
Un halcón de cola roja planea en el cielo. Desde las alturas, su mirada rastrea el suelo en busca de la próxima presa. Una ardilla aparece cientos de metros más abajo. Su pelaje la camufla entre la vegetación, pero da lo mismo: ese disfraz resulta inútil frente a una vista tan afilada.
Las aves rapaces —halcones, águilas y falcones— son famosas por su visión precisa. Aunque el instinto lleva a situarlas en la cima visual del reino animal, el mundo natural reserva sorpresas y contendientes inesperados. ¿Cuál es, realmente, el animal con mejor vista? No existe una única respuesta, pero sí hay especies que destacan por todo lo alto.
“No hay un sistema de vista perfecto”, resume Esteban Fernandez-Juricic, profesor de ciencias biológicas en Purdue University, citado por Live Science. Explica que el desarrollo de sistemas visuales avanzados implica un gasto energético enorme, ya que los ojos forman una parte destacada del sistema nervioso y demandan gran energía. Bajo esta perspectiva, la evolución empuja a cada animal a desarrollar solamente aquellos sistemas visuales que necesita según su entorno y su conducta.

La visión más detallada: rapaces
El mito de la vista aguda en rapaces está respaldado por datos. Águilas, halcones y gavilanes necesitan detectar su alimento desde distancias increíbles, a veces a varios kilómetros. Sus sistemas visuales priorizan la resolución máxima. Según Thomas Cronin, profesor de ciencias biológicas en la University of Maryland, Baltimore County, “la visión de una rapaz es entre tres y cinco veces más detallada que la de los humanos”, por lo tanto, ver como un águila sería lo más parecido a llevar puestos unos binoculares de alta gama. Sus ojos son grandes en proporción a su cuerpo y concentran más fotorreceptores, las células especializadas que detectan la luz en la retina. Esta combinación permite a las rapaces identificar presas a distancias sorprendentes.

La visión más colorida: camarón mantis
El camarón mantis representa la visión de color más sofisticada en el reino animal. Estos invertebrados, con su aspecto casi extraterrestre, viven en aguas oceánicas poco profundas y probablemente perciben colores que otros animales ni siquiera alcanzan a imaginar.
El sistema visual humano cuenta con tres tipos de células fotorreceptoras, cada una dedicada a distintas longitudes de onda (rojo, azul y verde). Muchos vertebrados suman una cuarta, por lo que en ese plano, la visión de color humana resulta limitada.
“La mayoría del resto de animales tiene mejor visión de color que nosotros”, afirma Justin Marshall, profesor emérito en la University of Queensland de Australia, experto en estructura ocular y cerebral de animales marinos. “En comparación, somos monos daltónicos”, resume. El camarón mantis, en cambio, posee hasta 12 tipos de fotorreceptores de color (frente a los tres del ojo humano). Algunos incluso detectan luz en el rango ultravioleta, lo que dibuja una realidad visual radicalmente distinta para ellos. Además, cuentan con células sensibles a la polarización de la luz, una propiedad que deriva del modo en que los rayos solares se dispersan en la atmósfera.
Aún no está claro cómo el cerebro del camarón mantis procesa semejante caudal de información. Puede que más que distinguir individualmente cada señal, integren patrones de combinaciones cromáticas. “Probablemente no estén intentando ver cuatro veces más colores que nosotros, simplemente decodifican la información de forma distinta”, aclara Marshall.
La visión más rápida: insectos
La velocidad del procesamiento visual es otro tema. Los seres humanos humanos perciben cerca de 60 imágenes por segundo. Los insectos superan con creces ese umbral: su sistema visual capta cientos de imágenes por segundo. Un tubo fluorescente, imperceptible para el ojo humano, parpadea como una luz estroboscópica ante una mosca.
“Si una mosca volase al interior de un cine, pensaría simplemente que está viendo una presentación de diapositivas muy rápida”, explica Cronin. De ahí que atrapar una mosca sea tan difícil: su cerebro procesa estímulos mucho antes de los ataques. Dado su pequeño tamaño, los impulsos eléctricos recorren distancias mínimas entre ojo y cerebro, permitiendo una percepción visual ultrarrápida.
Sin embargo, todas estas especializaciones implican “renunciar” a alguna otra cosa. El camarón mantis y los insectos tienen ojos compuestos por subunidades independientes, lo que limita la resolución y da lugar a imágenes más “pixeladas” si se compara con la visión humana. Cronin concluye que, pese a todo, el ojo humano representa un balance adecuado: “No me gustaría ser un camarón mantis, porque mi cerebro sería del tamaño de un guisante pequeño. Así que estoy contento con lo que tengo, honestamente”.
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