
En muchos hogares, la tarde de cualquier domingo suele estar marcada por el sonido de la aspiradora y el olor a productos de limpieza. Se repasa el salón, la cocina y el baño, todo lo gordo, pero por despiste o dejadez, el hueco bajo la cama suele permanecer intacto. Solo se recuerda su existencia cuando hay una mudanza o, quizá, al buscar un objeto perdido que ha rodado hasta allí. Y es entonces cuando uno se da cuenta de que el polvo también llega allí donde no se puede ver.
Cómo quitar el polvo de debajo de la cama
En ese espacio, donde nunca llega la fregona y difícilmente baja el plumero, se acumulan cada día pequeñas fibras de las sábanas y prendas, junto con las partículas que desprende el colchón y los inevitables restos de polvo que van flotando por la casa. A todo esto se suman las escamas de piel y, en hogares con animales, la pelusa y la caspa de las mascotas. Todo ese contenido va descendiendo en silencio y se instala bajo la cama, oculto a la vista y sin que se altere durante meses.
La jornada de limpieza a fondo bajo la cama comienza, para quien se lo plantea, igual que cualquier tarea de la casa. Antes que nada, conviene sacar cualquier caja, los pares de zapatos o los objetos que se han ido almacenando por ser “de poco uso”. Este paso, además, suele convertirse en una ocasión para hacer repaso de pertenencias y replantearse qué guardar y qué desechar.

De acuerdo con lo publicado en el portal especializado Super Cleaning, las herramientas para esta labor son las mismas que para cualquier otra sesión de limpieza: una aspiradora (idealmente, con algún accesorio especial para esquinas), y un paño de microfibra húmedo, además de un cepillo largo al que engancharlo a modo de mopa. Una linterna improvisada con el móvil ayuda a localizar las pelusas que quedan fuera del alcance de la vista y, si la limpieza es exhaustiva, se puede preparar un cubo con agua templada y unas gotas de detergente de lavavajillas para pasar la fregona si la estructura lo permite.
Tras aspirar los bordes y las esquinas con esmero, se repasan las zonas más abiertas con el cepillo múltiple de la aspiradora, insistiendo en las partes donde se acumula la suciedad. Allí donde no llega la aspiradora, se recurre al cepillo largo con el paño húmedo, que levanta el polvo y permite sacarlo a la vista. Si quedan restos en las láminas del somier o en la base de la cama, un trapo humedecido basta para dejarlas limpias.
Una vez recogidas las cajas y colocados de nuevo los objetos, la costumbre dicta guardar el cubo, enrollar el cable de la aspiradora y ventilar el dormitorio. Fácil. Contar con cajas cerradas y con tapa facilita el almacenaje en ese hueco, además de evitar que la ropa o los zapatos se impregnen de polvo. Las personas que prefieren dormir cerca del suelo ven en los elevadores de muebles una opción para limpiar sin tanto esfuerzo. Dejar el calzado de la calle en la entrada de la casa es otra costumbre que dificulta que la suciedad del exterior llegue al dormitorio.
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