
España comenzaba este 2025 su campaña contra incendios con la menor siniestralidad en una década, pero las tornas parecen cambiar con la llegada del calor. Tan solo en Lleida y Tarragona, el fuego ha arrasado con más de 8.000 hectáreas, en su mayoría de superficie forestal. Son, según WWF, los primeros avisos de un nuevo tipo de incendios: cada vez más grandes y con potencial de quemar miles de hectáreas en pocas horas.
El informe anual de la ONG sobre la evolución de los grandes incendios forestales (GFI) muestra una tendencia preocupante: pese a haberse reducido el número de incendios, la siniestralidad es cada vez más alta. Hasta el 95 % de los siniestros de los 9.300 que se producen de media al año está provocado por la mano del ser humano y, de ellos, más de la mitad son intencionados, frente al 23% producidos por negligencias y accidentes. Además, la proporción de GIF, que queman más de 500 hectáreas, se ha incrementado en un 31% en la última década. Si en 2004, estos grandes incendios representaban el 0,10% del total, ahora son el 0,26% de los registrados. Esto supone un total de 24 GIF en la última década, a los que habría que sumar los ocho sufridos en la primera mitad de 2025.
No obstante, el número de incendios no es lo único que decrece, también la superficie anual quemada. Según WWF, el terreno afectado por el fuego ha disminuido en los últimos 20 años, con una media de más de 100.000 hectáreas. En ello ha influido la mayor eficiencia de los sistemas de extinción de incendio, que consiguen controlar el fuego en fase conato en un 68% de los siniestros.
“Sin embargo, en los últimos años se observa que esta disminución de la superficie afectada es cada vez menor, lo que reafirma la tendencia que predicen los escenarios de cambio climático, según los cuales se espera que para 2050 la superficie quemada pueda duplicarse respecto a la media actual“, advierten los autores del informe.
Hacia los incendios imposibles de extinguir

“Hay una clara tendencia en la extrema intensificación y peligrosidad de los incendios forestales a escala global y en España”, valoran desde WWF. De hecho, desde el año 2017 se ha identificado un nuevo tipo de incendio, catalogados como ‘sexta generación’, que “son capaces de modificar las condiciones meteorológicas y desbordan la capacidad de extinción”, expresan en un comunicado.
Estos incendios de alta intensidad se han registrado tan solo en dos ocasiones, en Chile (enero 2017) y Portugal (junio 2017), si bien existe cierto consenso en que los fuegos de Sierra Bermeja (Málaga) de 2021 y el de Tenerife de 2023 constituyeron incendios de sexta generación. La particularidad que tienen estos accidentes es que son “explosivos, impredecibles e imposibles de extinguir”.
“Los incendios extremos son el claro síntoma de una crisis ecológica, climática y territorial. Su futura evolución es una de las mayores incertidumbres en la gestión de riesgos forestales, y dependerá de cómo abordemos colectivamente el uso del territorio, la planificación rural y la emergencia climática. Lo que no está en duda es que, sin medidas estructurales, estos incendios serán cada vez más frecuentes, intensos e incontrolables”, afirma Lourdes Hernández, especialista del programa de Bosques de WWF y autora del informe.
Más bosques, pero menos cuidados

El menor número de incendios y los trabajos de repoblación han contribuido a aumentar la superficie forestal en España, que es hoy un 7% mayor que en 2005. Los bosques recorren ya más de 28,4 millones de hectáreas en el país, pero esto no es siempre una buena noticia.
“No se ha traducido en un aumento de bosques sanos, resistentes y resilientes”, lamentan desde WWF. El abandono del mundo rural, los usos agrarios y el descenso de la ganadería extensiva han propiciado la degradación de los bosques. De hecho, el último informe sobre el estado de conservación de la red Natura 2000 muestra que los sistemas forestales se encuentran en un declive grave. Para el periodo 2013-2018, hasta el 89% de los bosques se encontraban en estado desfavorable, según dicho informe. Además, el 24 % están enormemente estresados y debilitados, claro indicador del deterioro en su capacidad de resiliencia y en su potencial inflamable.
“Urge diseñar y gestionar territorios inteligentes que conjuguen la recuperación de un tejido productivo con la prevención de incendios, la conservación de la biodiversidad y la lucha contra las consecuencias de la crisis climática”, añade Lourdes Hernández.
WWF aprecia la evolución en la lucha contra los incendios forestales, pero consideran que “quedan aún por abordar retos fundamentales”. La organización propone la adopción de un marco regulatorio adecuado e integral e insta a las comunidades autónomas a crear planes anuales de prevención de incendios, así como medidas de adaptación al cambio climático. “La única forma de evitar que los grandes incendios sigan devorando comarcas enteras cada verano pasa por gestionar y adaptar el territorio para hacerlo menos inflamable y más resiliente”, concluye Hernández.
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