Familias de acogida reciben este verano a 3.000 menores saharauis: “Deben conocer que hay un mundo más allá del campamento de refugiados”

Belén Cueva lleva 32 años acogiendo cada verano en su casa a niños y niñas saharauis procedentes de los campamentos de refugiados en Tinduf (Argelia), una experiencia que, “aunque suene a tópico”, asegura que le aporta “mucho más de lo que ella puede darles”. Lo hace, como tantas otras familias de acogida en España, a través del programa ‘Vacaciones en Paz’, cuyo objetivo es ofrecer a estos menores una estancia temporal lejos del calor del desierto, proporcionándoles acceso a atención médica, una alimentación equilibrada -pues en los campamentos de refugiados se reduce a productos no perecederos- y experiencias de ocio a las que allí no tienen acceso.

En solo unos días, el 4 de julio, Chirifa, una niña saharaui de 11 años, volverá a casa de Belén en Asturias, donde vivirá su cuarto verano, un hogar por el que a lo largo de estos años han pasado otros 13 menores más de entre 8 y 12 años y “ahora hasta es abuela”. “Que tengan la posibilidad de venir es darles a conocer que hay un mundo más allá del campamento de refugiados y que tienen que luchar por estudiar, porque hay otra forma de vida”, explica Belén a Infobae España, si bien lamenta que el número de familias de acogida ha disminuido en los últimos años, sobre todo tras la pandemia, ya que asumir ciertos gastos se ha vuelto más difícil para muchos hogares y en muchas ocasiones la conciliación también se complica.

Según datos del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, entre 2014 y 2024 cerca de 34.500 menores saharauis se han acogido a ‘Vacaciones en Paz’ en España, que se consolidó como programa a mediados de los años 90, y este verano vendrán cerca de 3.000. En estos años, Andalucía, Cataluña, Castilla-La Mancha, País Vasco y Galicia han sido las principales comunidades autónomas de destino de estos jóvenes.

Para Belén, que es la coordinadora de este programa en Asturias, uno de sus mayores orgullos es ver cómo algunos de estos niños y niñas que ha acogido a lo largo de estos años han logrado acceder a estudios superiores, de forma que una ha estado cursando el bachillerato internacional en Tailandia y ahora le han concedido una beca para estudiar Enfermería en Minnesota, Estados Unidos, además de que otro joven se encuentra estudiando Medicina en la Universidad de Moscú. Y es que aunque muchos de los jóvenes saharauis estudien en el extranjero, al terminar su formación vuelven a los campamentos de refugiados y ponen en práctica todo lo aprendido, “porque quieren contribuir al desarrollo de su comunidad”.

“Siempre trato de inculcarles que la única forma que tienen de recuperar su país es con una buena educación, estudiando”, comenta Belén, pues ya han transcurrido 50 años desde que el Sáhara Occidental fue invadido por Marruecos en 1975, después de que España lo abandonara, y es el reino alauita el que hoy gestiona el 80% de este territorio rico en recursos pesqueros y minerales. Cabe también recordar que en 2022 el Gobierno español modificó su postura histórica sobre el Sáhara Occidental y expresó su apoyo al plan de autonomía marroquí para el territorio, considerándolo una opción para resolver el conflicto, un giro que supuso un alejamiento del respaldo tradicional a las resoluciones de la ONU que contemplan la celebración de un referéndum de autodeterminación para el pueblo saharaui.

Por su parte, el Frente Polisario, el movimiento de liberación al frente de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) que pide recuperar su territorio con apoyo de Argelia, calificó de “traición” el cambio de postura de España y sigue reclamando la celebración de ese referéndum.

Actualmente en los cinco campamentos de refugiados saharauis de Tinduf -Dajla, El Aaiún, Ausserd, Smara y Bojador- viven unas 180.000 personas, según estimaciones de organismos internacionales y organizaciones humanitarias, y en los últimos años, recuerda la activista asturiana, se han producido avances importantes en cuanto a las condiciones de vida, como la construcción de casas más sólidas con estructuras de ladrillo o cemento que sustituyen a las tradicionales jaimas (tiendas de campaña), además de que muchas familias disponen ahora de sistemas de energía solar para iluminación, electrodomésticos y acceso limitado a internet en ciertas zonas.

No obstante, a pesar de estas mejoras, las condiciones de vida continúan marcadas por las dificultades: el acceso a recursos sigue siendo muy restringido y la mayoría de la población continúa dependiendo de la ayuda humanitaria para cubrir necesidades esenciales. A las familias les facilitan una cesta básica de alimentos que resulta insuficiente, tanto en cantidad como en diversidad y a nivel nutricional, y como consecuencia, más de la mitad de los menores de 5 años y más de la mitad de las mujeres sufren anemia.

Belén asegura que visitar los campamentos de Tinduf “marca un antes y un después en la vida de cualquier persona”, al igual que impresiona la capacidad de resiliencia del pueblo saharaui y su hospitalidad. Tras años recibiendo a niños y niñas saharauis en su hogar, la activista guarda innumerables anécdotas y reconoce que, aunque suene a tópico, “ellos dan a las familias de acogida mucho más de lo que reciben”. Este intercambio, asegura, crea lazos de solidaridad, fomenta la apertura a nuevas culturas y, en muchos casos, da lugar a vínculos que perduran con el tiempo, conectando a familias de distintos lugares y creando redes de apoyo que van más allá del verano.