Un jubilado cree que ha ganado la lotería, pero luego descubre que le han robado todos sus ahorros: “Cuando me desperté, mi vida estaba destrozada”

Todo comenzó cuando recibió un correo electrónico que, aparentemente, respondía a uno de los sorteos en los que él mismo había participado, pero en realidad era una estafa

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Un jubilado cree que ha ganado la lotería, pero luego descubre que le han robado todos sus ahorros. (Montaje Infobae España/Canva)

Un hombre jubilado de 82 años, residente en Spiez (Suiza), ha visto cómo todos sus ahorros desaparecían tras ser víctima de una sofisticada estafa en línea. Andrin, antiguo mecánico autónomo y sin una pensión suficiente para mantenerse económicamente, consiguió ahorrar cerca de 200.000 francos suizos durante toda su vida laboral. Esa suma, que guardaba en su cuenta de ahorros, era su única garantía para afrontar sus últimos años. Pero un falso premio de lotería terminó por arrebatarle todo lo que tenía.

“Los últimos meses han sido como vivir una pesadilla. Cuando me desperté, mi vida estaba destrozada”, explicó Andrin, durante una entrevista concedida al digital suizo Blick. Ahora, con apenas 8 francos en su cuenta, el jubilado aún está intentando comprender cómo fue posible el engaño y afrontar una realidad completamente adversa.

Un falso premio de lotería, el origen de la estafa

Todo comenzó cuando recibió un correo electrónico que, aparentemente, respondía a uno de los sorteos en los que el propio Andrin había participado. El remitente, identificado como P. Z., le notificó que era el ganador de un premio de lotería y le ofreció “ayuda” para configurar el acceso a la banca electrónica con el fin de transferir el supuesto importe del premio. Al no sospechar del mensaje y movido por la esperanza de una buena noticia, Andrin aceptó la asistencia. El estafador le explicó que debía instalar un programa de control remoto, logrando así acceso directo a su ordenador personal.

Después de poner en funcionamiento el acceso a la banca online, el falso agente inició una primera transferencia de 44.000 francos suizos desde la cuenta de ahorros de Andrin hacia su propia cuenta corriente. Ese dinero, según las instrucciones, iría después a un intermediario de criptomonedas encargado de hacer llegar el dinero ganado. Para despejar cualquier sospecha, el estafador le advirtió que el banco podría llamarle para confirmar el movimiento y le indicó que debía “decir que todo está en orden”.

Durante varios días, el jubilado siguió las indicaciones y mantuvo la comunicación con el estafador, quien le presionó para insistir al banco sobre la liberación de los pagos. “Eres inteligente. Sé tranquilo y directo. Puedes indignarte un poco por el retraso en el pago”, fue uno de los mensajes que recibió en medio de la trama.

Una cuenta vacía tras la manipulación: “Me caí de la silla cuando me enteré”

El engaño se mantuvo hasta que, un mes después, la entidad bancaria detectó movimientos sospechosos e interrumpió las transferencias. Un empleado del banco contactó a Andrin para advertirle que su cuenta se encontraba vacía. “Me caí de la silla cuando me enteré”, relató. Ante la conmoción, la entidad bloqueó de inmediato el acceso a su banca electrónica.

El presunto estafador, lejos de terminar la presión, continuó comunicándose con Andrin. “No soy un ladrón”, escribió tras verse confrontado. Al perder el control sobre la cuenta del jubilado, intentó convencer a la esposa de la víctima para que creara un nuevo acceso y prometió más dinero: “Le esperan 350.000 francos”.

El jubilado rompió toda comunicación y, con el apoyo de su administrador, presentó una denuncia formal. La investigación ahora está en manos de la policía cantonal de Berna, que intervino su ordenador para seguir el rastro de la estafa.

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Crece la oleada de fraudes contra personas mayores

El caso de Andrin no es aislado. Las autoridades suizas han recibido 1.570 denuncias similares por fraudes informáticos solo en 2024, de acuerdo con la Oficina Federal de Ciberseguridad. Los delincuentes suelen usar programas de acceso remoto para apoderarse de los dispositivos de sus víctimas, manipular transferencias y vaciar las cuentas bancarias en pocos días.

A día de hoy, Andrin intenta sobrevivir con una pensión mínima, que apenas le da para afrontar sus gastos más elementales. “Lo único que puedo permitirme ahora es sopa y patatas”, confesó en medio de este difícil trance. Ante la falta de recursos, ha comenzado a vender objetos personales desde su taller. Su principal esperanza es que la investigación logre identificar y sancionar a los responsables, aunque recuperar el dinero parece improbable.

“De momento, es todo lo que tengo”, concluyó, tras mostrar una sencilla tabla de madera puesta en venta por Internet. El caso de Andrin, difundido por el medio suizo Blick, refleja la vulnerabilidad de los adultos mayores frente a delitos cibernéticos y la necesidad de fortalecer la prevención frente a estas prácticas delictivas.