
Casi uno de cada tres autónomos no descansará este verano en España. Así lo refleja una encuesta reciente de la Federación Nacional de Asociaciones de Trabajadores Autónomos (ATA), que revela que el 25% de los trabajadores por cuenta propia no se coge vacaciones en todo el año.
Además, entre quienes no veranean, más de la mitad asegura que el principal motivo es económico y otro 37,5% señala la imposibilidad de gestionar su negocio si no está presente. La falta de descanso no es una anécdota puntual: el 23,2% de los encuestados lleva más de un año sin cerrar por vacaciones y un 12% acumula más de tres años sin hacerlo.
Temporada alta… para trabajar
Enrique, técnico audiovisual para espectáculos y eventos en vivo, forma parte de ese porcentaje que no podrá parar ni un minuto este verano. Empezó como autónomo en noviembre de 2023 y explica que trabajará “todo lo que pueda este verano, ya que es la temporada alta de trabajo en mi sector”. Aunque ha tenido algún periodo de baja actividad, no lo considera descanso real: “Más que vacaciones, lo que he tenido son periodos de baja actividad en los que puede pasar una o varias semanas en las que no trabaje”.
Precisamente como consecuencia de esos periodos de inactividad obligada, el técnico confiesa: “No puedo permitirme rechazar trabajos para tener esos días libres. Estoy condicionado a organizar mi tiempo en torno a los trabajos que me van surgiendo”, asegura.
A nivel emocional, también pesa: “Es duro no poder coincidir con las libranzas de amigos y familia, pero esto es algo que se extiende más allá del verano a todo el año”. Y físicamente, su profesión no le da tregua: “Mucho de mi trabajo es en exteriores y trabajar a 40 grados en verano es, vamos a decir, complicado”.
Sobre el desgaste del colectivo, lo tiene claro: “En muchos aspectos estamos olvidados y desamparados por una legislación entre escasa e inexistente”, denuncia. Y añade: “Estamos realizando trabajos en condiciones que serían absolutamente inadmisibles con el Estatuto de los Trabajadores en la mano. Las empresas se aprovechan de estos vacíos legales para llevar a cabo prácticas abusivas que no podrían hacer con trabajadores en plantilla. Tenemos lo peor de ser empresa y lo peor de ser trabajadores”, dictamina el profesional.
Desde casa, pero sin desconectar
María, periodista autónoma, comenzó su actividad hace apenas un mes y trabaja desde el Puerto de Mazarrón (Murcia). No se tomará ni un descanso este verano: “No voy a cogerme vacaciones porque empecé mi contrato, mi alta de autónomo, el mes pasado, con el objetivo de no quedarme parada este verano por motivos evidentemente económicos”.
Aunque su entorno de trabajo es más amable, pues teletrabaja desde su casa, reconoce que eso no significa desconexión: “No son vacaciones. Quieras que no, es un entorno diferente al que las tienen las personas que deben quedarse en grandes núcleos como Madrid para seguir trabajando”.
Su decisión de no parar tiene que ver con la necesidad de generar ingresos y de ganar experiencia: “No quiero permitirme parar porque quiero ir adquiriendo experiencia que me permita salir al mercado laboral con más solvencia de la que tengo actualmente”. Sus ingresos actuales son bajos y los complementa con la prestación por desempleo.
A nivel emocional, admite que el precio es alto: “Creo que he aprendido a vivir con ansiedad crónica y esto es muy triste como sociedad”, lamenta. “Al final, la vida nos pide rendir al mil por mil en el entorno laboral y en nuestras relaciones sociales, y no siempre es posible. Hay veces en las que, cuando me voy a dormir, me doy cuenta de que le he dedicado un 0% de mi tiempo a mi familia o a mi pareja”.
También siente que el sistema empuja a seguir produciendo sin descanso: “Nos hemos acostumbrado a aguantar, a trabajar porque ‘es lo que toca’, y cuando quieres o necesitas descansar el sistema y nuestra educación nos hacen sentir culpables por no seguir produciendo, por no seguir la actualidad, por no ir en favor de la corriente y hemos abandonado (o renunciado) a parar”.
Mantener el negocio abierto cuando todos cierran
Thalía gestiona, junto a su hermana odontóloga, una clínica dental en Madrid. Ambas son autónomas desde que abrieron el negocio, hace casi tres años. Aunque ahora pueden organizarse mejor, la decisión de mantener el centro abierto en verano se tomó desde el principio: “Cuando abrimos la clínica, el primer año sí estuvimos a tope, solamente no cogimos una semana. Luego, para el segundo año, pudimos coger dos”.
Sin embargo, esos días de descanso no coinciden con el verano, ya que toda su competencia sí para en el periodo estival. Esta estrategia les permitió captar pacientes: “Nos dimos cuenta de que toda la gente venía por urgencias y eso nos servía para poder darnos a conocer”.
Este año, confiesa Thalía, sí podrían permitirse parar, pero no lo hacen: “Podríamos darnos el lujo en este momento, pero si no abrimos este tiempo, no se produce absolutamente nada”, y ellas, como autónomas, siguen teniendo que pagar impuestos incluso si no producen. Una de las propuestas de la trabajadora para mejorar la situación del colectivo sería, precisamente, aliviar la carga fiscal en los meses de menor actividad: “Si no se cobraran impuestos en agosto, ya ayudaría muchísimo”.
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