El pulso arancelario entre Trump y la UE parece llegar a su fin: el pacto del 15% que sella la tregua comercial con Estados Unidos

Tras meses de amenazas, advertencias y plazos límite, Bruselas y Washington sellan un acuerdo que rebaja la tensión y evita el arancel del 30 % previsto para el 1 de agosto

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El presidente de Estados Unidos,
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, estrecha la mano de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en Turnberry, Escocia, Gran Bretaña. 27 de julio de 2025. REUTERS/Evelyn Hockstein

Tras semanas de tensión entre Bruselas y Washington, y al borde de una guerra comercial de consecuencias imprevisibles, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, han sellado este domingo un acuerdo para contener la escalada arancelaria que amenazaba con quebrar las relaciones económicas entre ambos bloques. En una reunión decisiva celebrada en un resort de Escocia, ambas partes pactaron la imposición de un arancel fijo del 15% sobre la mayoría de productos europeos exportados a EE. UU., a cambio de un compromiso comunitario para invertir más de 600.000 millones de dólares en suelo estadounidense y adquirir energía por un valor superior a 750.000 millones.

El acuerdo pone fin, al menos por ahora, a meses de tira y afloja, amenazas unilaterales, represalias y un ambiente de incertidumbre que ha mantenido en vilo a empresas, gobiernos y mercados internacionales. El pacto llega a tan solo cinco días de la fecha límite impuesta por Trump, que había fijado el 1 de agosto como día clave para aplicar aranceles del 30% de forma inmediata sobre todas las importaciones procedentes de la Unión Europea.

Los aranceles como bandera electoral

La tensión arancelaria entre Washington y Bruselas no es nueva, pero la segunda legislatura de Donald Trump ha elevado el tono hasta extremos no vistos desde los enfrentamientos comerciales con China en su primer mandato. Ya a finales de febrero de 2025, cuando llevaba apenas un mes de mandato, el presidente estadounidense recuperó una de sus banderas favoritas: la necesidad de “reciprocidad” comercial.

En un mitin en Ohio, Trump prometió la imposición de aranceles del 25% e incluso del 50% sobre los bienes procedentes de la UE si Bruselas no modificaba lo que él considera un “trato desigual hacia los productos estadounidenses”. Apenas unos días después, en un discurso desde la Casa Blanca, oficializó la amenaza: “Si Europa quiere acceso a nuestro mercado, que nos trate como nosotros la tratamos a ella”, afirmó.

La amenaza se convirtió en realidad el 2 de abril de 2025, fecha que Trump bautizó como el “Día de la Liberación Comercial”. Ese día, el mandatario anunció aranceles del 20 % a todas las importaciones de la Unión Europea, sin distinción por sector ni país. La medida entró en vigor una semana más tarde, el 9 de abril.

La decisión generó un terremoto político y económico en Europa. Aunque algunos sectores habían sido advertidos con anterioridad —como el automotriz o el agrícola—, la magnitud de la tarifa generalizada sorprendió incluso a los más escépticos. En paralelo, Estados Unidos impuso aranceles específicos del 25% sobre vehículos europeos, afectando especialmente a Alemania, así como al acero y al aluminio, sectores donde España también mantiene una importante cuota exportadora.

Desde Bruselas, la respuesta no se hizo esperar. A mediados de abril, la Comisión Europea anunció represalias por valor de 21.000 millones de euros, aunque decidió suspender su aplicación durante 90 días para dar margen a una posible negociación.

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El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en Turnberry, Escocia, Gran Bretaña. 27 de julio de 2025. REUTERS/Evelyn Hockstein

Escalada en mayo: amenaza del 50 %

Lejos de moderarse, el discurso de la Casa Blanca se endureció aún más en el mes de mayo. Ante lo que Trump calificó como una “resistencia europea a la reciprocidad”, volvió a amenazar con aumentar los aranceles hasta el 50% sobre todos los productos de la UE si no se alcanzaba un nuevo acuerdo comercial. Esta vez, puso como fecha límite el 1 de junio.

Sin embargo, esa amenaza se vio postergada tras una reunión informal del G7, donde mediadores franceses y británicos convencieron a Trump de extender el plazo hasta el 9 de julio. Posteriormente, el propio presidente estadounidense decidió alargar una vez más el ultimátum hasta el 1 de agosto, que desde entonces se convirtió en el día marcado en rojo en todas las cancillerías europeas.

En paralelo, la Comisión Europea preparó un paquete de represalias de mayor envergadura: aranceles del 30% a importaciones estadounidenses por valor de hasta 93.000 millones de euros, incluyendo sectores como aviación, maquinaria, tecnología médica y bienes agrícolas.

El punto álgido de la confrontación llegó el 12 de julio, cuando Donald Trump, a través de una carta abierta publicada en su red social Truth Social y enviada a Ursula von der Leyen, anunció la entrada en vigor —a partir del 1 de agosto— de un arancel del 30% sobre todas las importaciones procedentes de la Unión Europea.

La medida, presentada como definitiva y “no negociable”, fue interpretada en Bruselas como un acto hostil que rompía todas las posibilidades de diálogo. Varios Estados miembros —entre ellos España, Francia e Italia— instaron a la Comisión a responder con firmeza, aunque evitaron cerrar del todo la puerta a la negociación.

En España, la noticia cayó como un jarro de agua fría. Sectores clave como el vino, el aceite de oliva, el calzado o la cerámica advirtieron del impacto potencial de una barrera de esa magnitud. Las Cámaras de Comercio cifraron en más de 4.000 millones de euros las posibles pérdidas para la economía nacional. El Gobierno, por su parte, activó un plan de contingencia dotado con 14.100 millones de euros para apoyar a los exportadores afectados y agilizó programas de diversificación de mercados.

Negociaciones contrarreloj

Durante la segunda quincena de julio, las negociaciones se aceleraron en medio de una creciente presión mediática y empresarial. El 23 de julio, medios europeos adelantaron que las partes estaban cerca de acordar un arancel general del 15%, como fórmula de compromiso, que excluyera a productos farmacéuticos, sanitarios, tecnológicos y bebidas alcohólicas.

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Finalmente, este domingo 27 de julio, en una cumbre discreta celebrada en Escocia, Trump y Von der Leyen anunciaron el acuerdo que, al menos por el momento, desactiva la bomba de relojería comercial: un arancel fijo del 15 % sobre la mayoría de productos europeos a cambio de un ambicioso paquete económico por parte de Bruselas. La Comisión se compromete a adquirir energía estadounidense —especialmente gas natural licuado y petróleo refinado— por 750.000 millones de dólares, así como a canalizar inversiones por valor de 600.000 millones a lo largo de los próximos cinco años.

El pacto, que ha sido presentado como “histórico” por ambas delegaciones, ha evitado in extremis el escenario más temido por los economistas: una guerra comercial abierta entre los dos bloques más relevantes del comercio mundial. Las bolsas europeas han reaccionado con optimismo, mientras que en Estados Unidos, el acuerdo ha sido recibido como un triunfo de la diplomacia proteccionista del presidente Trump.