
Si se tomara una fotografía aérea de España, el color predominante en buena parte del país sería el amarillo. Sin ir más lejos, este fin de semana han estado activos numerosos incendios: en Méntrica (Toledo), en Navaluenga (Ávila), en Villena (Alicante), Los Pozuelos de Calatrava (Ciudad Real), Puerto de Mazarrón (Murcia), Cañamero (Extremadura), otros dos en Sevilla... El pasado mes de junio fue el más cálido desde que existen registros han transformado los campos verdes en extensiones áridas y vegetación seca, lo que se convierte en combustible para los incendios, como ya ocurrió en Cataluña, tanto en la comarca de la Segarra (Lleida), donde el fuego arrasó más de 5.000 hectáreas y provocó dos muertes, como en Paüls (Tarragona), con más de 3.000 hectáreas afectadas por las llamas. Y es que con unos paisajes cada vez más secos por el aumento de las temperaturas asociado al cambio climático, aumenta notablemente el riesgo de grandes incendios forestales, conocidos como megaincendios o de sexta generación, especialmente virulentos.
Esos incendios en Cataluña son el ejemplo de cómo la combinación de una sequía prolongada, las intensas lluvias de la primavera que han propiciado un crecimiento abundante de la vegetación y el intenso calor de junio pueden desembocar en situaciones de grave peligro. Por ello, investigadoras como Rut Domènech, ecóloga especializada en incendios forestales en la Universidad de California, Davis, advierte de que este verano podría ser especialmente trágico. No obstante, la experta asegura que, más allá del impacto del cambio climático, el aumento de incendios forestales se debe principalmente a “la falta de gestión forestal y el abandono de las zonas rurales”, que ha provocado que muchos campos y bosques estén desatendidos. La ausencia de actividades tradicionales como el pastoreo y la vigilancia del terreno contribuyen a la acumulación de material vegetal seco, lo que actúa como un potente combustible.

“Venimos de años de abandono, necesitamos gestión, porque, si no se actúa, la vegetación seguirá aumentando y el riesgo de incendios será mayor cada año. La vegetación crece a un ritmo mayor del que gestionamos y eso es un peligro”, advierte Domènech en conversación con Infobae España, que también señala que el principal objetivo de las diferentes administraciones debería ser “crear paisajes resilientes”. Como medidas clave para evitar los incendios, la experta insiste en la importancia de revitalizar las zonas rurales e implementar una gestión “mucho más afectiva”, especialmente en los puntos más vulnerables.
Fuego técnico
Otras de las medidas que la investigadora considera relevantes para prevenir incendios es “combatir el fuego con fuego”. Se trata del fuego técnico, una táctica utilizada para contener el avance de las llamas en una zona concreta, sin que salte a otros lugares. “El uso planificado del fuego de baja intensidad para eliminar material combustible, con mucha precisión, reduce el riesgo de incendio. Porque si una zona se incendia después de una quema de baja intensidad, el fuego va a avanzar más lentamente”, explica.
Una de las modalidades que puede adoptar es el contrafuego, que implica prender fuego en dirección opuesta al incendio para que ambos frentes se encuentren y se extingan mutuamente, o la quema de ensanche, que consiste en ampliar las líneas de defensa ya existentes. El uso del fuego técnico no solo requiere un profundo conocimiento de cómo se comporta este elemento, sino también de la topografía y las características del combustible vegetal, así como de las condiciones climáticas.

Domènech aclara que esta táctica también se emplea para devolver nutrientes a las pasturas a través de la ceniza, además de que elimina restos vegetales no deseados y ayuda a controlar especies invasoras, lo que favorece el rebrote de pastos y mejora la calidad del terreno para actividades ganaderas o conservación de ecosistemas.
Qué se considera un gran incendio forestal
Debido a la frecuencia e intensidad con la que ocurren, los incendios se han convertido en uno de los mayores problemas ambientales que sufren los montes y bosques en España. Cabe recordar que los grandes incendios forestales son aquellos que calcinan al menos 500 hectáreas y, a pesar de que no representan un porcentaje muy elevado en el país, son responsables de la quema del 60% de las hectáreas arrasadas cada año, lo que evidencia el impacto de estos siniestros sobre el territorio y la dificultad para su control y extinción. De ahí la importancia de actuar tanto en las causas que los originan como en las que los propagan.
Además de los factores mencionados como las altas temperaturas o la abundante vegetación que han dejado las lluvias de los últimos meses, las acciones imprudentes o descuidos humanos también figuran entre los principales desencadenantes de los incendios.
Hasta el 22 de junio, en España se habían quemado 16.734 hectáreas, una cifra que representa un 51,8% menos que la media de la última década y un 35,5% menos respecto al año pasado, según el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (Miteco). De acuerdo con el Sistema Europeo de Información sobre Incendios Forestales (EFFIS), estos datos suponen uno de los registros más bajos en décadas para España, aunque el país sigue entre los más afectados del continente. El desarrollo de las próximas semanas será clave para conocer el balance final del verano.
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