
La escena se repite cada verano, pero este año ha llegado antes y con mayor intensidad. Desde las cinco de la madrugada de este miércoles, decenas de personas comenzaron a concentrarse ante las puertas de varias inmobiliarias del centro de Santiago de Compostela, con un objetivo común: conseguir una vivienda de alquiler de cara al próximo curso académico. Con el paso de las horas, las colas crecieron hasta ocupar varias calles del Ensanche compostelano, en una imagen que algunos describen ya como habitual, pero que no deja de generar preocupación.
A las puertas de agencias inmobiliarias como Julio Gerpe, en la Avenida de Vilagarcía, las filas comenzaron a formarse antes del amanecer. En redes sociales, especialmente en cuentas seguidas por la comunidad estudiantil como Salseo USC, circularon imágenes y vídeos que mostraban largas colas de jóvenes a la espera de turno para acceder a las oficinas. A medida que avanzaba la mañana, las colas se multiplicaron y el ambiente en la zona se fue tornando cada vez más tenso.
La presión del calendario y la falta de alternativas
Este fenómeno coincide con la resolución de la ABAU (PAU) y la activación del calendario de matrícula universitaria, dos factores que disparan la urgencia por asegurar alojamiento. En un mercado marcado por la escasez de viviendas disponibles, muchos optan por madrugar para obtener uno de los limitados turnos presenciales que algunas inmobiliarias han comenzado a establecer como sistema de acceso. En estos casos, solo quienes se presentan físicamente consiguen apuntarse en las listas de espera o recibir información sobre los inmuebles disponibles.
La presión es aún mayor para quienes proceden de fuera de Galicia, que se enfrentan a la dificultad añadida de desplazarse hasta Santiago sin garantías de encontrar una vivienda. El ritmo del mercado es tal que muchas ofertas desaparecen en cuestión de horas, y los precios de los pisos que aún están disponibles tienden a incrementarse a medida que avanza el verano.
Aunque estas imágenes de aglomeraciones se han vuelto frecuentes en julio y agosto, las circunstancias que las provocan no han cambiado. Santiago continúa arrastrando una tensión estructural en su mercado de alquiler. La alta concentración de estudiantes en una ciudad de tamaño medio, unida a la escasa rotación de pisos y al impacto creciente del alquiler turístico, ha reducido de forma significativa la oferta destinada al curso académico.
Esta situación se ha visto agravada en los últimos años por la transformación de muchos inmuebles en alojamientos de corta estancia, especialmente en el casco histórico y en zonas próximas al Campus Vida. Además, algunos propietarios priorizan perfiles con mayor estabilidad económica, lo que deja en desventaja a estudiantes que dependen de compartir piso o de avales familiares para acceder a una vivienda.
Entre las propuestas que se han planteado en años anteriores figuran la ampliación del parque público de residencias universitarias, incentivos para propietarios que alquilen a largo plazo y políticas específicas para contener la presión del mercado estacional. Sin embargo, por el momento, las soluciones estructurales siguen siendo escasas y la mayoría de las medidas anunciadas aún no se han traducido en mejoras palpables.
Con el verano aún en sus primeras semanas, todo apunta a que estas escenas volverán a repetirse. La demanda de viviendas no ha tocado techo, y con el avance del calendario universitario, la competencia por conseguir un piso en Santiago continuará intensificándose. A día de hoy, las colas frente a las inmobiliarias del centro no solo siguen activas, sino que reflejan la dimensión real de un problema que afecta cada año a miles de estudiantes.
Mientras tanto, quienes buscan piso se enfrentan a una odisea que exige tiempo, paciencia, capacidad de reacción rápida y, en muchos casos, simplemente suerte. En Santiago, la carrera por el alquiler universitario ha comenzado oficialmente, con escenas que ya forman parte del paisaje estival compostelano.
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