
Plumas de distintos colores: rojo, azul y amarillo, alargadas y con sedosas texturas, pertenecientes a exóticas aves de América Central y América del Sur. Esto fue lo que, las autoridades de un aeropuerto francés, incautaron el pasado 2 de julio.
Según informó el servicio de aduanas en un comunicado de prensa, las plumas brillantes se encontraron en un paquete sospechoso procedente de Costa Rica. Las autoridades del aeropuerto Roissy Charles-de-Gaulle, ubicado en el departamento francés de Sena-San Denís, las interceptaron en un intento por llegar a Italia.
Según informa el medio digital actuparis, las plumas pertenecían a importantes aves del cono sur de América que se encuentran bajo protección legal y ambiental. Esto era debido a una alta probabilidad de extinción. El número de plumas encontradas ascendía a 489. Ocho eran pertenecientes al quetzal y las 481 restantes pertenecientes al guacamayo. Ese tipo de mercantilización animal supone un ataque directo a una especie protegida. Son actividades que se encuentran amparadas bajo la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES)
¿Qué sabemos de estas aves? El guacamayo y el quetzal
El guacamayo es un animal perteneciente a la familia de los loros. Según la web de World Animal Protection, se distinguen por su pico curvado, patas robustas, gran inteligencia y la habilidad para imitar sonidos. Este término abarca también a los pericos, cotorras y papagayos. Por su parte, el quetzal, pertenece a la familia de los trogonidae, que incluye aves de intensos plumajes policromados.
Son animales que se encuentran en peligro de extinción. Algunos de los motivos son: el tráfico ilegal extractivista, la pérdida del ecosistema debido a la deforestación, la construcción de las granjas industriales en zonas tropicales, y como consecuencia del intervencionismo humano, el profundo cambio climático cuyas consecuencias afectan tanto a los ecosistemas habitables como a los propios ciclos del clima.

Sus plumas son consideradas un material sofisticado y de lujo. En el caso del quetzal, según informa Nacional Geographyc: “Es una de las aves más hermosas del continente americano y un pájaro sagrado para todas las culturas mesoamericanas”. Conocido por su belleza y su protagonismo en la historia de las antiguas civilizaciones indígenas, siempre ha sido codiciado por los más poderosos. Desde la nobleza mesoamericana hasta los contrabandistas de la contemporaneidad.
“Con estas largas plumas se confeccionaban penachos exclusivos para las élites mesoamericanas: reyes, sacerdotes y guerreros lucieron estos tocados, e incluso la palabra quetzal, formó parte de los nombres de algunos gobernantes, como Quetzal Jaguar I (K’uk Balam), fundador de la dinastía de Palanque”, explica National Geographyc.
Una reflexión sobre el extractivismo
Hoy en día, el quetzal enfrenta un grave riesgo de desaparecer. Su supervivencia no solo se ve amenazada por la caza ilegal y el tráfico, sino también por la continua destrucción de los bosques donde habita. Si esta situación no se revierte, esta majestuosa ave podría extinguirse, dejando su recuerdo solo en los relatos del pasado, en monumentos antiguos de Mesoamérica y en los símbolos patrios de Guatemala, país que lo nombró ave nacional en 1871.
El medio digital Samaúma, especializado en periodismo social, entrevistó a la bióloga estadounidense Janine Benyus a cerca de esto. “Para prosperar tenemos que abandonar el extractivismo y adoptar el modelo regenerativa de la naturaleza”, explicó la especialista.
Janine Benyus, autora del libro Biomímesis: Cómo la ciencia innova inspirándose en la naturaleza, lleva décadas promoviendo el enfoque de la biomímesis como herramienta para afrontar los grandes desafíos actuales. A través de la organización Biomimicry 3.8, que ella misma fundó, impulsa proyectos y difunde conocimientos que aprovechan las estrategias de la naturaleza para buscar soluciones sostenibles frente a la crisis climática, la degradación ambiental y el uso excesivo de los recursos naturales.
“La naturaleza nos muestra cómo crear sociedades y sistemas prósperos: ecosistemas que no solo sustentan, sino que también enriquecen los lugares donde existen”.
En consecuencia, Janine Benyus condenó el extractivismo hacia las aves en peligro de extinción y propuso un modelo de innovación social basado en el respeto y la observación profunda de la naturaleza. Este enfoque no solo busca proteger la biodiversidad, sino también inspirar soluciones tecnológicas y sociales que imiten los procesos naturales, fomentando un desarrollo más armónico con el entorno. Su visión invita a reemplazar la explotación por la colaboración con los ecosistemas, promoviendo una forma de progreso que garantice el bienestar tanto del planeta como de las futuras generaciones.
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