Los franceses responden al pueblo suizo que les prohíbe la entrada en su piscina: “Ellos lo dejan todo lleno de basura cuando vienen de compras”

La iniciativa del Ayuntamiento para impedir la entrada “a los gamberros” ha generado polémica tanto en el lugar como en el país vecino

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Una piscina.  (Jesús Hellín/Europa
Una piscina. (Jesús Hellín/Europa Press)

La semana pasada, el Ayuntamiento de Porrentruy, en Suiza, a muy pocos kilómetros de la frontera con Francia, causó un conflicto internacional tras prohibir la entrada de los extranjeros —es decir, de los franceses, que son los habituales en el lugar— a la piscina municipal. La justificación: “Actitudes consideradas inapropiadas y violaciones de las normas internas del recinto”. En una medida “temporal”, adoptada en principio hasta el 31 de agosto —o sea, hasta que se vaya el calor en el país alpino— ahora admitirá el acceso únicamente a nacionales suizos, residentes legales y titulares de un permiso de trabajo suizo vigente.

Las reacciones, por supuesto, no se han hecho esperar, tanto en el lugar de los hechos como en Francia, donde la polémica ha llegado incluso al Parlamento. Ante esta situación, el vicepresidente del grupo de amistad Francia-Suiza en la Asamblea Nacional, Matthieu Bloch, se reunirá con el alcalde de Porrentruy, Philippe Eggertswyler, para aclarar las cosas. “El objetivo del diputado es evitar los malentendidos entre vecinos que tienen interés en trabajar juntos y hasta desarrollar fuertemente la relación transfronteriza”, dice una persona cercana al político francés, citada por los medios regionales belgas.

Si bien ambos lados de la frontera buscan distender la situación, persisten tensiones en torno a los conocidos como “trabajadores fronterizos”. Lionel Maître, presidente de la Asociación Jurassiana de Comunas, en esta región suiza, observa el fenómeno de cerca. “Ajoie es una pequeña región de 25.000 habitantes, mientras que nuestros vecinos del Territorio de Belfort y Montbéliard suman 300.000 personas, sin contar Alsacia. Como las autoridades francesas no logran controlar a toda su población, eso termina repercutiendo aquí”, lamenta el también alcalde de Boncourt, otra localidad vecina, que menciona como ejemplo los grupos de jóvenes franceses con “comportamientos agresivos” en las fiestas populares del cantón.

El político asegura que no se pretende estigmatizar a ninguna comunidad: “No apuntamos a los fronterizos, sino a determinadas personas que nos generan problemas. Comprobamos que el 90%-95% de los incidentes en la piscina eran causados por personas que cruzaban la frontera. Vivimos en una región pequeña y debemos velar por la seguridad de nuestra población. He recibido mensajes de muchos franceses apoyando la medida, porque consideran que la situación ya no era sostenible”, destaca en el medio suizo La Liberté.

Pero muchos otros critican la medida. Christian Rayot, presidente de la comunidad de comunas Sud Territoire, ha dicho en el canal 24 Heures que “por 20 o 25 personas que causan incidentes, se prohíbe la piscina a todos los fronterizos, espero que la medida no dure todo el verano”.

Una piscina privada por cada tres habitantes: estos son los municipios madrileños donde los vecinos se refrescan mucho mejor en verano.

Las críticas de los franceses

La polémica también ha desatado las críticas de los franceses en redes sociales. Según los mensajes publicados, el civismo que suele atribuirse a los suizos a menudo termina en la frontera. “Dejan basura en Francia cuando van de compras o tienden a no respetar los límites de velocidad”, comentan. Varias asociaciones, por ejemplo, critican la presencia de residuos suizos en la naturaleza francesa, lo que ha causado decenas de multas cada mes.

Los propios suizos se muestran divididos. Entre los testimonios recogidos por estos medios suizos, destaca el de Célia, de 32 años: “Me avergüenza que el nombre de mi ciudad salga en todos los medios y en las redes sociales por una decisión claramente xenófoba. Esta mañana incluso supe que la extrema derecha alemana utiliza el caso de nuestra piscina para difundir su odio a los extranjeros. Realmente, habríamos preferido evitar esta exposición”. Otros vecinos, en cambio, opinan: “Ya basta de tener que acoger a todos los expulsados de las piscinas francesas. No se trata de xenofobia, sino de civismo”.

“A pesar de todo, las relaciones con los fronterizos siguen siendo bastante buenas”, matiza Lionel Maître. “La gente sabe distinguir”. La región suiza depende de los trabajadores fronterizos para mantener su economía. Solo en Boncourt, de los 1.700 puestos de trabajo equivalentes a tiempo completo, cerca del 90% están ocupados por franceses.