdieron la paciencia: uno de ellos, que le prestó 100.000 libras para unas vacaciones, solo recuperó 5.000, mientras que otros, como su peluquero, esperaron meses por pagos menores. Ferguson llegó a deber 14.000 libras a un comerciante de vinos en un solo mes y acumuló facturas impagadas en tiendas de lujo, hoteles y servicios personales.
La presión de los acreedores y la necesidad de generar ingresos llevaron a la duquesa a aceptar contratos publicitarios y apariciones públicas remuneradas. En 1997, se convirtió en el primer miembro de la realeza británica en anunciar un producto en televisión, promocionando una bebida por 500.000 dólares. También firmó acuerdos con WeightWatchers y vendió derechos de sus memorias y libros infantiles, aunque seguía enfrentando demandas y facturas pendientes, como una deuda de 1,6 millones de libras en impuestos.
Recortes, despidos y vida de lujo
El impacto de su estilo de vida se reflejó en la reducción de su personal y la venta de bienes. En 2009, tras una revisión de sus gastos, doce empleados fueron despedidos, algunos sin recibir su salario completo. Se devolvieron vehículos alquilados y se intentó vender automóviles de lujo para cubrir parte de las deudas. A pesar de estos recortes, Ferguson continuó realizando viajes costosos y tratamientos exclusivos en spas de Europa.
Las anécdotas personales recogidas por Andrew Lownie y publicadas por Daily Mail muestran una personalidad marcada por la negación de la realidad financiera y comportamientos excéntricos. Varios empleados relatan episodios de gritos y crisis ante la mención de problemas bancarios, así como un trato difícil que provocaba una alta rotación de personal. En el plano social, la duquesa protagonizó situaciones incómodas en fiestas, como la recreación de escenas de películas o bromas subidas de tono, que según amigos, ocultaban inseguridades profundas.
La biografía también aborda las obsesiones amorosas de Ferguson, desde su interés por John Kennedy Jr., a quien llegó a espiar, hasta su admiración por figuras como Kevin Costner, Tiger Woods y George Clooney. Estas historias, narradas por allegados y periodistas, refuerzan la imagen de una mujer en busca constante de afecto y validación, ajena a las consecuencias de sus actos.

En palabras de un antiguo empleado, la rutina diaria de Ferguson reflejaba el exceso y la falta de control: cada noche se preparaban banquetes dignos de la realeza, aunque la mayor parte de la comida terminaba en la basura, símbolo de una opulencia insostenible que acabó por pasarle factura.
A pesar de los escándalos y las dificultades económicas, la duquesa de York ha mantenido una presencia mediática constante, alternando entre intentos de rehabilitar su imagen y nuevas controversias.
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