Por cada 100 personas activas habrá 53 dependientes en 2050: un estudio propone aplazar hasta 8 años la jubilación para poder sostener las pensiones

El envejecimiento acelerado de la población española obliga a repensar el retiro laboral y sus condiciones

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Un hombre mayor continúa trabajando
Un hombre mayor continúa trabajando como carpintero (Canva)

España se enfrenta a un reto demográfico sin precedentes: el envejecimiento de la población avanza a un ritmo acelerado y amenaza con poner en jaque tanto al mercado laboral como a la sostenibilidad del sistema de pensiones.

Según el informe Evolución de la Capacidad Adicional para Trabajar en España, elaborado por la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea), en la actualidad un 31,3% de la población española es dependiente respecto a la que está en edad de trabajar. Las previsiones indican que, en 2050, ese porcentaje aumentará hasta el 53%.

Esto significa que, dentro de 25 años, por cada 100 personas activas habrá al menos 53 personas dependientes, ya sea por ser menores de 16 años o mayores de 65. Se trata de uno de los porcentajes más elevados proyectados a nivel mundial, lo que obligará a replantear las políticas laborales y de pensiones, especialmente en lo que respecta a la integración y aprovechamiento del talento sénior.

Una población envejecida, pero más saludable

La paradoja es clara: aunque los españoles viven cada vez más y con mejor salud, la participación de los mayores en el mercado laboral no ha crecido en la misma medida. La esperanza de vida a los 65 años ha aumentado casi tres años desde principios de siglo, alcanzando los 21,7 años, y se prevé que superará los 23,4 en 2050. Sin embargo, la tasa de empleo entre los mayores de 55 años sigue siendo baja, especialmente en mujeres.

El estudio de Fedea analiza precisamente la capacidad adicional de trabajo de las personas entre 55 y 69 años, utilizando la mortalidad como indicador de salud. Así, los resultados revelan que los trabajadores mayores en España tienen una capacidad latente de trabajo de unos 8 años en los hombres y 6 años en las mujeres respecto a quienes tenían un estado de salud similar en la década de 1970. Es decir, podrían seguir trabajando si así lo decidieran, siempre y cuando las condiciones laborales y legales lo permitieran.

Un modelo de jubilación demasiado rígido

El actual sistema de jubilación en España obliga a pasar bruscamente de trabajar a tiempo completo a estar completamente inactivo, salvo excepciones muy limitadas. Esto representa una rigidez que, según el informe, no se ajusta a las necesidades ni preferencias de muchos trabajadores mayores, que podrían continuar trabajando en jornadas reducidas o en otras modalidades más flexibles.

Por eso, una de las principales propuestas por Fedea es permitir una transición gradual hacia la jubilación, combinando trabajo parcial con percepción parcial de la pensión. Esta fórmula permitiría a los trabajadores adaptar su retirada del mercado laboral según su estado de salud y circunstancias personales, además de aliviar la presión económica que supone dejar de generar ingresos de forma abrupta.

La incorporación al mundo laboral más tardía de los jóvenes, con una tasa de empleo entre los 16 y los 29 años 15 puntos porcentuales inferior a la de 2007, hará que los que se jubilen en 2065 y que solo hayan podido cotizar 30 años deban compensar sus menores cotizaciones demorando la jubilación hasta los 71 años si quieren mantener el nivel de vida previo.

Incentivar el empleo sénior

Aumentar la participación de los trabajadores mayores podría beneficiar a los propios interesados, pero también a toda la economía. Según los datos de Fedea, promover la continuidad laboral en edades avanzadas ayudaría a:

  • Aliviar la presión sobre el sistema público de pensiones, que se enfrenta a un aumento imparable del número de beneficiarios.
  • Mejorar la sostenibilidad del mercado laboral, ante una población activa que se irá reduciendo en proporción al número de dependientes.
  • Aprovechar la experiencia acumulada por los trabajadores sénior, facilitando la transmisión de conocimientos a las nuevas generaciones.

Además, desde el punto de vista empresarial, esta continuidad permitiría una salida ordenada de los trabajadores veteranos, mitigando el impacto de la pérdida de capital humano cualificado.

Un potencial desaprovechado

La Fundación de Estudios de Economía Aplicada destaca que, incluso tras la reforma de pensiones de 2011, la cual elevó progresivamente la edad legal de jubilación hasta los 67 años, la tasa de empleo de los mayores apenas ha aumentado. En este sentido, el informe señala que muchas personas que desearían seguir trabajando no pueden hacerlo porque no encuentran oportunidades laborales adaptadas a sus condiciones o intereses.

Reformar para adaptarse al futuro

Para Fedea, el sistema debe comenzar a adaptarse a la realidad demográfica y sus previsiones. Para ello, proponen avanzar hacia un modelo más flexible, donde los trabajadores puedan elegir una jubilación parcial o progresiva, compatible con su pensión.

Este tipo de reformas ya se ha implementado con éxito en otros países y ha demostrado tener efectos positivos tanto en la productividad como en la sostenibilidad del sistema de pensiones. Por tanto, permitir que los mayores sigan trabajando si lo desean puede ser, según su análisis, una oportunidad para afrontar con más garantías el reto del envejecimiento poblacional de nuestro país.