
En el corazón de Manhattan, entre elevados edificios que parecen rozar el cielo, trabaja la arquitecta gallega Marta Morato Costa, originaria de Santiago de Compostela. Desde su puesto como arquitecta en Grimshaw Architects, con sede en Nueva York, ha participado en algunos de los proyectos de infraestructuras más relevantes del país, como el aeropuerto internacional JFK, el de Houston o el Jardín Botánico de Maine.
“Siempre me ha interesado observar cómo los lugares están hechos, cómo se relacionan las personas con el entorno y con el paisaje. Creo que, en cierto modo, la arquitectura siempre estuvo presente, aunque no supiera ponerle nombre”, explica a Infobae España. Recuerda que su acercamiento a esta disciplina fue progresivo, cotidiano: “Me inicié en la arquitectura de forma bastante natural, casi sin darme cuenta”.
Una curiosidad temprana
Antes de saber que estudiaría arquitectura, ya le llamaban la atención los espacios que habitaba. “Siempre me gustó mirar cómo están hechas las cosas, cómo los materiales se combinan, cómo envejecen, cómo se habita un lugar”, cuenta Marta. Galicia fue, en ese sentido, su primer plano: “Tuve la suerte de vivir en la zona vieja de Santiago desde muy pequeña, que es un lugar excepcional”, relata.
“Recorrer las calles y los rincones es algo que siempre me ha gustado, ya que descubres algo nuevo cada vez. Aunque hayas pasado muchas veces por el mismo sitio, hay detalles que aparecen de repente, y que te hacen mirar de otra manera”, continúa mientras viaja en el tiempo en su memoria. Esa observación constante fue consolidando un interés que con el tiempo tomaría forma académica. “Para mí, la arquitectura es una forma de entender el mundo, de leer el lugar y de construir con cuidado y con sentido”, sostiene la gallega.

Comenzó sus estudios en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid (ETSAM) y más adelante amplió su formación en Chalmers University, en Suecia. Allí descubrió “enfoques muy ligados a la sostenibilidad y al respeto por el paisaje”. Desde entonces, esos temas han marcado su forma de trabajar. “La escala en la que yo me he criado es una muy doméstica, muy amable con el visitante o con la persona que está experimentando el espacio”, señala.
En su trayectoria ha contado con el apoyo de instituciones como la Fundación Botín y la Fundación Arquia, y recientemente ha sido una de las tres seleccionadas a nivel mundial para participar en la Renzo Piano World Tour, una beca que le ha permitido conocer proyectos internacionales y reflexionar sobre cómo el turismo y la arquitectura transforman las ciudades.
Del JFK al aeropuerto de Houston
Al llegar a Nueva York, comenzó su trabajo en Grimshaw Architects participando en el diseño del aeropuerto John F. Kennedy (JFK). “Ese fue el primer proyecto en el que trabajé. Es algo gigantesco. Nosotros nos dedicamos mucho a diseñar los espacios para fomentar que la movilidad dentro de los aeropuertos sea lo más dispuesta al usuario, y que todo esté relacionado con la experiencia que tiene el viajero”, relata Morato. El equipo del que forma parte Marta también intervino en aspectos vinculados a la llegada a la ciudad: “Abordamos cómo se vive la entrada a la ciudad de Nueva York desde el JFK, que también es una cosa bastante importante a la hora de recibir a gente”.
Tras ese plan, continuó su trayectoria en otras infraestructuras similares: “Después estuve trabajando en el aeropuerto de Houston, en el aeropuerto de Charleston, que también son proyectos públicos o federales. Son expansiones de terminales en Estados Unidos”.

Cambio al Jardín Botánico de Maine
Entre los trabajos que más le han marcado se encuentra uno muy diferente: el diseño de parte del Jardín Botánico de Maine, al norte de Estados Unidos. “Es un proyecto que involucra muchísimos agentes. En España nosotros estudiamos la carrera de arquitectura con una base constructiva y estructural muy grande. Entonces los arquitectos no necesitan tantos consultores de estructuras, no necesitan tanta gente involucrada en un proyecto. Y, sin embargo, en Estados Unidos es una cosa muy interdisciplinar”.
“Hay gente muy especializada en cuestiones muy concretas: en la estructura de un invernadero subtropical que vive en ciertas condiciones meteorológicas… Gente que está dedicada única y exclusivamente al vidrio que se utiliza en el invernadero; gente especializada en la madera determinada para poner en una parte del edificio… Es una cosa muy interesante”, señala Morato.
Su equipo se encargó de la parte del jardín botánico interior, aunque el proyecto engloba una expansión mayor. “Están involucrados arquitectos del paisaje y con el paisaje que es Maine, que no diría que es similar a Galicia, pero tiene una fuerza como así de la piedra y de la humedad. Entonces yo creo que es un proyecto muy interesante”.

Galicia: el lugar que más conoce
Aunque su carrera se ha desarrollado en contextos internacionales, Marta Morato mantiene un vínculo constante con su tierra, no solo emocional sino también arquitectónico y material. “Me gustaría muchísimo volver a Galicia y aplicar un poco lo que yo he estado aprendiendo fuera”, afirma. La conexión con el ambiente va más allá: forma parte estructural de su imaginario. “Los espacios que más conozco, los materiales típicos de allí, todo el imaginario gallego, mi infancia...”, enumera. En su forma de pensar la arquitectura, Galicia no es un punto de origen superado, sino un lugar hacia el que se proyecta.
“Santiago tiene una cosa muy bonita y es su conexión con la naturaleza. De alguna manera, la ciudad dialoga con los parques de una manera muy interesante. Y creo que eso también ha influido mucho en la forma en la que yo entiendo las urbes o entiendo la forma de introducir espacios verdes en los proyectos”, cuenta la arquitecta.
“La perspectiva de los edificios, de los monasterios y demás, no solo de la catedral, siempre te sorprende y es una cosa muy agradable de experimentar como visitante que viene de estar un tiempo fuera”, destaca de su ciudad natal. Desde Nueva York, continúa trabajando en proyectos de escala internacional, sin perder de vista el lugar del que partió y al que piensa volver.
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