Sin duchas y baños solo para quien se queda en el refugio: la peculiar situación de una cabaña a 2.100 metros de altura

Eleonora Saggioro lleva casi 30 años gestionando el refugio Sebastiani, un pequeño enclave en plena montaña sin agua corriente ni comodidades modernas

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Refugio en la montaña (Imagen
Refugio en la montaña (Imagen Ilustrativa Infobae)

A 2.102 metros de altitud, en pleno macizo del Velino, dentro del Parque Regional Sirente-Velino, se alza el refugio Vincenzo Sebastiani, uno de los más conocidos de los Apeninos centrales italianos. Situado en la región de Los Abruzos, este refugio de alta montaña solo es accesible a pie, tras una caminata por senderos exigentes que atraviesan un entorno natural protegido.

Desde hace casi tres décadas, Eleonora Saggioro está al frente de su gestión. A lo largo de los años ha aprendido a convivir con una realidad que marca el día a día del lugar: la ausencia de agua corriente. Esta limitación condiciona no solo el trabajo del personal, sino también la experiencia de los visitantes.

Las personas que pernoctan deben adaptarse a habitaciones colectivas, sin duchas ni comodidades habituales. No hay conexión Wi-Fi, el menú es sencillo y las bebidas solo están frías en invierno, cuando las temperaturas exteriores permiten conservarlas. “La gestión de un refugio sin agua es cualquier cosa menos sencilla”, resume Eleonora al medio italiano L’altramontagna.

Ante esta situación, han tomado medidas poco habituales, como colocar carteles al inicio del sendero para pedir a los excursionistas que orinen en el bosque antes de llegar, con el objetivo de reducir el uso de los aseos. Una petición que puede parecer extrema, pero que se justifica en un contexto donde cada litro de agua cuenta.

Apeninos italianos (Filippo Maria Bianchi/Getty
Apeninos italianos (Filippo Maria Bianchi/Getty Images)

Racionamiento y soluciones improvisadas

El problema principal es que el refugio no cuenta con un manantial cercano. Su abastecimiento depende en gran parte de la recolección de agua de lluvia, que se almacena en cisternas. En épocas secas, como los veranos recientes, esa agua escasea, lo que obliga a racionarla con extremo cuidado. Aunque se planteó limitar el uso del baño solo a quienes pernoctan (una medida impopular), Eleonora y su equipo han optado por apelar al sentido común y a la responsabilidad de los visitantes. También han valorado transportar agua desde el valle, sin embargo, esta es una operación costosa, complicada logísticamente y poco sostenible a largo plazo.

A pesar de estas limitaciones, el refugio ha experimentado una importante transformación en los últimos años. Entre 2021 y 2022 se construyó una nueva estructura de madera, se duplicó la capacidad de alojamiento (de 13 a 25 plazas), se añadieron grandes cisternas capaces de almacenar hasta 28.000 litros de agua y se instaló un sistema de energía fotovoltaica que le otorga autonomía energética. Este esfuerzo ha sido posible gracias al Club Alpino Italiano de Roma y a las donaciones de simpatizantes de la montaña, que han apoyado con entusiasmo la mejora del refugio sin comprometer su espíritu esencial.

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Unido a la cultura

Más allá de su función como albergue, el albergue Sebastiani se ha convertido en un centro cultural y social en altura. Bajo la gestión de la cooperativa Equorifugio, que lidera Eleonora, se organizan presentaciones de libros, observaciones astronómicas, conciertos de jazz y jornadas gastronómicas. Todo con un espíritu de comunidad, sencillez y conexión con la naturaleza.

Eleonora, que llegó al refugio desde el mundo del teatro y hoy está profundamente arraigada en la montaña, se enorgullece de haber construido algo duradero en un lugar tan inhóspito. Reconoce que no fue fácil ganarse la confianza de los habitantes del valle, especialmente por ser mujer y forastera, pero su perseverancia ha transformado el refugio en un punto de referencia.